A mi abuelo Enrique González Cuevas.
Han sido muchas las transformaciones que el hombre ha llevado a cabo en esta singular comarca, llamada Altiplano o Meseta de Requena-Utiel. Desde las antiguas dehesas que se delimitaron y recogieron en el Catastro del Marqués de la Ensenada y entre las que se pueden nombrar el Saladar, Hortunas, Cañada Tolluda o el Realame, hasta fincas con una explotación cerealística como es el caso de Cueva Zapata, próxima a La Portera, y más recientemente viñedos que ocupan grandes extensiones por toda la Vega de Requena y Utiel. Entre todos estos cambios siempre ha estado presente la ganadería extensiva, la cual se ha alimentado de todo aquello implícito en estos cambios.
La cría de corderos y minoritariamente de cabritos es uno de los pocos canales productivos por los que la ganadería se ha mantenido y desarrollado. El otro, no menos importante, es la producción de lana. Aunque bien es verdad que ésta constituía una fuente de ingresos extraordinaria para la época, con un valor de 50 pts. la lana blanca y de 40 pts. la lana negra y pía en la década de los 40 y 50, ésta ha disminuido tanto su valor que actualmente no se cubren, ni de lejos, los gastos que supone el esquileo anual. Es ahora cuando más se ha acusado el relego de esta actividad por debajo de la cría de corderos. Tanto las ovejas como las cabras tienen un periodo de gestación de 5 meses y dependiendo de la estación del año, los machos ovinos y cabríos son juntados con el “vacío” o reses que no están criando, antes o después de la cubrición de las hembras. Una vez terminados estos meses se produce la llegada de 1-2 corderos o cabritos, siendo raros los casos de 3 y excepcionales los de 4. Éste, nada más nacer, mama los “calostros” o primera leche materna y sigue con ella hasta la salida de los cuatro y ocho dientes. Llegado este momento pasa a alimentarse de forraje y grano hasta finalmente dejar la leche materna o “destete”. Una vez que las crías son destetadas, se llevan a cebaderos y posteriormente son conducidos hasta el matadero, donde finaliza su crianza. Aquellos/as que han sido escogidos por el pastor para formar parte del rebaño, se juntan con éste durante el mes de marzo, época escogida por haber terminado el frío invernal y no comenzar la que se conoce como “polvaera”, ese polvo fino y seco que afecta a la visión de los más jóvenes.
La oveja y la cabra, al ser unos animales rústicos, son capaces de alimentarse de decenas de especies vegetales, pertenecientes a grupos tan diversos como los cereales, las leguminosas, los frutales y otras plantas características de estos lares, por ejemplo el “aznacho” o la “albaida”, propias de las zonas más húmedas y/o saladas o el lentisco y el carrascón, propias del interior de nuestros montes. Durante la cría, las hembras junto a sus crías, pueden estar tanto en el campo, alimentándose del pasto fresco y verde o estabuladas en el corral, donde es el pastor quien es el encargado de proporcionarle el alimento; formado por paja de cereal o leguminosa, hoja seca de almendro u olivo y, ocasionalmente, pulpa de naranja o limón, sin olvidar el imprescindible agua. No obstante, hay que llevar cuidado con la dosis aportada de grano de cebada o trigo, por su gran composición energética. En épocas de sequía y de escasez de alimentos, estos animales pueden nutrirse de las pequeñas hojas del “alariego” o espino, de las agujas del pino o de las menudas bayas del enebro o de la sabina. Sin embargo, existe una planta vetada por estas especies: el “buje” o el boj. Es tal la resistencia que ésta ofrece que mi abuelo, en sus 70 años como pastor, nunca ha avistado una oveja o cabra alimentándose del buje.
Una oveja, a lo largo de su vida, pasa por numerosas etapas y cada una de ellas recibe un nombre. Los/as menores de 1 año se consideran corderos/as. Cuando alcanzan esta edad, pasan a denominarse borregos/as; a los 2 años, primales/as y, una vez llegados los 3 años, andoscos/as. A partir de los 4 años, las hembras son ovejas y los machos, carneros, si poseen cuernos o muruecos, si carecen de ellos. En la especie caprina existen algunas diferencias en las denominaciones. Aquellos/as que tienen los 3 años se conocen como cegajos/as y los machos adultos son los cojudos.
En esta región la mayoría de los ganados no han preservado una raza pura ovina, sino que han adoptado ejemplares de razas residentes en las zonas limítrofes. Entre ellas, destacar la segureña, propia del sur y que posee gran fuerza y resistencia; la manchega, caracterizada por su corpulencia y grandes patas y predominante en grandes llanuras con pocos desniveles en el terreno; la churra tensina u ojinegra, con patas más cortas y la negra serrana; capaz, con sus extremidades musculosas y pequeño tamaño, de atravesar una orografía más escarpada y comer bocados muy pobres. Mencionando a la cabra, destacar unas de las numerosas razas que han dominados desde los riscos más abruptos hasta los pastos más llanos. Una de ellas, la blanca celtibérica, con su gran tamaño pero poco peso y con presencia de grandes cuernos en espiral, es propia de aquellos cintos que parecen fuera de nuestro alcance y otras, como la malagueña y la moruna, con menor corpulencia que la anterior, carentes de cuernos o “mochas” y con una mayor ubre y producción láctea.
Cualquier animal tiene sus propias afecciones y ni la cabra ni la oveja son menos. Una de ella, llamada comúnmente “basquilla”, se produce por una subida en la tensión sanguínea provocada por, coloquialmente, un “hartazón” de comida. Es tanta la variación de la presión de la sangre y de su espesor que, incluso, pude causarles la muerte. A pesar de ello, existe una forma, un tanto sanguinaria, que consiste en cortarle las puntas de las dos orejas para que suelte parte de la misma para, de esa manera, intentar salvarla. Otra enfermedad es la “ubrera” o mamitis, por la cual las ubres, al no ordeñarse a diario, comienzan a hincharse hasta que, finalmente, pueden perder una o las dos ubres. Por último, y aunque no se trate de ninguna enfermedad, destacar la presencia de un animal, el “huraño” o musaraña que, a través de su veneno, puede llegar a matar una res.
De las muchas plantas que crecen en los motes y bosques de la zona, unas cuantas son capaces de aliviar o curar muchos de los malestares de estos animales. Cabe mencionar que el esparto, a parte de su uso en cestería, puede remediar las “nubes”, pequeñas películas finas que aparecen en los ojos, derivadas por el pinchazo en ellos de una mata denominada “rompesacos”. Esta curación es eficaz cuando se trenza una especie de collar de espartos verdes entrelazados para, posteriormente, realizar siete, ni más ni menos, nudos en él. Una vez colocado en el cuello de la res afectada y conforme vaya secándose, la nube irá desapareciendo del ojo del animal. El “matapollo”, más conocido como torvisco, es un gran remedio contra la diarrea de corderos y cabritos. Para ello, se recolectan los tallos de este arbusto y se pelan, despojándolos de su corteza en tiras o correas para colgar una de ellas en el rabo de cada cría. Curiosamente, este comportamiento se lleva a cabo de forma idéntica en el sur de Zamora, zona ganadera ovina. La cola de caballo, por su parte, aporta vitaminas y sales minerales, que fortalecen cualquier res debilitada. Éstas son un pequeño ejemplo del gran abanico de remedios tradicionales que nos ofrece la tierra. Mencionar que en este documento se ha destacado la ganadería ovina y caprina, no por ello desmereciendo el resto de ellas, como la bovina, la equina o caballar, la porcina, la aviar o la apícola, sino por el gran dominio de las dos primeras.
La ganadería es una de las actividades más antiguas del mundo y lleva a sus espaldas generaciones y generaciones de hombres que han intentado mejorarla día tras día, año tras año, siglo tras siglo para hacer de ella un arte que selecciona los mejores ejemplares para purificar las razas autóctonas y, sobre todo, es una parte del patrimonio cultural e inmaterial de un país de pasado agrario como el nuestro. Todos los conocimientos que aquí se exponen provienen de la cultura tradicional y, a su vez, de la observación de estos animales.
NOTA: Los vocablos que se muestran entrecomillados son aquellos exclusivos de la terminología ganadera de la zona de la Comarca de Requena-Utiel y, más concretamente, del valle de la Rambla de la Albosa.
-Imagen tomada del artículo de Ignacio Latorre Zacarés «Transformación del paisaje, aprovechamientos forestales y fauna del XVIII en la Meseta de Requena-Utiel», Asociación Cultural de Amigos de la Venta del Moro, OLEANA, 24.-
