Los problemas de paro, como señalaba el profesor Galán Tendero, “no han brotado precisamente hace unos pocos años”[1]. El paro, como problema social, como algo que preocupaba o, al menos, estaba en la mente de toda la sociedad, no surgió hasta el último cuarto del siglo XX, tras la crisis del petróleo de 1973. No obstante hacía prácticamente un siglo que ya había tomado carta de naturaleza para las autoridades y constituido un problema real para los gobernantes municipales al que había que hacerle frente. Así lo constatamos en Requena en las décadas de los años treinta y cuarenta.
En 1883 se creó la Comisión de Reformas Sociales cuyo objetivo era la investigación y la elaboración de informes sobre la situación laboral y social del trabajo en España. A partir de entonces, señala E. Montagut, comenzó a surgir la conciencia de que el Estado no podía permanecer neutral en esa cuestión social. Pero la toma de conciencia no conllevó un comienzo de la intervención. Durante las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX, la mediación gubernamental se “ciñó a poner en marcha obras públicas y a contratar obreros en paro, pero sin que esto fuera realmente una solución”.
La situación comenzó a cambiar con la llegada de la República. El Gobierno Provisional aprobó, en mayo de 1931, la creación de un Servicio para el Fomento de Previsión contra el Paro Involuntario del Trabajo. Se creó la Caja Nacional contra el Paro Forzoso, un organismo que se encargaba de suministrar las subvenciones públicas a los sindicatos y mutuas que ofreciesen el seguro de paro a sus militantes y asociados, cuyos fondos procedía fundamentalmente de los Presupuestos del Estado y de posibles aportaciones de entidades públicas y privadas. También se creó un Fondo de Solidaridad para atender los sectores laborales donde el riesgo de paro era mayor.
Pero este primer sistema de seguro de desempleo no cubrió las expectativas. Al importante déficit público, que no favoreció los subsidios, se añadieron otros factores socioculturales porque ni había el nivel de asociacionismo requerido, como se daba en otros países, ni una cultura de colaboración entre los sindicatos y el Estado, ni muchas mutuas en los años treinta que ofreciesen seguros de desempleo y, por tanto, susceptibles de ser subvencionados[2] .
Al inicio de la década de los treinta, la crisis del trabajo en el mundo agrícola afectaba al 35% del total[3]. Las dificultades generales del país, sumido en los problemas de la Gran Depresión y afectado por la crisis exportadora, afectaron a Requena, que no dio salida a su producción. La crisis de trabajo se vio agravada por la problemática climatología del término, en aquel momento de lluvias constantes que imposibilitaban las labores agrícolas, o de heladas y pedriscos, que ocasionaban tales daños a las cosechas que fueron considerados como calamidad pública.
A falta de datos estadísticos sobre el porcentaje de parados en la Requena de la República, las reiteradas veces que el problema del paro fue tratado en las sesiones municipales ofrecen una cierta aproximación a su realidad.
Ante la cuestión del paro, el Ayuntamiento o el Consejo Municipal recurrieron a las obras públicas. Las necesidades de transformación de la ciudad según los nuevos modelos de higienización y urbanismo eran siempre motivo de inversiones perentorias con un fin primordial, el de evitar el paro obrero. Para hacer frente al gasto que implicaban las obras para aliviar la crisis por la que atravesaban los jornaleros del campo, unas veces se elevaron instancias a la Junta Nacional del Paro Obrero pidiendo subvenciones que consistían en el cincuenta por ciento del presupuesto de las obras. En otras se solicitó al Ministerio de la Gobernación alguna cantidad del Fondo de Calamidades. En otras se adoptaron medidas por medio de la imposición de la décima sobre la contribución territorial, previa obtención de la conformidad con la mayor parte de los primeros contribuyentes.
El sistema de riegos era importante en la economía requenense, de ahí que, ante los daños ocasionados por las fuertes heladas de la primavera en las acequias, canales y embalses, el 12 de mayo de 1932, el Ayuntamiento acordase pedir al Gobierno “la debida subvención para su revestimiento en lugar del simple perdón de contribuciones de los gobiernos de la monarquía, superando las elementales medidas de gracia por las del verdadero fomento”. El 5 de mayo de 1932 se creó la Comisión especial del camino de la Serratilla y el 24 de noviembre, la sección campesina del anarquista Sindicato Único de Oficios Varios “reclamó del Ayuntamiento que incitara a los propietarios a ofrecer jornales ante la grave crisis del trabajo, para construir caminos rurales, como el mencionado de la Serratilla” [4].
En febrero de 1934 se elevó instancia al Ministerio de Obras Públicas pidiendo la construcción de la carretera de Chelva a Requena, al objeto de proporcionar trabajo a los obreros de la ciudad[5]. El 1 de marzo de 1934 se volvió a pensar en la obra pública, en este caso la de la Electra del Cabriel e iluminación de las aldeas, para frenar los problemas de paro[6].
En marzo de 1934 se acordó nombrar una Comisión para que fuese a Valencia a ver si podían conseguir que los diputados a Cortes valencianos lograsen que la Diputación Provincial pusiese interés en conseguir algunas obras del término municipal por parte del Estado y otras con subvención de la Diputación Provincial, para poder remediar la crisis obrera que se sentía en la ciudad.Y, ante la magnitud del problema obrero, se propuso formar un censo municipal de propietarios para asignarles obreros en paro, de modo que en abril de aquel mismo año, otra Comisión de concejales debía estudiar el asunto relativo a la formación de un censo de propietarios, su objetivo era aumentar el número de los obligados a dar jornales a los obreros en los meses de crisis, con el fin de poder colocar el mayor número de obreros[7].
En la primavera de 1935, las heladas volvieron a golpear el término municipal. En esta ocasión, el ingeniero jefe del Servicio Autonómico, Clemente Cerdá, visitó los viñedos de la comarca y confirmó el grave daño ocasionado. En consecuencia, el Ayuntamiento solicitó al Ministerio de la Gobernación que del Fondo de Calamidades librase alguna cantidad para paliar la crisis obrera. El mismo día se pidió a la Junta Nacional del Paro Obrero unasubvención para las obras de saneamiento de la ciudad, consistentes en la construcción de alcantarillado en varias calles, por un importe de 50.000 pesetas, que era aproximadamente el cincuenta por ciento del presupuesto[8]. El 26 de septiembre de 1935 se pensó que la obra en el edificio de Correos y Telégrafos podía mitigar el paro obrero, pero se requería un préstamo de 30.000 pesetas[9].
La Comisión Gestora Municipal, surgida en febrero de 1936, tuvo que continuar afrontando los problemas del paro. En marzo se aprobó el proyecto para arreglar el camino desde la calle del Colegio hasta el camino de Las Heras y arreglo del puente del Regajo de la Morena, haciendo estas obras por administración con el fin de soslayar el paro obrero. Además, se encareció a la Presidencia de la Comisión que procurase que en el arreglo de carreteras de este término municipal, los contratistas diesen trabajo a los obreros de la población, a ser posible, a los designados por el Ayuntamiento[10]. Y en mayo acordó, además de felicitar a don Manuel Azaña por su elección a presidente de la República, designar una comisión al objeto de tratar con los propietarios la cuestión de la indemnización por expropiación de los terrenos por donde había de pasar el desvío de la carretera de Chera y poder poner en práctica la obra, con el fin de auxiliar el paro obrero[11].
En líneas generales, en Requena era patente la necesidad de higienización y saneamiento de la ciudad mediante la construcción de alcantarillado, ausente de muchas calles, lo mismo que era obvia la crisis de trabajo. En algunas de las calles de Requena ya se había procedido al alcantarillado y adoquinado, pero quedaban muchas y los propios vecinos solicitaban las obras. Por ello el Consejo, ante la necesidad en que se encontraban y para dar jornales a los obreros parados, acordó proceder a la inmediata ejecución de las obras en aquellas calles cuyos vecinos lo habían solicitado y comprobado que era necesario acometer acometerlas.
La situación por la que se atravesaba con motivo del paro involuntario era cada día más difícil. De hecho se había agravado por la temporada de lluvias constantes que imposibilitaban las labores agrícolas. Ante la perentoriedad de la situación, los propietarios, comerciantes e industriales y demás fuerzas vivas de la ciudad, se reunieron en una asamblea con el fin de arbitrar medios para dar solución al conflicto. Decidieron hacerlo por medio de la imposición de la décima sobre la contribución territorial. El 21 de mayo de 1936, el gestor José García Tomás daba cuenta a la Comisión Gestora de las reuniones tenidas con los contribuyentes y patronos de la población. Se había recabado la conformidad de la mayor parte de los primeros contribuyentes al objeto de realizar un reparto del cinco por ciento sobre la contribución a los que pagaban cuotas superiores a cien pesetas anuales, en concepto de donación voluntaria, siempre que la Corporación llevase a efecto, de forma inmediata, obras necesarias y beneficiosas, resolviendo cuanto fuese posible las necesidades de los trabajadores. No sin amplias discusiones previas, el Consejo acordó, como medida más rápida y factible de resolver el paro forzoso obrero, proceder al reparto en la forma propuesta por García Tomás, para iniciar la construcción de alcantarillas y adoquinado en las calles[12].
El 16 de julio de 1936, los Gestores aceptaron el ofrecimiento hecho por el Gobernador Civil de la provincia de sufragar las obras del desvío de la carretera de Chera al cincuenta por ciento, “en vista de la conveniencia que supone para los intereses generales de esta población”[13]. Pero este desvío tardaría varios años en llevarse a cabo, porque el 18 de julio estallaba la Guerra Civil.

[1] Galán Tendero, V. M.: «¿Cómo se han pagado nuestras infraestructuras?». VII Congreso de Historia Comarcal. Infraestructuras y Patrimonio en la Meseta de Requena-Utiel», en Oleana 30 (2016), p. 261.
[2] Montagut, E.:” La atención al desempleo hasta 1931”, en Nueva Tribuna ( /12/16). (Consulta 16 mayo 2020)
[3] Galán Tendero, V. M.: “Las esperanzas frustradas de la II República”, en Crónicas Históricas de Requena (17 julio 2019).
[4] Galán Tendero, V. M.: «¿Cómo se han pagado nuestras…”, pp. 259, 261, 262.
[5] Galán Tendero, V. M.: “Las esperanzas frustradas …”.
[6] Galán Tendero, V. M.: «¿Cómo se han pagado nuestras…”, p. 259, 261, 262.
[7] Galán Tendero, V.M.: “Requena durante la II República”, en Crónicas Históricas de Requena (1 marzo 2019.
[8] Ayuntamiento de Requena, Libro de Actas, 9 y 23 de mayo 1935.
[9] Galán Tendero, V. M.: «¿Cómo se han pagado nuestras…”, p. 259, 261, 262.
[10] Consejo Municipal de Requena (CMR), Libro de Actas, 12 marzo 1936.
[11] CMR, Libro de Actas, 14 mayo 1936.
[12] CMR, Libro de Actas, 21 de mayo de 1936.
[13] CMR, Libro de Actas, 16 julio 1936.