La historia universal se escribe hoy con acentos locales y nadie podría entender el imperio español de los Austrias sin referirse a Madrid, Ciudad de México, Potosí o Manila. En sus ciudades gobernaron una serie de oligarquías, con lazos de todo tipo con otras, que anudaron aquel mundo con fuerza. Su aristocracia fue internacional, con genoveses con títulos castellanos que tomaron rentas en Nápoles, pero sus fuentes de poder fueron locales. Aquella sociedad localista e internacionalista necesitó de un mensaje cohesionador, de una fe.
En el siglo XVI, los grandes ideales de la Cristiandad medieval (alrededor del Papado y del Imperio) fueron severamente cuestionados por la reforma protestante, que fue mucho más que una simple recriminación contra la actitud del clero. En el Sacro Imperio, el catolicismo se encontraba de capa caída cuando Carlos V abdicó y su futuro no parecía muy prometedor. La Contrarreforma no solo intentó revertir tal declive, sino también dar cumplimiento a los deseos de renovación espiritual de la Baja Edad Media.
Pasar de una práctica religiosa oficialista y relajada a otra más sentida no fue fácil. Para estudiar mejor el proceso y sus consecuencias es muy necesario acudir al estudio de una localidad como Requena, entonces castellana y en el límite con el reino de Valencia. La villa era lo suficientemente importante como para profundizar en el estudio de la Contrarreforma hispana, algo que en La cultura de la Contrarreforma en Requena (Centro de Estudios Requenenses, 2019) ha hecho el profesor Víctor Manuel Galán Tendero, que ha tratado distintos capítulos de la Historia de la localidad, desde la conquista castellana a la Guerra Civil.
Aunque la obra, fundamentada en el análisis de un soberbio fondo bibliográfico, tiene un objeto de estudio local, carece de enfoque localista, de aislamiento de campanario. Requena se emplazaba en una Europa en transformación a todos los niveles, en la que la imprenta estaba cambiando muchas cosas. Sus libros también llegaron, como no podía ser de otra manera, aquí y sus ideas comenzaron a moldear la realidad.
El autor dedica un dilatado espacio a las personas que los leían y los adaptaban a los demás, comprobando las distintas corrientes de las órdenes religiosas, no siempre coincidentes. Se destaca el protagonismo de los franciscanos y de los puntos de vista de los jesuitas, no presentes en Requena, sirviendo los libros de los capuchinos de verdadero puente intelectual entre ambos. Sin embargo, correspondió en mayor medida a los veteranos carmelitas adaptar el mensaje al resto de la sociedad. Su renovación espiritual es paradigmática.
Comparte la obra el enfoque de las comunidades sacralizadas de la historiografía centro-europea, un zócalo bien sólido para entender cabalmente la mentalidad y la sociedad del Antiguo Régimen. De La cultura de la Contrarreforma en Requena se desprende claramente que se intentó en el caso que nos ocupa fundamentar la sociedad en leyes con un referente religioso esencial, lograr un clero atento de sus deberes y bien formado, hacer un uso inteligente de los medios de comunicación y conseguir una respuesta social positiva.
El profesor Galán llega a hablar de intento de revolución cultural, pero a continuación enuncia de forma completa cómo fue asimilándose tal mensaje en los distintos grupos sociales, desde los más oligárquicos a los marginados, incluyendo también los de edad y sexo, en línea con las innovaciones de la historia de las mentalidades. Es bien sabido que toda comunicación es un proceso complejo, alejado de simplicidades, con emisores y receptores en variopinta relación dialéctica. Varias propuestas de la Contrarreforma fueron rechazadas por personas parapetadas en sus privilegios, tan característicos del Antiguo Régimen, y otras no se asimilaron. Los manuales de confesores y las predicaciones insisten una y otra vez en las mismas faltas a lo largo de las décadas, prueba de un fracaso.
Si la Contrarreforma fracasó como revolución cultural, triunfó en cambio como creadora de un ambiente convencionalista y ritualista, con inercias que se prolongaron a lo largo del tiempo. Así lo apunta el autor en su completo análisis del contenido de los libros conservados en el Carmen requenense, año por año, agrupándolos en décadas. Su conclusión es muy clara: la originalidad teológica inicial fue decantándose hacia un adocenamiento cada vez mayor.
La cultura de la Contrarreforma en Requena completa otra obra de Víctor Manuel Galán, Requena bajo los Austrias (Centro de Estudios Requenenses, 2017), en la que hacía hincapié en la evolución socio-económica e institucional del territorio requenense. Si antes nos informaba de las carencias fiscales y militares de la Monarquía de los Austrias, ahora traza el alcance de su Contrarreforma. En cualquier caso, nos ilustra sobre el vigor y la capacidad de resistencia de una comunidad local, la de Requena, a la que ha dedicado junto a estos dos libros numerosos artículos, resultado de una investigación que aúna el rigor documental con el interés por las cuestiones teóricas de actualidad. En estos tiempos de coronavirus y dificultades, la historia nos brinda al menos buenas noticias.
