Un tiempo de relativa bonanza.
Al comienzo de la década de 1760 el Santo Hospital de Pobres de Requena vivió un momento prometedor, a tono con el optimismo que con frecuencia se atribuye al Siglo de las Luces. Más allá de grandes reformas capaces de mover montañas nos encontramos con el trabajo callado y constante de varios administradores desde 1750.
El rigor de las visitas fue crucial junto a otros activos. Comenzó a ganar peso la explotación de los bienes raíces asociados al Hospital, como las diez tahúllas de taulas sitas en el camino de Iniesta, que rindieron 900 reales anuales, siendo arrendadas en 1760 por Miguel Montés y por Juan de Cros al año siguiente. También se arrendaron cuevas, como la alquilada a María Oller por 44 reales al año.
La mentalidad productivista, recomendada a partir de 1750, se hizo patente en los 750 reales obtenidos de las treinta fanegas de hilaza con seguidas de las susodichas taulas en 1766. También se cuidó la consecución de mandas testamentarias, en la línea de la institución, como la de Ángela Enríquez.
La contabilidad, expresada en reales, acredita este buen momento:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1760 4.788 2.838 1.950
1761 5.272 2.476 2.796
1763 6.834 3.046 3.788
1764 6.147 2.540 3.607
Época de motines.
Las cosas empezaron a torcerse pronto, cuando la falta de alimentos condujo a muchos requenenses a una situación desesperada. Las primeras medidas ilustradas de los gabinetes de Carlos III, tendentes a ciertas liberalizaciones de viejos controles, se aunaron con años de malas cosechas.
De estéril y calamitoso fue calificado el año 1765, careciéndose del trigo necesario. Ante la dificultad de los tiempos la ciudad de Valencia optó por tomar el cereal destinado a Requena. La limosna municipal a los pobres labradores se consideró obligada. La atención hospitalaria fue requerida con mayor insistencia, como se verifica en sus cuentas:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1765 5.838 4.176 1.662
La situación empeoró al año siguiente. Muchos arrendatarios de las suertes de tierras concejiles se quejaron amargamente de no poder pagar los apremios de sus pensiones por culpa de los hielos primaverales.
El 19 de abril el corregidor y los munícipes temieron que las cuadrillas populares se tumultuaran, como sucedía en otros puntos de España desde marzo en los llamados motines de Esquilache. Se evitó el desorden moderando en lo posible el precio del pan, y recurriendo al Hospital, que acusó bastante el golpe, pues los problemas de abastecimiento se arrastraron durante demasiado tiempo.
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1766 4.809 4.296 513
1767 3.535 4.813 –1.278
1768 3.533 2.511 1.022
1769 4.943 5.607 –664
1770 4.188 4.136 52
Un prelado combativo.
Don Isidro de Carvajal y Lancaster, obispo de Cuenca (1760-71), preocupado por el estado de su diócesis, protagonizó una sonada disputa con la administración real.
Este descendiente de Enrique II y de Moctezuma, hijo del conde de Laurajada y hermano del famoso ministro de Fernando VI, nacido en Toledo en 1713, criticó el regalismo en un memorial-ajustado en 1768, quejándose de los cuantiosos gravámenes soportados por la clerecía y exigiendo concilios provinciales y nacionales, al estilo visigodo, para solventar los males de España. Interpretó las derrotas ante los británicos como un castigo del cielo ante la insolencia ilustrada.
Su postura mereció la reprobación del gobierno, que contempló con desagrado los afanes rigoristas de un eclesiástico imbuido del espíritu rigorista de la Contrarreforma, que abogó por la separación en el Hospital de hombres y mujeres en 1763, evitando toda promiscuidad.
Ya vemos que las condiciones diarias hospitalarias distaron de ser moralmente idóneas para muchos responsables, quizá como consecuencia de la concentración de muchos necesitados en ciertos momentos de dificultades. Asimismo, la figura de don Isidro plantea una cuestión llamada a tener un largo recorrido en Requena a partir del siglo XVIII, el de la responsabilidad de la Iglesia en la cuestión social, pues el prelado creyó que muchos la habían convertido en el chivo expiatorio de sus fracasos. Una gran polémica acababa de comenzar.
Un punto de agria polémica.
El Hospital no se vio libre de controversias, como la surgida alrededor de la enseñanza de filosofía y teología a cargo de la institución.
En 1667 García Dávila había destinado un importante legado para la fundación de un colegio que preparada a los mozos para acceder a la universidad, pero sus buenos propósitos no alcanzaron el éxito deseado. Algunos prohombres procuraron relanzar la idea llamando a los padres escolapios a Requena en 1732, pero la fuerte oposición combinada de carmelitas y franciscanos lo impidió.
En 1749 el licenciado don José Domingo Ferrer legó unos fondos con destino a la enseñanza local, que pasaron al Santo Hospital siguiendo la disposición real del 19 de octubre de 1748 que confiaba los estudios de gramática a los hospicios y otras instituciones de caridad.
El patronato del Hospital recayó en 1764 en el cura párroco de San Nicolás don Pedro Ramírez Iranzo. En el adverso 1767 se proseguía un enojoso pleito ante la Real Chancillería de Granada sobre la posesión de los vínculos de José Domingo Ferrer.
Todo ello contribuyó a encrespar los ánimos, y en 1775 el grupo de los Ferrer obligó a renunciar a don Pedro Ramírez Iranzo aprovechándose de la difícil situación de la institución. Las discrepancias entre los partidos familiares de la localidad terminaron afectándola.
Los agotadores problemas de gestión ante la persistencia de los problemas.
En el invierno de 1771 se consiguió bajar el precio de los granos haciendo uso de las redes de trajineros y de las cabañas de ganaderos. Sin embargo, el afán de beneficios ocasionó que ya en el otoño de aquel año los cabañeros de La Mancha prefirieran vender el trigo en el populoso reino de Valencia.
Desde el corregimiento se intentó promover la economía local cuidando con mayor detenimiento la gestión del Pósito, fomentando las fábricas de seda y atendiendo al estado de los montes, pero mucho de ello quedó en buenos propósitos. Ser depositario del Pósito se convirtió en una penosa obligación a la altura 1772-73, tratándose de exonerar Manuel Nicolás Sánchez de semejante responsabilidad. Visto que no bajaba el coste del pan se tuvo que echar mano de las tercias reales.
En el Hospital el patrono don Pedro Ramírez Iranzo, cura de San Nicolás, y el mayordomo don Pedro de la Cárcel Marcilla tuvieron que enfrentarse a estos difíciles años, como se refleja en la contabilidad:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1771 4.730 4.588 142
1772 4.348 4.527 –179
1773 3.462 4.220 –758
1774 4.227 3.820 407
En 1775 se trazaron nuevas directrices de gestión tras obligar a renunciar al patronato a don Pedro Ramírez Iranzo. Se encargó del patronazgo al presbítero y vecino del Hospital don José Ferrer Herrero entre el primero de enero y el 31 de agosto del 75. El mayordomo bajo su responsabilidad, Francisco Herrero y Sánchez, individualizó los siempre espinosos censos. En lo que restó del año volvió a encargarse don Pedro con la mayordomía de Marcos Solano Pérez. Este episodio presenta tonos de bandería.
De todos modos este borrón y cuenta nueva sólo consiguió aminorar las aristas de la situación:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1775 2.558 1.998 560
1776 5.686 5.693 –7
1777 3.926 3.778 148
1778 6.415 5.741 674
La redención de censos aportó fondos puntualmente, pero al final el remedio fue flor de invernadero:
1779 3.710 3.393 317
En este ejercicio se consiguió tan corto alcance merced al sobrante aportado por el corregidor por una corrida de vacas.
En el fondo todos estos problemas iban mucho más allá del acierto de un individuo en sus tareas o de la oportunidad de alguna medida. Los problemas de abastecimiento que redundaron en un aumento de la pobreza no sólo derivaron de los años de malas cosechas, sino también de la errática política seguida por la Requena de la Ilustración, al igual que en otras localidades españolas. A la par que la población crecía las autoridades no reforzaron con eficacia ni el Hospital ni el Pósito, valladares tradicionales contra el aumento de las bolsas de pobreza del Antiguo Régimen, mientras la mentalidad individualista ganaba terreno entre muchos labradores y hombres de negocios requenenses, anteponiendo el beneficio propio a otras consideraciones de manera tajante, expresándose ya en unos términos que prefiguraron el moderno liberalismo.
Se intenta un nuevo estilo de gestión.
La visita rigurosa promovida por el obispo don Felipe Antonio Solano, que rigió la diócesis de Cuenca entre 1779 y 1800, no resultó baladí. Varón ilustrado, hijo de los marqueses de Ariza, se interesó por el aliento de la sedería y la atención a la infancia. Algunos lo han considerado un jansenista.
Se practicó en consonancia una rigurosa revisión documental, procediéndose a realizar inventario y a la debida actualización de los libros de contabilidad. Con posterioridad a la visita, el 5 de junio de 1782, el mayordomo Marcos Solano Pérez solicitó entrar en el domicilio de don Pedro Ramírez Iranzo para rendir cumplidamente cuentas, recuperándose libros sin firmar de una contabilidad no bien contrastada (como sucedió en el Pósito antes de 1746).
Gracias a ello se reconocieron debidamente los censos de la institución, demostrándose que el legado que el doctor Matías Ferrer de Arcas había hecho en 1746 todavía no se había sustanciado. Se redimieron censos por valor de 2.550 reales en 1780, y también se exigió que los deudores pagaran, arrancándose en 1781 unos 584 reales.
Con vivacidad se planteó para allegar dineros y simplificar la gestión subastar casas y taulas, pero Marcos Solano no accedió y pidió ser relevado de la mayordomía por su discrepancia. Se anunciaba una política de la institución más atenta al cuidado y acrecentamiento de su patrimonio inmueble, la de la posterior Era de los Enríquez de Navarra.
Asimismo la mejora de los beneficios de la ropa se inscribía dentro de las tendencias artesano-industriales coetáneas. La evolución de la contabilidad comenzó a presentar una tendencia más halagüeña:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1780 7.072 6.593 479
1781 3.924 3.033 891
1782 5.058 3.053 2.005
1783 4.848 2.983 1.865
1784 6.074 3.833 2.241
1785 5.268 5.807 -539
1786 4.357 2.838 1.519
1787 5.469 3.317 2.152
1788 5.537 2.719 2.818
1789 7.203 2.648 4.555
1790 8.089 2.888 5.201
Hemos de tener presente que se lograron unos resultados ciertamente apreciables gracias a usos como acumular el activo del ejercicio anterior en la partida de ingresos (llegando a representar a veces hasta la mitad de todas las entradas), perseguir con mayor empeño a los recalcitrantes deudores, captar la buena voluntad de nuevos donantes, y gestionar con detenimiento el patrimonio inmobiliario del Hospital: se apuntó en 1786 cuidadosamente que las taulas no se habían sembrado de melones.
En 1784 constatamos que el 11´3% de los ingresos procedían de los censos cobrados con atraso, el 35´4% de los censos redimidos, el 24´2% de la explotación de las taulas, el 12´6% de la de las casas, y el 16´4% de los fondos de las memorias pías. Los gastos de atención hospitalaria se rebajaron, pero las futuras dificultades exigirían su aumento, sirviendo de acicate de la apuntada política patrimonial de adquisición y cuidadosa gestión de bienes raíces.
Fuentes.
ARCHIVO DE LA FUNDACIÓN DE POBRES DE REQUENA.
Libro de cuenta y razón de los censos (1701-69). Primer libro de la serie.
Libro de cuenta y razón de los censos (1770-1801). Segundo libro de la serie.
ARCHIVO MUNICIPAL DE REQUENA.
Libros de actas municipales de 1765-67 (3257), 1772-73 (3335) y 1785-88 (2738).
