El equilibrio de una sociedad se asemeja muchas veces al de un castillo de naipes. El desplazamiento de una carta pone en riesgo toda la construcción, con resultados poco agradables.
La Castilla de Felipe III, como otros reinos de la Europa coetánea, dependía estrechamente del fruto de las cosechas, y los años de vacas magras comportaban un horizonte oscuro, aunque su complejidad de sus instituciones económicas ya era apreciable.
Era visible, a comienzos de agosto de 1614, que la cosecha de trigo había sido muy corta en tierras de Requena. De encadenarse varios años agrícolas malos, la situación podía ser francamente terrible, y las enfermedades encontrarían una puerta abierta para hacer de las suyas. Era una posibilidad muy real de no disponer los labradores de la simiente necesaria para la siembra siguiente.
Las autoridades municipales, conscientes del peligro, aprobaron el empleo de los recursos del Pósito, cuyas reservas no se encontraban en las mejores condiciones. En vista de ello, el panadeo también debía mantener la compostura debida, evitando fraudes en la calidad mínima o alteraciones de precio.
Para suplir las carencias frumentarias, se buscaron las reservas necesarias en el vecino reino de Valencia, que en el año agrícola de 1611-12 había sufrido también una mala cosecha. Afectado entonces por las consecuencias de la expulsión de los moriscos, la banca municipal valenciana de la Taula de canvis quebró en aquel año de 1614.
Se requería dinero para conseguir el preciado cereal, y los requenenses podían lograrlo con el comercio particular, activo en una plaza en el camino de la corte a Valencia, frecuentada por hombres de negocios forasteros.
Los vecinos del término les vendían fruta, un ejemplo de la diversidad de sus producciones. Sin embargo, los preceptores de la alcabala del viento, que gravaba las transacciones con forasteros, percibían unas cantidades que se estimaban elevadas y lesivas.
El 7 de agosto de 1614, el ayuntamiento encargó a su procurador que abordara el caso para lograr la deseada reducción. Los impuestos pesaban negativamente en los circuitos económicos, y podían poner en peligro la estrategia de recuperación local.
Cuando faltaban cereales, se vendían otros productos para lograrlos, en un mundo cada vez más mercantilizado. Ya durante la Baja Edad Media, distintas localidades hispanas, como la de Alicante, habían empleado semejante remedio. Requena no se resignó a no aplicarlo para encarar una temporada mala.

Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Libro de actas municipales, 1608-1615, 3267.