En 1890, Enrique Herrero y Moral nos habla de Hortunas como una partida «muy montuosa y quebrada” y “con muchas leñas de monte bajo y pinos carbonables”. En la actualidad, dicha aldea se encuentra rodeada de hermosos pinares, algunos de ellos quemados en el verano de 1994, lo que la convierte en una de las más forestales del término de Requena, sin olvidar la rica huerta regada con las aguas del Magro.
No obstante, la morfología de esta zona era bien distinta hasta hace apenas unos 200 años. La especie forestal predominante era la encina, o carrasca como es llamada localmente, y la Típica formación autóctona tras la acción antrópica: la dehesa. Prueba de ello son los libros de propios y arbitrios, que permiten conocer parte de la historia de las mismas, entre ellas la de Fortunas, habiéndose encontrado información acerca del valor de la misma desde el siglo XVI (1521-1522) hasta comienzos del siglo XIX (1802).
La primera referencia documental encontrada, sin embargo, data de 1402. Se trata de la más antigua delimitación de dicha dehesa hasta ahora conocida. En ella se describen los parajes por los cuales iba el linde que la separaba de otras fincas o términos.

Comenzaba en el antiguo azud del río, que indica la presencia de un sistema de regadío con sus consiguientes huertas, y continuaba por la loma arriba, muy posiblemente la denominada actualmente Loma de Enmedio; por las vertientes adelante hasta la cañada de la Grajuela, topónimo conservado hasta hoy como el Cerro de la Grajuela, cercano ya a la Casa de La Castellana.
Desde allí descendía a la Casa de Don Fernando, que Fermín Pardo sitúa muy cerca del caserío de Hortunas de Abajo puesto que, a continuación, nos dice la hitación que llegaba el linde al Río de la Vega, ahora Río Magro, donde fenece la Rambla de la Fuen Viche, algo más abajo y frente a la fuente de La Canaleja. Proseguía subiendo por las vertientes adelante por la cima del madroñal, denominación hoy desaparecida pero que podría situarse por los montes de La Muela, que divide las vertientes del otrora río de la Vega y de la Rambla de la Fuen Viche, zona de umbrías y solanas respectivamente. Al ser parte más húmeda la cara que da a Hortunas, podrían desarrollarse los madroños (o madroñeras) con mayor facilidad, pues esta especie rehúye las solanas calurosas, y que de esta curiosidad provenga el nombre de dicho accidente topográfico.
Seguía el límite, como nos indica dicho documento, por estas vertientes hasta llegar en par de la rambla de la cueba de la Figuera, arroyo actualmente seco conocido por todos los hortuneros como la Rambla, o la Rambla de la Higuera. Este curso de agua nace pasada la aldea de La Portera, al otro lado de la carretera de Requena a Almansa; pasa junto a la Casa de la Cueva Zapata; cerca de la Casa del Pinar, y se adentra en el Río Magro junto a Hortunas. Desde este punto, subía el linde río arriba hasta el Azud, donde se cerraba la antigua Dehesa de Fortunas.
Esta misma hitación se confirmó en años posteriores, como en las delimitaciones de 1486, incluida en el Libro de Montes, 2; o la de 1742, perteneciente al Libro de Montes, 3.
El valor de la dehesa fue variando a lo largo de los siglos. Encontramos que a principios del siglo XVI rentaba al año unos 5.000 maravedíes, que fue incrementándose hasta alcanzar a finales de siglo un máximo de 24.000 mrs. Esto podría deberse a un aumento de la actividad ganadera lo que, unido al mantenimiento de la oferta (las dehesas existentes en aquel momento) haría subir el precio a los arrendatarios. Desde principios del siglo siguiente hasta, aproximadamente, 1661, el precio fue a la baja, año en que volvió a ascender hasta alcanzar los 22.000 mrs. Debido a la devaluación monetaria de tiempos de Carlos II y a un posible descenso del número de ganaderías, su valor cayó, en 1802, hasta niveles similares a los de 1521 en lo nominal.
Las referencias posteriores a esta fecha se hacen más escasas, lo que coincidiría con la roturación masiva de dehesas del término de Requena y limítrofes. La roturación de dicha dehesa fue radical, puesto que apenas han llegado a nuestros días alguna carrasca centenaria y solo están presentes en la partida pequeños y escasos ejemplares, como los sitos en el paraje de Las Hoyuelas o el de la carretera frente a Hortunas de Abajo. Esta roturación pudiera haber comenzado décadas antes en las cercanías del azud y terminar río abajo, a partir del Decreto de las Aguas Vertientes (1704). Gran parte de la extensión de la dehesa ocuparía la actual fértil huerta, que se ensancha desde la propia aldea, configurada por las llamadas quinchas (grandes pedazos de huerta o monte). Las zonas no aptas para el cultivo fueron reforestadas, empleando para ello el pino carrasco, especie de rápido crecimiento y gran aprovechamiento forestal, que daría lugar al paisaje que conocemos a día de hoy.
Son por tanto 400 años de historia de la Dehesa de Fortunas (1402-1802), que corrió la misma suerte que las del resto de la comarca: taladas para madera, roturados los terrenos para cultivo y relegadas, únicamente, a los escritos fielmente guardados a expensas de conocer algo más los orígenes de nuestro territorio, en constante evolución y transformación.

Agradecimientos a Víctor Manuel Galán Tendero, por la información prestada procedente del AHMR (Libros de Montes y de Propios y Arbitrios) y los consejos para realizar el estudio; y a Víctor Hernández Ochando, por la elaboración del hipotético mapa de la Dehesa de Fortunas.