Un opúsculo digno de tenerse en cuenta.
Recientemente, don Jaime Lamo de Espinosa, en otro gesto de su habitual generosidad, ha donado a la Biblioteca Pública de Requena la Relación verdadera y carta escrita a un caballero de la villa de Madrid por otro de Requena, en que le da cuenta del más portentoso caso que ha sucedido en España en una cueva que se descubrió en la sierra de Requena… La extensión del título no corre pareja a la de la obrita, reducida a cuatro hojas impresas en Sevilla en la Casa de Juan Cabezas. Respondería, pues, a la llamada hoja volandera que daba noticia a las gentes de algún suceso notorio de actualidad, sin retroceder ante los aspectos más fantasiosos o escabrosos para afirmar uno de los principios del pensamiento de su tiempo ante las gentes. Poco importaba que muchos fueran analfabetos, pues su reducido formato permitía que alguien con conocimientos lo leyera a una concurrencia durante un momento de asueto. En el siglo XVII Sevilla era todavía una de las grandes metrópolis europeas y del extendido mundo hispánico, pese a que decayó en relación al XVI. Su edición de hojas volanderas y libros de poesía resultó apreciable durante aquella centuria, según ha puesto de manifiesto Cipriano López Lorenzo. A su modo, la hoja volandera es un auténtico precedente de un tipo de periodismo y de escritos hoy en día difundidos a través de la red.
A primera vista, todo parece indicar que nos encontramos ante un ejemplo más de las exageraciones barrocas, tan poco gratas al pensamiento científico que terminaría por abrirse camino en el mundo intelectual. Su contenido parece muy cercano al de los falsos cronicones, habitualmente fustigados por su carencia de veracidad, y nos situaría en aquel mundo supersticioso que denunciaría más tarde Feijoo en su Teatro crítico universal. Hoy en día, los historiadores de la cultura se muestran más comprensivos con este tipo de obras al proporcionar una gran cantidad de datos sobre la mentalidad de las gentes del pasado. No es poco, y la Relación verdadera… brinda detalles muy jugosos.
Su posible autor.
Del mismo sabemos a ciencia cierta que fue un caballero de Requena que estuvo en Madrid, donde trabó amistad con otro de la Villa y Corte. Prefirió mantener su anonimato, quizá para que nadie le recriminara nada.
El autor sí que fechó su Relación a 6 de agosto de 1676, lo que nos ofrece una buena pista. A la altura de 1692 el único integrante que quedaba del declinante cabildo de los caballeros de la nómina era don Pedro Ramírez Pedrón, el que fuera guarda mayor de los campos de Requena en 1659. Como tal, era regidor perpetuo, podía entrar armado en los ayuntamientos y ejercer justicia tocante a montes y ganados. Persona de relevancia local, estaría muy atento a la reclamación de 1679 del procurador del común Juan Cros ante el Consejo de Castilla para que los caballeros de la nómina pecharan o contribuyeran.
Su posición, formación y conocimiento del término le permitirían escribir la Relación.
Un autor barroco.
Amante del género epistolar, tan puesto de boga por los humanistas, el autor dice escribir una carta, que hace pública en letra de impresa, a su interlocutor matritense, del que nada sabemos, acerca del más portentoso caso sucedido en España. Decía cumplir una promesa hecha tras partir de la Corte. La clásica contraposición entre la mundana vida de la ciudad y la bucólica rural le permitiría adentrarse en unos terrenos de fantasía, descritos en términos muy barrocos, en los que pretendía unir lo sutil con lo elocuente, lo elegante con lo atractivo y lo sublime con lo retórico, en un verdadero juego de paradojas. Con tal intentaría vislumbrar la secreta como misteriosa fábrica del Supremo Hacedor.
Desde esta óptica, bien podemos sostener que la cultura barroca estuvo bien asimilada a mediados del siglo XVII, con independencia del valor de las creaciones culturales, en los círculos rectores requenenses, en parte gracias al contacto con un Madrid sede de la Monarquía, donde las estancias por obligaciones legales auspiciaron los contactos personales e intelectuales. El conocimiento de las leyes era desde hacía tiempo una de las más preciadas armas de los caballeros. A diferencia de la más legista Granada, la Villa y Corte sí ejerció una clara influencia cultural sobre otras localidades, a veces no siempre bien reconocida. No es baladí que el autor presentara su relato como un informe, digno de los memoriales dirigidos a algún secretario de Consejo. Estos vínculos ayudaron a fortalecer la idea de España más allá del conglomerado de reinos regidos por un mismo monarca, como un espacio en el que una noticia producía similares reacciones de interés y de curiosidad, como un espacio sentimental propio.
El emplazamiento de la cueva de las Maravillas.
Tal cueva se localizaba al Este, al pie (en palabras del autor) del enmarañado pabellón del alba o rudo alcázar, en bruta monarquía del imperioso cetro de los años, de la sierra de Requena que todavía no llevaba el nombre de Juan Navarro, el que precisamente fuera acequiero en 1659.
Con igual lirismo, presenta su entrada como boca o bostezo de la tierra, en una personificación muy del gusto de la poesía clásica. Tampoco faltó la referencia clásica a la benéfica influencia del céfiro, el húmedo viento del Oeste mensajero de la primavera, un dios griego que se refugiaba en una cueva de Tracia. Hoy en día, estas referencias se nos pueden antojar pedantes, pero en su tiempo eran un signo de cultura de toda persona bien educada, que debía conocer y admirar la literatura mitológica greco-latina.
La cueva distaba de Utiel una legua y medio o un poco más de seis kilómetros, lo que nos permite identificarla con la cueva de los Mancebones.
La cercanía geográfica y la rivalidad con Utiel.
Nuestro autor no se privó de hablar de Utiel como un lugar pequeño, obviando la condición de ciudad otorgada por Felipe IV en 1645. Requena compartía con la localidad hermana muchas cosas, como la atención de las exigencias militares de la Monarquía. La disputa sobre el corregimiento ya pertenecía a años pasados, pero la rivalidad resurgía a veces por razones tan puntuales como la severidad del corregidor de Utiel Melchor Cabrera en 1653 hacia los que desde Requena pasaban colmenas y ganado al marquesado de Moya. Aquel año también embargó el trigo destinado a Requena desde La Mancha, en unas circunstancias muy difíciles.
La Relación, pues, da cuenta de forma sumaria de un relato sobre el hallazgo de la imagen de la Virgen del Remedio distinto del que sostiene que un pastor la encontró en el barranco de Santa María de Cullera. En este caso la encontraría una aldeana en 1244 en la entrada de la cueva. De esta manera, se intentó neutralizar la fuerza de la imagen de la Virgen del Remedio, dispensadora según la tradición de grandes milagros, como elemento sacrosanto de la localidad vecina. Tal intento no tuvo éxito.

Un punto mágico.
La presencia allí de la imagen de la Virgen del Remedio no impidió que el autor refiriera una verdadera historia de brujas, que más allá de lo puramente fantástico y anecdótico tiene una singular importancia. No es habitual que en la documentación local aparezcan referencias a brujas. En su documentado estudio sobre la actuación del Santo Oficio en nuestra comarca, José Alabau indica que en el siglo XVI abundaron en el cercano marquesado de Moya las acusaciones de niños ahogados o magullados en sus camas por culpa de las brujas.
Precisamente, la cueva propiamente dicha se descubrió en 1592, en un momento de inquietud por la brujería en muchas comarcas de Europa, de la siguiente manera. En una noche de tormenta el pobre Juan de las Eras, vecino de Requena, se perdió por los parajes serranos y unas brujas se lo llevaron a la cueva. Cuando salió de allí tenía once años de más y las extremidades dislocadas. Tales cuentos ayudan al historiador a conocer la difusión de una mentalidad ciertamente supersticiosa, que llevó ante la Inquisición a muchas mujeres, aunque en España la mayoría no terminaran en condenas a muerte en la hoguera como en Inglaterra.
Interés y curiosa descripción de la cueva.
Se asegura que la cueva era visitada por particulares de España y otros países, sin especificar nada más. Desde 1612 se vino observando que una gotera de cristalina agua daba forma a su interior, lo que extrañaba al autor al carecer el paraje de un riachuelo. Los conocimientos de geología todavía no estaban muy avanzados.
A la hora de describirla, el autor desvela un verdadero templo:
-En su testera hay un altar de cinco gradas, la última primorosamente decorada.
-Se aprecia en el altar un cáliz, seis candeleros, un misal abierto, la figura de un sacerdote, una custodia y una imagen de la Expiración del Redentor, en la cruz a punto de morir.
-A la derecha del Redentor, hay una imagen de la Virgen al modo de la de los Remedios.
-A la izquierda, se encuentra San Juan Evangelista.
-En los laterales aprecia un desvelo de una catedral, con una capilla a la derecha con la Visitación de Santa Isabel y otra a la izquierda con la Negación de San Pedro.
-También observa el autor un púlpito, cuatro confesionarios, sus respectivos confesores, siete mujeres y doce hombres escuchando misa, con las espadas al cinto, sus capas y sombreros en mano.
Anota que el cuerpo de la cueva o angelical custodia era de más de 29 metros de largo y casi 13 de ancho.
La descripción, verdaderamente exagerada, habla más de las creencias del autor que de otra cosa, ya que describe un verdadero templo de la Contrarreforma, con especial atención al culto.
Con tales planteamientos, se justifica que no se hubieran puesto puertas a la entrada de la cueva y otro relato prodigioso en la Relación.

Una muestra prodigiosa.
Para ganar el interés de los más doctos, a los que se invitaba a visitar la cueva, se refiere que el 23 de agosto de 1675 el ganadero Juan Bautista de Miranda iba perdido a medianoche por la sierra, hasta que llegó a los umbrales de la cueva santuario. Contempló allí una procesión de misteriosos penitentes con hábitos blancos y velas en las manos. Uno de los que la gobernaban le puso en las manos su vela, lo puso en su lugar y el sorprendido Juan Bautista dio una vuelta a su alrededor, momento en que despareció la procesión.
Al pastor le dejaron la vela convertida en jaspe, de forma ochavada, de 0´8 metros de altura, con cinco letras caldeas, doce latinas y ocho mosaicas. Era un jeroglífico que no se había descifrado, tan del gusto del Barroco una vez más. No se sabía si se trataba de una promesa de victorias militares para las católicas armas de España, en guerra contra la Francia de Luis XIV, o de la promesa de encontrar los cuerpos encubiertos de unos santos.
Más allá de lo puramente fantástico, se aprecia el interés del autor por mostrar ante muchos las riquezas ocultas del término de Requena, cuyas dehesas ya no dispensaban los provechos de comienzos del siglo XVII. En la década de 1680 comenzarían a cobrar fuerza las roturaciones coincidiendo con el declive de la caballería de la sierra dependiente del cabildo de los caballeros de la nómina. Por otra parte, se trataba de sacralizar la patria chica del autor en una línea, ciertamente exagerada, que no sería retomada por autores como Domínguez de la Coba posteriormente.
Un relato fantástico en los comienzos de la espeleología.
Las cuevas mágicas no fueron infrecuentes en el paisaje del Barroco español. A comienzos del XVII alcanzaron celebridad las cuevas de Salamanca y de Toledo, donde según ciertos relatos (al modo del de Ruiz de Alarcón en 1613) el diablo enseñaba a sus seguidores las artes de la brujería.
Con el paso de las décadas, otros autores pusieron mayor racionalidad. El jesuita Atanasio Kircher está considerado uno de los iniciadores de la espeleología. Escribió El mundo subterráneo, publicado en 1664-65, donde recogió sus experiencias e investigaciones a lo largo de los años. Intelectual infatigable, buen conocedor del griego y del hebreo, estudió el chino e intentó descifrar los jeroglíficos egipcios. Con él se carteó otro intelectual inquieto, el cisterciense Juan Caramuel, un estudioso español de las lenguas, entre otras disciplinas. Espeleología y desciframiento de escrituras fueron de la mano en el XVII.
La Relación no forma parte de la segunda línea, sino de la cristianización de la segunda. De todos modos, evidencia la seducción que el mundo subterráneo ejercía sobre muchas personas del Barroco.
Evidencias de los iberos en la cueva.
Con independencia de tal Relación, la cueva de los Mancebones ha dispensado a los arqueólogos huesos y fragmentos cerámicos iberos.
Una teoría, bastante razonable, sostiene que muchos lugares mágicos y criaturas fantásticas de Europa no son otra cosa que supervivencias del paganismo, que el cristianismo trató de anular o de asimilar. Así pues, la brujería sería la manifestación de una antigua religión. En el caso español, la Reconquista y la Repoblación desplazaron a poblaciones anteriores islamizadas y no sería aplicable tal teoría. Alrededor de la cueva de las Maravillas no se encontrarían vestigios de paganismo, pero sí usos de la cultura popular magnificados por nuestro autor.
La civilización ibera tomó varias cuevas de nuestra comarca como santuarios o espacios sacros. Los historiadores han destacado la importancia que tuvo la religión en el anudamiento de los lazos de una comunidad política de la Antigüedad, más o menos extendida territorialmente. Entre los griegos descolló el santuario de Deméter en Antela, reverenciado por distintos pueblos que fueron conformando la anfictionía o confederación religiosa de Delfos. Llegó a estar muy organizada y tuvo una gran relevancia para los griegos. Sin conseguir ser el embrión de una unidad política, expresó una identidad cultural común.
Es posible que entre los iberos se diera, con todas las precauciones, una especie de anfictionía, que en nuestro caso es muy difícil de verificar por el desconocimiento que todavía tenemos de su idioma y por la cantidad de cuevas con restos arqueológicos en nuestra comarca. Los Mancebones no parece a primera vista la sede de algo mayor, pero la belleza de sus profundidades ha atraído a personas de distintas épocas, de las de la Edad de los Metales al autor de la Relación.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Actas municipales de 1650-59 (2740) y de 1686-95 (3269).
Relación verdadera y carta escrita a un caballero de la villa de Madrid por otro de Requena, en que le da cuenta del más portentoso caso que ha sucedido en España en una cueva que se descubrió en la sierra de Requena…
Bibliografía.
ALABAU, José, Inquisición y frontera. La actuación del Tribunal del Santo Oficio en los antiguos arciprestazgo de Requena y vicariato de Utiel (en el obispado de Cuenca), Cuenca, 2015.
LÓPEZ LORENZO, Cipriano, Imprenta y poesía en la Sevilla del siglo XVII (1621-1700): repertorio y estudio, Tesis doctoral de la Universidad de Sevilla, 2016.
RUIZ DE LA PUERTA, Fernando, La España encantada. Guía de las cuevas mágicas y de los seres encantados de España, Toledo, 2004.