
Va siendo hora, quizás en los tiempos que corren es muy urgente, que los historiadores focalicemos nuestra atención sobre otra España, la que hizo realidad la tolerancia, la que estaba dispuesta a conjugar y a interactuar con los diferentes. Una España realmente líquida, dotada de fronteras porosas, con amplios territorios que se caracterizan por la indefinición. Es, por tanto, necesario volver al siglo XVI, un siglo que soporta tantas herencias diversas, tantos arietes de cambio y tantas fuerzas conservadoras que, realmente, se configura como centuria diversa y donde el elemento tolerancia fue una realidad. Por eso traemos aquí el ejemplo de las nupcias de Cortes. Acerca de ellas sólo entraremos en esta asunción de la diversidad tolerada. Dejamos para otro momento diferentes aspectos que también son interesantes, al afectar a las relaciones de ese espacio fronterizo conjunto en el que se enclavaba también nuestra Meseta.
En este pequeño trabajo, nuestro propósito es mostrar cómo una boda morisca sirve para reconstruir un estado de la opinión en Requena sobre la propia cuestión morisca, en un momento en que la crisis de las Alpujarras está de actualidad plena. Aunque marginados después de esta crisis, los moriscos seguía luchando día a día por ocupar su propio espacio dentro de la España de Felipe II. Se venía de un tiempo de cierta tolerancia, pero se entraba en otro en el que se iba a debatir intensamente acerca de si los moriscos pertenecían o no a la sociedad española. Este debate está íntimamente asociado a proceso de creciente control social, puesto que en el mundo medieval este disciplinamiento de la sociedad no existía.
Frontera.
Durante siglos, la Península Ibérica se convirtió en lo que algunos historiadores y escritores denominaron la tierra de las Tres Culturas. Este paradigma de la Convivencia de tres culturas no implica de inmediato la ausencia de conflictos, incluso de asesinatos masivos, asaltos, robos e injusticias tan terribles como los ataques a las juderías en 1391. La España de judíos, moros y cristianos es real; no hablamos de un paraíso; estamos hablando de la existencia de esas tres religiones durante siglo en un mismo espacio precisamente por los avatares de la historia. Algún día habrá que escribir un ensayo riguroso para quitar la razón a los exaltadores de la España de las Tres Culturas y también a quienes la niegan, de modo que se reconozca la realidad de un tiempo largo en que esa convivencia fue posible, con leyes propias, con muchas rivalidades y conflictos.
Cortes de Pallás constituía un señorío situado en la frontera con Castilla. Confrontaba territorialmente con la Meseta de Requena y Utiel, específicamente con el amplio territorio de la villa de Requena, en este caso un realengo. En otras palabras, tenemos aquí, confrontados, puestos uno al lado del otro, dos modelos de organización social: la que hace reposar el grueso de sus mecanismos en la maquinaria administrativa y el foco de poder que es el señor, siendo el final de la escalera el poder del Rey; y la que tiene al Rey como su propio señor. En otro tiempo, el realengo de Requena había gozado, con los vaivenes y matices que queramos introducir, de amplia autonomía de acción; de hecho conservaba esta autonomía casi completa, pero el desarrollo de la maquinaria estatal durante el reinado de Felipe II iba a ir erosionando estas capacidades de acción.
A estas dos tierras las separaban aún más características. En Cortes la población era casi totalmente morisca. Los moriscos eran los herederos de los antiguos musulmanes, que una vez completada la conquista cristiana habían permanecido en su tierra. En el Reino de Valencia, los exaltados agermanados los habían conducido violentamente a las pilas bautismales en medio de un clima de fortísimo milenarismo, a lo largo de la rebelión de la década de 1520. Buñol, Chiva y otras zonas del Reino eran también solar casi exclusivo de moriscos. En Cortes, además, habían encontrado calor por parte de su propio señor, el conflictivo don Luis de Pallás.
En cambio, Requena se había desembarazado de su comunidad mudéjar en tiempo muy temprano, quizás en el mismo siglo XIII. Los rastros documentales sobre la presencia musulmana a partir de 1500 son escasísimos o casi nulos. Incluso a veces se trata de gente que ha llegado desde Cortes o desde la Hoya de Buñol, para desempeñar diferentes oficios. La imagen de la Meseta hacia 1500 era un escenario íntegramente cristiano, una vez expulsados o asimilados musulmanes y judíos. Quizás –pero esto no es más que una hipótesis desprovista de base documental- muchos mudéjares de la Meseta se refugiaron en el mundo montañoso y fácilmente defendible de Cortes.
Las características geográficas de la región resultan también un elemento a valorar. Cortes de Pallás está enclavado en un área quebrada que se deja bascular hacia el valle de Ayora. La práctica de la agricultura nunca fue fácil en aquella tierra. El carácter montañoso prestaba unas condiciones adecuadas de cobijo y refugio ideales para una población progresivamente minorizada. La Meseta de Requena-Utiel, en cambio ofrecía perspectivas de explotación agro-ganadera muchísimo mejores; mas sobre todo estaba enclavada en un área privilegiada para el contacto del interior peninsular y el área costera.
El resultado es que más allá de Los Pedrones existía una auténtica frontera religiosa. De hecho, la comarca entera era una frontera, un territorio de encuentro, de intercambio y de conflictos. Naturalmente, existía una línea de delimitación entre ambos territorios. Con detenimiento y sobrada autoridad, la ha estudiado Nacho Latorre. Pero la frontera era en realidad un amplio espacio, en el que se movían con cierta soltura y libremente diferentes actores de las distintas religiones. La frontera era una especie de banda territorial compuesta por distintas poblaciones que establecían entre sí relaciones muy complejas; desde luego que, a veces, eran relaciones hostiles, pero la fluidez del intercambio económico, social, cultural y religioso era una realidad. Quizás nos resulta más llamativo el conflicto que surge de los odios, las competencias económicas y las rivalidades de todo cariz. Pero también existen muestras de permeabilidad y relaciones amistosas. Probablemente hay pocas cosas tan frágiles, tan inestables y tan permeables como una pretendida frontera.
No hay que olvidar que Cortes está enclavado desde el siglo XIII en una región cristiana, el Reino, y limita con el otro reino cristiano peninsular, la Corona de Castilla. Este es un contexto imprescindible para comprender muchas cosas. En este sentido hay que subrayar que no debemos idealizar estas dos sociedades que entran en contacto. Ni la sociedad cristiana de la Meseta era una sociedad cristiana ideal, ni tampoco era una sociedad islámica ideal la del valle de Cortes. Ya que esto era claramente así, una pregunta central que surge inmediatamente es la de cómo se veían ellos. La sociedad mesetaria nos permite algún grado de aproximación, pero nuestro desconocimiento es abrumador acerca de la sociedad de Cortes. Desde 2017, tendemos a colocar a la religión como un factor hegemónico de la identidad de las minorías ibéricas. Pero quizás esta no era la realidad del día a día. Es probable que la boda que tuvo lugar hacia finales de febrero o principios del mes de marzo de 1570 nos permita perfilar algún tipo de respuesta, aun cuando todavía sea provisional.
Revuelta.
En la Nochebuena de 1568 los moriscos de Granada iniciaron una nueva rebelión, la llamada de las Alpujarras, “… y aunque algunos bandoleros moriscos de la baronía de Cortes lo echaron de muy buena gana, y tomaron resolución de nombrar cabeza y resolver el reino a un mesmo tiempo que los de Granada, generalmente acordaron todos de estarse quedos…” [Poveda Mora, citando a Escolano, (2001), 233]. En la primavera del año 1569 algunos granadinos fueron apresados armados en el valle de Ayora y probablemente sus intenciones era levantar a la sociedad morisca de aquel territorio.
Estando en marcha la guerra de las Alpujarras, con todo su rastro de represión y destrucción brutales, Cortes celebró una boda morisca. Según los datos que poseemos, el casamiento tuvo lugar a finales de febrero o inicios del mes de marzo de 1570. Para entonces la victoria de las armas reales en la Alpujarra era cuestión de tiempo. El aplastamiento de la resistencia iba a ser un hecho, por lo que sorprende que un sector más o menos joven de las élites de la baronía prepararan una sublevación en todo el valle. A estas alturas era una temeridad, y los más viejos de esta élite morisca lo comprendieron perfectamente., y abortó la conjura, aunque las autoridades la investigaron pero la cusa se cerró en falso [Escolano, (1611), cols. 1776-1778; Catalá y Urzainqui, (2010), p. 38].
El proceso estaba enmarcado un una línea de endurecimiento de la línea política de control de la Corona sobre los moriscos. Reglá incluyó esta transformación de la política hacia los moriscos dentro del complejo dispositivo que denominó “viraje”, con el que quería referirse al paso de las preocupaciones en la alta política internacional desde el eje sureño, mediterráneo, implicado en la lucha contra el Turco, el control de la población morisca, a la que el mismo historiador calificó de “quinta columna” del Islam en plena España; de aquí a los años 70 en que las prioridades se van trasladando al mundo atlántico y el recrudecimiento de la lucha en Flandes y el planteamiento de la pugna decisiva con la Inglaterra de Isabel I.

En efecto, un factor esencial que acabó liquidando la conjura fue la contundente acción de la generación de mayor edad. Son el alamín de Yátova y un alfaquí los que decisivamente detienen lo que habría resultado en verdadero desastre para los moriscos. El alamín de Yátova es un viejo conocido: Jeroni Sohot Mahodico, quien fuera apresado en Requena por el doctor Aliaga tres años atrás. Está entre los que firman la concordia con la Inquisición en 2 de abril de 1571 representando a las aljamas de la Hoya de Buñol. Mientras que Catlos [(2010, p. 17)] indica que el alamín era un funcionario judicial de las aljamas; el diccionario [RAE, (1776), 128] indica que es la persona dedicada a reconocer y arreglar los pesos y medidas; en todo caso una persona principal y con fuerte ascendiente sobre la sociedad morisca, tanto como para representarla ante el poder de la Inquisición. Algunos estudios han precisado que se comportaba como un auténtico auxiliar del poder señorial en el Reino de Valencia. Porque se convertía en intermediario del señor ante la comunidad que lideraba e incluso hacía funciones de recaudación. Incluso en algunos momentos tenía tal solvencia económica que se dedicaba a tareas de préstamo de simientes, por ejemplo. Es evidente que tales funciones pudieron ser diferentes en cada territorio. En todo caso, el de Yátova en agosto de 1570 había firmado un pre-acuerdo, a título personal, con el propio Virrey de Valencia, el conde de Benavente (1566-72), que sería la base de la futura Concordia del año siguiente [Benítez, (2000), pp. 149-151].
El alamín, en este caso el de Yátova demostraba con estas actitudes poseer una capacidad notable para advertir las conveniencias a futuro de la comunidad. Como líder de los moriscos, tenía que velar por su seguridad. Pero era evidente, y estaba en su propia casa, que la generación joven, los nuevos líderes que iban a coger el testigo de la comunidad morisca no cuadraban con los pensamientos de la generación de sus padres. Se estaba abriendo paso una generación aparentemente más combativa. Esto invita a hacerse algunas preguntas. ¿Estaba haciendo mella entonces el proceso de asimilación que se había dispuesto con anterioridad? ¿Era una reacción a las medidas más duras puestas en marchan algunos años antes por Felipe II?
Pero la revuelta de las Alpujarras quizás quedaba lejos; algunos desearon revolver a los moriscos del Reino, pero se ha subrayado que no se intentara la destrucción de la baronía de Cortes. Fundándose en ciertas informaciones y sugerencias de Gaspar Escolano se ha formulado la siguiente pregunta: “…¿cabe rreconocer en don Luis (Pallás) al moço rico y poderoso que vivía en su secta y tenía sangre principal de Christianos que ligieron por rey los moriscos seducidos por las arengas de Garro? No cabe duda de que el propio barón abonó esta hipótesis algo después, cuando se presentó ante la Inquisición:
“Fue testificado aver dicho públicamente que los moros tienen mejor vida y aciertan a vivir mejor que todos, y que ocultó y encubrió en su casa dos moriscos que se huyeron de la inquisición de Cuenca; aver dicho y persuadido a otros moriscos delinqüentes que si la justicia real fuese a los prender, que matasen los alguaziles y se subiesen a la montaña del lugar de Cortes y él se subiría con ellos, y que esto fue causa que los moriscos deste reyno intentasen de alçarse; y siendo reprehendido de aver quebrantado la inmunidad de la iglesia de el dicho su lugar de Cortes, dixo: anda ques donaire, que en Cortes no ay otro papa (sic), ni otro arçobispo sino yo; y que, tratando de San Agustín, avía dicho que qué sabía San Agustín; y que por espacio de quatro años se avía dexado de confesar y rescebir el Santo Sacramento; y que avía hecho matar un paje suyo y enterralle secretamente”. [Catalá y Urzainqui, (2010), p. 23, cita en AHN, Inquisición, libro 934, 38 r-v]-
Era suficiente. Por más que fuese miembro de una familia principal, un magnate poderoso del Reino, la Inquisición le tenía ganas. Era una oportunidad de afirmar el poder de la institución vigilante de la pureza de las creencias y las prácticas y, de paso, domesticar, a esa pandilla de señores pseudo-levantiscos que proliferaban en el Reino. La Inquisición de Valencia emprendió una acción de castigo y humillación sobre esta aristocracia de lealtad demasiado resbaladiza. En el auto de fe de 25 de julio de 1571 salieron el barón de Cortes, el Gran Maestre de la Orden de Montesa y otros dos nobles. Lo curioso y espectacular de este auto, lo que lo convirtió en un verdadero espectáculo es que el mismísimo virrey debía salir en él, puesto que era el señor de Chiva. El morbo estaba servido. Se estaba produciendo con toda su agudeza el pulso de la Corona por domesticar a los bravos nobles valencianos rodeados de vasallos moriscoa [Catalá y Urzainqui, (2009), p. 23]. El barón fue reconciliado con confiscación parcial de sus bienes, confinación en un monasterio (al principio, perpetua, aunque luego fue sacado del monasterio) y prohibición de volver a Cortes o a cualquier lugar habitado por moriscos. [Carrasco, R., (1983), p. 201-202].
Algunas ilustraciones que apoya estas páginas están sacadas de la obra alemana Civitates Orbis Terrarun, un ambiciosísimo proyecto editorial, en el que se realizaron dibujos extraordinarios y, en ocasiones, textos impagables sobre nuestro país en el siglo XVI; en concreto la obra se realizó entre 1563 y 1565. Uno de ellos es muy citado y lo he extraído por la finura del diagnóstico:
“…parecen una nación separada de los demás habitantes de Granada por los trajes, las maneras y la lengua. Se ganan la vida esencialmente, labrando la tierra y tejiendo seda. Y mientras que permiten a sus mujeres ataviarse pomposamente con sedas y joyas, ellos se visten pobremente, cargados siempre con un saco, no negándose nunca a llevar cargas y fardos para ganar una moneda de plata, siendo en este aspecto muy diferentes de los españoles. Han aceptado la fe cristiana y el santo evangelio: en parte por devoción y en parte por temor a las penas vigentes”. [Gallego Burín, Gámir Sandoval, (1996), p. XXI, estudio de B. Vincent]. Habría que comentar aquí muchas cosas, tanto de los cristianos viejos, a los que denomina españoles (esta distinción nos parece hoy absurda), y moriscos, a los que cataloga en el lado de la laboriosidad. Viene aquí un viejo tema que enlaza con demasiadas cosas: prejuicios, religión, honor, sangre, y que se ha convertido en tópico y ha perdido su propio sentido para extenderse secularmente en el tiempo y caracterizar a cualquiera de los nacidos en nuestro país.
Boda.
En el Antiguo Régimen la fiesta puede entenderse como una especie de barómetro social e incluso como mecanismos de medición de la temperatura política existente en un momento. En general, las crónicas y otros relatos que poseemos sobre las fiestas ibéricas de la temprana Edad Moderna reflejan la ideología de la élite y, además, están planificadas para reflejar el poder de esta élite. Dicen bastante poco sobre las actitudes y expectativas de las clases populares. Ciertamente hacia 1570, como fase esencial de un proceso que conduciría a identificar al monarca con el Sol, a Felipe II se le mostró en comedias, crónicas y fiestas como un nuevo Hércules [Ruiz, T., (2012), p. 97 y sigs.]. Poco es lo que sabemos de la fiesta popular. El Archivo Municipal consigna muchas páginas donde se habla de fiestas, recursos económicos dedicados a las fiestas e incluso determinados sucesos acaecidos en el transcurso de las mismas. Pero hay que leer estos documentos con detenimiento y formulando preguntas poco habituales. En general, en el siglo XVI extravagancia todavía era una realidad en muchos festejos. El ejemplo de las mentes libres de un François Rabelais, un Geoffrey Chaucer o un Juan Ruiz pone de manifiesta las amplias libertades con que se movían en las fiestas las clases populares. Pero el siglo XVI es el siglo de la Reforma protestante, que no sólo supone una ruptura en la unidad doctrinal del cristianismo, sino especialmente el desarrollo de un conjunto de ideas nuevas sobre la organización social.
Esta situación era nueva, pero para el mundo morisco las repercusiones eran de otra naturaleza. El mundo que surgió de la ruptura del cristianismo habría de extremar el control social y esto iba a impactar decisivamente en la sociedad morisca.
La boda de dos moriscos en 1570, en Yátova, contuvo probablemente los ingredientes habituales de este tipo de celebraciones. Las conocemos con mayor detalle gracias a los estudios que se han realizado de tales ceremonias sobre los moriscos del antiguo Reino de Granada. Quizás nos podemos hacer una idea general de lo que tuvo lugar aquel día –siempre que concedamos cierto margen a las tradiciones locales que tenían bastante impacto entre el mundo morisco- teniendo en cuenta que la boda morisca granadina solía tener estos ingredientes.
En primer lugar, se producía el baño de los novios, evidentemente por separado. La novia se bañaba delante de sus parientes y amigas. Posteriormente se tintaba a la novia con alheña en la cara, el pelo, las manos y los pies. Se la vestía con el traje nupcial y se la cubría con una toca de seda. Poco después la novia abandonaba el domicilio paterno y se dirigía hasta la casa del novio montada en mula. Una vez allí se procedía a la ofrenda, por parte de los invitados y los parientes, de dinero. Durante ocho días los novios permanecerán en la intimidad absoluta del hogar, rota finalmente cuando el marido salga a buscar agua y pescado para la casa [Gallego Burín y Gámir Sandoval, (1996), pp. 46-48].
Es evidente que este tipo de repertorio ceremonial no tenía por qué ser calcado en cualquier lugar de la Península. De hecho, los moriscos no constituyeron en absoluto un grupo homogéneo. Lo que sí existía siempre era la fiesta amenizada con canciones y bailes. Y allí mismo estaba don Luis, el señor de la tierra, participando de los festejos con sus vasallos.

El relato que hace mención a la boda y los elementos que la rodean corresponde a la confesión “ex oficio” de Pedro Çaparrón, alias Mahomat Çaparrón, quien señala la presencia de don Luis en la boda y más tarde en unas fiestas organizadas por el mismo señor con sus moriscos en el lugar de Cortes. Una cercanía tremenda entre señor cristiano y vasallos moriscos. Muy tremenda para la Inquisición y para la propia Inquisición.
El propio Çaparrón es el que va a implicar a un personaje de Requena en todo este asunto. En la fiesta de Cortes, que tuvo lugar semanas antes de la confesión de este morisco en junio de 1570, es el propio señor de Cortes el que echa mano de Hieroni Çohot, una de las almas de la conjura, para que escriba una carta que debe llevar Çaparrón a Lope de Comas en Requena. Çaparrón, que se dedicaba parcialmente al comercio, había prometido cien cabrones a los moriscos de Alberique y Alcocer (Alcacer). Çohot es pues, primero gente de confianza del señor. Sabe algarabía pero también castellano. Çaparrón se dirige a Requena, pero lleva instrucciones del señor de que el trato con Comas lo haga con tanto sigilo que nadie sepa que él es un morisco. Era una actitud consecuente con un endurecimiento de las relaciones entre cristianos y moriscos en aquellos años. El acecho de la justicia de Requena sería pues temido. En todo caso, se demuestra que Luis Pallás tenía importantes contactos en la villa del Magro. Los Comas eran familia central en el sistema de poder económico y político de la villa realenga [Latorre Zacarés, I., (2016)]. Era, pues, un ganadero que podría proporcionarle la cantidad de reses necesaria, en este caso 71.
La atmósfera social hacia los moriscos estaba notablemente enrarecida con el conjunto de acontecimientos que se dieron cita en aquellos años, desde la rebelión granadina hasta el fenómeno agudo del bandolerismo morisco en el Reino, que condujo a un intervencionismo muy fuerte del Virrey sobre el sistema político valenciano con el estandarte de la búsqueda de la paz social y la seguridad.
En Requena, existía mucha prevención hacia los moriscos. Los tenían como vecinos en la amplia membrana de la frontera, se cruzaban con ellos en los caminos, podían verlos a diario en las calles de Requena y de Utiel, tenían tratos comerciales. Era una estrecha vecindad. Pero a partir de 1560 tiene lugar un viraje que endurece la política morisca en general, coincidente con un proceso general de endurecimiento de la política en Europa consecuente con la consagración de la partición religiosa del continente (Paz de Augsburgo: cuius regio eius religió, 1555), el concilio de Trento (1545-1563), celebración de los autos de fe de Valladolid y Sevilla (1559) contra el protestantismo castellano; en definitiva, fenómenos que endurecen el clima, la atmósfera general contra los moriscos, ahora asimilados a gente que vive como los mismísimos musulmanes de Argel. Era evidente que la predicación y la acción política estaban produciendo un proceso de creciente tensión de la comunidad cristiana con respecto a la morisca. El mismo hecho de que Luis de Pallás pidiera sigilo a su morisco al ir a comprar los cabrones a Lope de Comas es un buen indicativo de los riesgos que se corrían con un trato de esta naturaleza. En el fondo, se estaba abonando la idea de que el simple bautismo de los mudéjares hacia 1500 no había hecho desaparecer su peligrosidad para el catolicismo e, igual que los judaizantes, era un peligro para la propia sociedad cristiana. En 1564 las Cortes del Reino de Valencia habían prohibido la lengua árabe y el decreto del rey Felipe II hizo lo propio para la Corona de Castilla; no era más que el pistoletazo de salida para que la Inquisición se lanzara a por cualquier escrito en aljamía.
Conclusiones.
Estamos ante una sociedad más ambigua, más tolerante y colorista de lo que, en principio, hemos sospechado. Esta boda, que apenas hemos esbozado aquí, con todos los acontecimientos que la rodean, representa un ejemplo interesante sobre la permanencia de las tradiciones moriscas, el empecinamiento en el mantenimiento de las mismas por parte de esta minoría y el apoyo del señor.
El respaldo de don Luis Pallás, sus connivencias con los moriscos de su señorío, indica la presencia de un rasgo específico de la sociedad española y valenciana: la presencia de sectores, en este caso sectores de poder, influyentes, que sirven de nexo entre la sociedad de los cristianos viejos y la de los nuevos o moriscos. Un elemento más de la complejidad de este tiempo. Si existió una frontera entre cristianos y moriscos, desde luego, era una frontera muy permeable, con situaciones intermedias, complejas, y a caballo de los dos mundos. Quizás, como ha insinuado Bernard Vincent, el pluralismo constitutivo de la propia Monarquía fue un aval para su permanencia más que un problema.
Se ha insistido, especialmente desde los años 1950, por parte de los historiadores en la existencia de una frontera que estaba ilustrada por una represión fuerte procedente, principalmente, de la Inquisición. Pero desde hace unis 20-30 años una nueva corriente historiográfica viene a subrayar la importante integración de las minorías en la sociedad hispánica, tanto judeoconversos como moriscos. ¿Permite la boda morisca, la presencia de don Luis Pallás en la misma y las relaciones de la minoría morisca de esta área con la Meseta de Requena y Utiel una lectura nueva? Este es otro tema que abordaremos más adelante.
Bibliografía citada.
Benítez, R. (2000), “Las duras negociaciones de la Concordia de 1571 entre los moriscos y la Inquisción”, pp. 113-155, en AA.VV., Conflictos y represiones en el Antiguo Régimen. Valencia.
Carrasco, R., (1983), “Le refus d´assimilation des morisques, aspects politiques et culturels d´aprês les sources inquisitoials”, en AA.VV., Les Morisques et leur temps. Paris.
Catalá, J.A.; Urzainqui, S., (2010), La conjura morisca de 1570: la tentativa de alzamiento en Valencia. Valencia.
Catlos, B.A., (2010), Vencedores y vencidos. Cristianos y musulmanes de Cataluña y Aragón, 1050-1300. Valencia.
Escolano, G., (1611), Segunda parte de la Década primera de la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Valencia.
Gallego Burín, A., y Gámir Sandoval, A., (1996), Los moriscos del Reino de Granada según el Sínodo de Guadix de 1554. Granada. Estudio preliminar a cargo de Bernard Vincent.
Latorre Zacarés, I., (2016), Al pro e bien desta villa: actas del concejo de Requena 1520-1546 y Ordenanzas de 1506. Requena.
Poveda Mora, (2001), Historia del valle de Ayora-Cofrentes. Volumen I. Valencia.
Ruiz, T., (2012), A King Travels. Festive Traditions in Late Medieval and Early Modern Spain. Princeton.