La Historia del periodismo y de la prensa española está llena de grandes articulistas e importantes cabeceras, que en numerosas ocasiones tuvieron que bregar con los irritantes imperativos de la censura y con dificultades económicas. Gracias a su esfuerzo, la opinión pública se fue conformando y exigiendo un mejor conocimiento de la realidad más de una vez.
Entre los héroes de nuestro periodismo se encuentran publicaciones muy modestas, de apenas unas pocas páginas, de pretendido tono popular, confeccionadas por anónimos autores. Bajo los seudónimos se ocultaron personas con formación e inquietudes públicas. Prefirieron no descubrirse para evitar problemas, en especial en localidades como Requena. Los duendes comenzaron a firmar muchos artículos.
En 1912 la filoxera hacía estragos en nuestra comarca y la crítica política se acentuó en el círculo de profesionales liberales, comerciantes e intelectuales de Requena. Esta actitud ya se venía dando desde finales del siglo XIX, pero cada vez se hacía más evidente.
El periódico La güeña, cuyo nombre honraba a su manera un embutido requenense, representaba a la perfección este tipo de publicaciones. Su tono burlón era su primera carta de presentación, pues nada parecía escaparle: la superstición del año bisiesto, la supuesta pretensión de justicia de su director Don Claridades Gordas Comopuños, su ideología carca-político-imparcial-caciquil-amante de la tajá y defensora de lo que le convenga, y la censura misma.
En este mundo aparentemente absurdo solo regía la ley del embudo. No olvidemos que en esta España desengañada de muchas cosas y deseosa de otras floreció el esperpento del gran Valle-Inclán y la gracia de las Fallas valencianas.
Evidentemente La güeña tiraba con bala contra su adversario El Distrito, un más circunspecto semanario político y literario de tendencia liberal. La actuación de muchos representantes municipales fue igualmente trasquilada, como la de los responsables de la limpieza municipal, que ocasionaban toda clase de servidumbres a los atareados vecinos.
Así se destapaban las contradicciones de los que se las daban de liberales y buscaban una prebenda. En este ambiente de carguistas la vida social adolecía de hipocresía y envanecimientos, denunciados en una esquela de la Sociedad Requenense de Iniciativas, con sus grandes bailes con asistencias como las del Káiser del gazpacho.
El humor absurdo, cargado de intención, germinó en las noticias breves de actualidad o mondongos, como el siguiente:
“Hace tres domingos la cuadrilla de Niños Requenenses (sin cartel) mecharon en la Plaza de Toros un infeliz novillo; todos quedaron bien, pues ejecutaron las suertes bajo la dirección del inteligente crítico taurino, gallista imparcial (profesor de D. Modesto), Sr. Agut.”
Anuncios recomendados:
“Conservas de todas clases, calle del Carmen, esquina al callejón de los Frailes.”
Y la sección de Mercados. Cotizaciones de bolsa:
“Carros: si se enganchan burros, sobre la vista el precio; si han de ser personas, según la fuerza.”
Esta Requena insatisfactoria destiló para los autores de La güeña el ideal de Roqueña, un lugar honrado, trabajador y culto. Su formato e ideas trascienden los giros de su escritura y sus alusiones puntuales para convertirse en un claro antecedente de las modernas publicaciones digitales que desde el pseudónimo critican una realidad altamente mejorable.
César Jordá Moltó.
Javier Jordá Sánchez.
Víctor Manuel Galán Tendero.
