Los Enríquez de Navarra.
A partir del ejercicio contable de 1805-06 el párroco de San Nicolás Dionisio Enríquez de Navarra, que ejercía el patronato del Hospital de Pobres de Requena, contó con la valiosa colaboración de su sobrino José Antonio en la mayordomía, sustituyendo a Francisco Antonio Herrero en la complicada administración de la institución.
Los dos parientes permanecieron durante muchos años (años a la sazón muy problemáticos) al frente de tales responsabilidades. Dionisio falleció en 1827 y José Antonio se despidió de la mayordomía en 1829 aduciendo razones familiares. Habían trabajado, pues, codo con codo durante un tiempo al que bien le cuadra la denominación de Era de los Enríquez de Familia tanto por su duración como por su estilo de gestión.
Los Enríquez de Navarra constituían uno de los más destacados linajes caballerescos de la Requena de finales del Antiguo Régimen, que había afirmado sus posiciones a lo largo del siglo XVIII. En el Catastro del marqués de la Ensenada don Juan Enríquez de Navarra, de sesenta y seis años, declaró una considerable fortuna en tierras de secano y de regadío, en viviendas y en ganado, contando con un importante número de criados y servidores. Su nieto Juan ingresó en la Orden de Santiago en 1779. Entroncaron familiarmente con los Ferrer de Plegamans, los Carcajona y más tarde con los Mayans de Onteniente. Los miembros de esta familia asumieron plenamente los usos aristocráticos de la sociedad coetánea sin renunciar a todo negocio que redundara en el acrecentamiento de su patrimonio, llegando a poseer su rama principal en 1821 cerca de novecientas hectáreas de cereal en el término.
Dionisio y José Antonio disponían de una valiosa experiencia en el mundo de los negocios y del trato social.
El restablecimiento de las cuentas.
A la altura de 1805 la situación resultaba crítica para un Hospital asaltado por los problemas asistenciales de una sociedad en quiebra. En la medida de lo posible los dos parientes trataron de diversificar las fuentes de ingreso de la institución recurriendo a los espectáculos taurinos, medida ya ensayada en años anteriores con desigual fortuna.
En 1805-06 las cuatro corridas de novillos de septiembre aportaron 2.087 reales (el 27´2% de todos los ingresos), las limosnas 1.752 reales (22´8%), los censos 1.103 (14´4%), el novillo dispuesto por Juan Antonio Martínez el Chulo 600 (7´8%), los pagos por altas hospitalarias 593 (7´7%), los despojos y las maderas 400 (5´2%), los beneficios de las pieles de toro 355 (4´6%), los de los cómicos italianos 300 (3´9%), las limosnas de soldados hospitalizados 163 (2´1%), la venta del estiércol 128 (1´6%), la de otras pieles 80 (1%), la venta de la casa del castillo 60 (0´8%) y la de los efectos de los fallecidos en el Hospital 48 (0´6%).
Las fuentes tradicionales de entrada de dinero de los legados píos y los censos mostraban sus limitaciones a las claras. Los espectáculos taurinos también acusaban serios inconvenientes como el de su cuantioso montante y el del empobrecimiento de una población incapaz de pagar muchas entradas. El resultado fue puntualmente bueno, aunque insuficiente a la larga:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1805-06 7.670 7.658 12
1806-07 18.469 12.157 6.312
De tal modo que las cuentas del último ejercicio se tomaron en enero de 1808, decantándose por el arrendamiento de los bienes del Hospital a individuos como Francisco Cepeda (capaz de rendir 5.650 reales) o Manuel Pardinillos, que aportó 4.420. Una gestión más atenta al negocio se terminó por imponer en vísperas de la guerra de la Independencia.
Se sortea la guerra de la Independencia.
Uno de los episodios más cruentos de nuestra Historia ha sido la guerra contra el imperio napoleónico, que coincidió con el hundimiento del Antiguo Régimen. El mantenimiento de las fuerzas españolas resultó tan pesado como el de las bonapartistas para las haciendas municipales, como la de Requena, que tuvieron que echar mano de sus bienes comunales y de las reservas del Pósito.
En junio de 1808 Requena consiguió evitar la dominación francesa con dificultades y hasta fines de 1811 mantuvo una continua asistencia a las fuerzas españolas en liza. Sin embargo, los napoleónicos consiguieron dominarla desde enero de 1812 a junio de 1813. La llegada de las tropas del general Elio añadió no escasas dificultades a la población.
El balance de las cuentas hospitalarias fue positivo a nivel general, lejos de las dificultades de comienzos del siglo XIX:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1808 13.062 9.610 3.452
1809 14.913 11.148 3.765
1810 18.174 8.035 10.139
1811 17.098 4.985 12.113
1812 19.030 10.501 8.529
1813 17.259 8.383 8.876
1814 26.626 8.316 18.310
Tal resultado se consiguió economizando los gastos de hospitalización y acumulando los alcances en la medida de lo posible. La instauración de un hospital militar napoleónico en la loma del convento de San Francisco en 1812 ayudó al respecto. A veces se consiguió la limosna de algún individuo acaudalado, como el caballero fallecido en Cádiz que en 1808 dispensó 2.250 reales. Las tropas de paso a veces pagaron los pagos de hospitalización, satisfaciendo las españolas entre marzo y julio de 1810 unos 3.092 reales (el 17% de las entradas anuales) y 2.870 entre junio y agosto de 1813 (el 16´6%).
En todo momento el patrono y el mayordomo supieron estar a la altura de las circunstancias, llegando a negociar con unos y con otros según las conveniencias. Los Enríquez de Navarra siguieron el astuto proceder de los poderosos locales, temerosos de las acciones de las guerrillas y necesitados de la protección dispensada por las fuerzas regladas, aunque fueran extranjeras. Que la situación no era agradable lo demuestra que el obispo de Cuenca Ramón Falcón de Salcedo instara al párroco de San Nicolás a proseguir su quehacer en enero de 1810.
El retorno del absolutismo.
Los primeros liberales requenenses arrostraron la persecución del absolutismo del retornado Fernando VII, convirtiéndose nuestra localidad en un importante punto de paso militar entre Valencia y Madrid. Mantener a las tropas volvió a perjudicar a las castigadas arcas locales. Sin embargo, los Enríquez de Navarra prosiguieron gestionando el Hospital según el estilo ejecutado durante la pasada guerra, lográndose buenos resultados:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1815 36.455 9.598 26.857
1816 44.313 18.968 25.345
1817 34.330 12.787 21.543
1818 39.295 16.619 22.676
1819 36.023 10.447 25.576
Los ingresos reales anuales, descontados los alcances anteriores, eran más modestos que los reflejados. En 1817, por ejemplo, se consiguieron 8.985 reales o el 26% del total.
Se intentó rentabilizar el patrimonio del Hospital rehaciendo casas y adquiriendo nuevos bienes, especialmente en Hórtola. Se gestionaron cuidadosamente los bienes de la fundación del cura Pedrón y de José Domingo Ferrer, cuyas taulas rentaron 4.002 reales y la labor de los rincones 3.196.
Este sistema tuvo su talón de Aquiles en los arrendadores y donantes que no podían hacer honor a sus compromisos en un tiempo difícil. En 1819 unos doce deudores debieron la suma de 8.086 reales.
El fugaz Trienio Liberal.
La experiencia liberal de 1820-23 no trastocó el sistema de administración del Hospital, que permaneció en las mismas manos, registrándose los siguientes resultados:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1820 34.715 25.468 9.247
1821 19.985 15.182 4.803
1822 17.389 10.482 6.907
1823 19.115 9.530 9.585
Las deudas mermaron el volumen de los alcances, rondando los 8.379 reales en 1823. Para socorrer en teoría a los enfermos se tuvo que concertar un préstamo al 3% en forma de censo redimible de 10.000 reales en 1820. También se recurrió a la venta de géneros, al igual que se practicaría en el Pósito, y en 1823 se comercializaron 20 fanegas de trigo por 800 reales, 10 fanegas de cebada por 150 y 22 de avena por 220, lográndose la suma de 1.170 reales.
Los negocios en la Década Ominosa.
El nuevo cambio político, impulsado en España por la intervención francesa, no alteró la gestión y el proceder de los resistentes Enríquez de Navarra, que hasta 1828 consiguieron anotar estas cifras:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1824 26.834 9.161 17.673
1825 34.908 18.888 16.020
1826 27.650 9.858 17.792
1827 28.473 9.356 19.117
1828 35.253 20.013 15.240
Las ventas de granos en 1825 proporcionaron 1.248 reales y 1.810 en 1826. También se consiguieron en 1825 1.511 reales por las hospitalizaciones de 1821-22 de los militares convalecientes.
Ante los deudores se adoptó una posición enérgica, privándose en 1827 a Tomás Huerta de una taula y media por no pagar, transfiriéndose por 80 reales a José Fons por un año en busca de la rentabilidad. Se amplió el patrimonio del Hospital con la compra de una casa a José Pérez-Duque por 1.801 reales, de tierras campas por valor de 1.733, de cuatro pedacillos de tierras en las Casas de la Portera por 732 y unas 627 viñas en Hórtola por 502. No en vano se pagaron en 1828 por impuestos de adquisiciones unos 4.339 reales. Dionisio y José Antonio gestionaron el Hospital como un patrimonio señorial de finales del Antiguo Régimen, más atento a la consecución de tierras y a la venta de sus productos que a la de censos difíciles de cobrar pasado un determinado tiempo.
Epílogo del patronazgo antiguo del curato de San Nicolás.
En 1828 la muerte alcanzó al veterano Dionisio, sustituyéndole en el patronato el presbítero José Ponce y Zanón, el nuevo cura de San Nicolás. Al año siguiente José Antonio se despidió de la mayordomía al faltarle su apoyo familiar, aduciendo tener que ocuparse de su hermana monja y de una numerosa familia. Ciertamente no se sintió a gusto con la nueva situación. La gestión realizada por los Enríquez de Navarra quedó tocada en consonancia. En 1830 se encargó de la mayordomía interinamente Juan Antonio Martínez Gimilio y de forma más definitiva al año siguiente Manuel Ponce, lo que no dejó de ser un intento de nueva dinastía al frente del Hospital, que careció del acierto y fortuna de la anterior:
INGRESO DISPENDIO ALCANCE
1829 21.332 18.605 2.727
1830 9.471 7.169 2.302
1831 8.719 8.441 278
1832 11.423 8.533 2.890
1833 11.828 8.734 3.094
1834 9.440 9.741 –301
Las deudas alcanzaron los 6.341 reales en 1834. El comienzo de la primera guerra carlista agravó la situación, con la que tuvo que bregar el nuevo patrono José Castro Otáñez:
1835 8.277 8.475 –198
1836 7.421 13.087 –5.666
1837 5.676 15.319 –9.643
1838 6.655 14.133 –7.478
Al final el 11 de enero de 1839 la Junta de Beneficencia se hizo cargo del Hospital. Su entrada se reducía a 3.035 reales, ya comprometidos por un dispendio de 2.184.
Se apremió en vista de ello a treinta y tres censalistas con atrasos desde 1834 a cumplir sus obligaciones, así como a los renteros Francisco Pérez-Duque (deudor de 1.308 reales), Antonio Gómez (de 1.257), Antonio Calomarde (de 668), Nicolás Navarro (de 650), Antonio García (de 348) y Francisco Navarro (de 316). Precisamente en 1857 figuraron como compradores de los bienes del desamortizado Hospital Antonio Navarro (con 3.264 reales en el Derramador), Francisco Pérez-Duque (con 1.382 en Hórtola y los Pedrones) y Antonio Calomarde (con 1.533 en los Pedrones).
Se lograron finalmente 11.482 reales para afrontar el pago de 6.538. El 12 de febrero de 1841 se requirió la presencia en las casas consistoriales de Juan Antonio Enríquez de Navarra por irregularidades. Triste epílogo de su era de casi un cuarto de siglo.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO DE LA FUNDACIÓN DEL HOSPITAL DE POBRES DE REQUENA. Libro de cuenta y razón de 1802-03 a 1838 (tercer libro).
Bibliografía.
GARCÍA RODRÍGUEZ, Alfonso, Propiedad y territorio. Las desamortizaciones del siglo XIX en Requena, Centro de Estudios Requenenses, 2014.
