En la campaña electoral de 1920, los republicanos de Requena cargaron contra el datista Marín Lázaro acusándole de carlista. Se vanagloriaban de poder abatir a los carlistas de Utiel. Tal tradición política, con muchos puntos discutibles, estaba bien enraizada en la sociedad requenense de la época. Incluso tenía sus propios mártires. El fusilamiento en Camporrobles por los carlistas de catorce milicianos nacionales el 12 de diciembre de 1839 desató las iras de muchos requenenses. Dos días después, las autoridades municipales y militares de la plaza temieron un estallido popular, y adoptaron medidas de reafirmación comunitaria. Se aprobó una suscripción entre los vecinos para ayudar a las familias de los fusilados, se ordenó pasar por las armas a los colaboradores de la llamada facción, la prisión de los requenenses desafectos al liberalismo (cuyas rentas se destinarían a las viudas de los milicianos) y la expulsión de los forasteros sospechosos.
Requena reforzó sus defensas, con no escaso dispendio, durante la I guerra Carlista, y tuvo que enfrentarse a varias acometidas de los partidarios de don Carlos. La del 13 de septiembre de 1836 dejó un sentido recuerdo, incorporada por Enrique Herrero y Moral al corpus patriótico, el que explicaba el sentido de la Historia de Requena. Fiel a sus legítimos reyes y defensora del liberalismo, recibió en correspondencia de forma definitiva el título de ciudad en 1836. A este respecto, la identificación entre Requena y el liberalismo presentó muchas similitudes con lo sucedido en Castellón de la Plana.
Tal tendencia fue alimentada en los días de la Restauración por expresiones como la procesión cívica que recordaba la resistencia de 1836, con el coronel Ruiz de Albornoz ensalzado, una ceremonia similar a la de otras fiestas de los mártires promovidas por el liberalismo avanzado, como la de los ejecutados en el malecón de Alicante en 1843.
A primera vista, se podría sostener que los liberales demostraron éxito y habilidad a la hora de identificar a Requena con el liberalismo. Sin embargo, si damos por válidas algunas declaraciones e interpretamos ciertos reparos de opinión, se puede comprobar la difusión del liberalismo entre muchos requenenses pasada la guerra de la Independencia. En 1828 se dolieron las autoridades absolutistas que una localidad tan numerosa contara con escasos voluntarios realistas, algunos de los mismos expulsados del cuerpo al año siguiente por conducta indecorosa y delictiva. Aquella fuerza absolutista fue desarmada a la muerte de Fernando VII, y desde la milicia nacional se recordó el gran entusiasmo con que se proclamó en 1820 la Constitución de 1812 en Requena, cuyos liberales defendieron Valencia de los absolutistas y siguieron a las fuerzas constitucionalistas del general Ballesteros hasta su capitulación.
¿Qué elementos, qué circunstancias favorecieron la difusión del liberalismo entre la población requenense? Evidentemente, no todas las personas tendrían la misma concepción de aquél, una verdadera cosmovisión con no escasos matices. La persecución de los liberales durante la llamada Década Ominosa, como aconteció en Alicante, indispuso a muchos con el absolutismo. Según sus detractores, las autoridades realistas se aplicaron a ocasionar toda clase de infortunios a los liberales que regresaban a sus hogares. La represión alimentaba el descontento.
De los alistamientos de milicianos nacionales de 1834 se desprende la gran cantidad de labradores, jornaleros y tejedores que se sumaron a la nueva fuerza liberal. Ya en el convulso año anterior, se habían enviado jornaleros reclutados para combatir a los seguidores de don Carlos en tierras valencianas. Los estudios de Pere Anguera demostraron que las partidas carlistas del Sur de Cataluña se engrosaron en gran medida con verdaderos asalariados de las armas, cuyos honorarios aportaron grandes propietarios y acaudalados eclesiásticos. El fenómeno de la contratación militar, que a su modo prolongaría usos de la almogavería, también se dio en otras circunstancias y movimientos de nuestro siglo XIX, como los voluntarios catalanes que combatieron en la Cuba del Sexenio Democrático.
En Requena, al fin y al cabo, los partidarios del Antiguo Régimen podían haber financiado partidas carlistas. En su momento dispusieron de los recursos del municipio, incluidos los del declinante pósito, y aprovechado los problemas de subsistencia de los grupos populares. Muchos campesinos tenían que afrontar penosas deudas y los tejedores se resentían de los problemas de la sedería. La relativa prosperidad de la Requena del tiempo de Carlos III se evaporaba peligrosamente, y sus gentes podían haberse sumado a la protesta contra los liberales al modo de los de varias localidades de la Cataluña interior, en las que se combinaba la agricultura pendiente del mercado con la incipiente industrialización. Enfrentados a un terrible déficit público, los liberales no pudieron bajar la presión fiscal y tuvieron que emprender delicadas reformas tributarias, que no siempre llegaron a buen puerto. La I guerra Carlista añadió más problemas al respecto, pero Requena no abandonó el campo liberal.
En tal situación, la postura de los grandes y medianos propietarios era esencial para decantar la balanza. Los poderosos locales eran una mezcolanza de herederos de las antiguas familias dirigentes y de acaudalados hombres de negocio de la sedería, que también invirtieron en tierras y no le hicieron ascos a las hidalguías. Temieron las movilizaciones populares, como las de 1766 por el aumento del precio del pan, y no favorecieron la intervención del resto de los vecinos en la elección de diputados del común y personero. Durante la guerra contra Napoleón, les preocupó que los menos favorecidos tomaran las armas y pudieran amenazar el orden establecido. En 1812 se avinieron a pactar con los napoleónicos, inquietos por las acciones de las guerrillas.
Tal temor a las partidas que recorrían los términos de Requena, que vivían del terreno, llegó hasta mucho más tarde, hasta la III guerra Carlista. Interesados en la roturación de aquéllos en el siglo XVIII, tomaron a mal algunas imposiciones de la Monarquía. En 1805 protestaron en nombre del sagrado derecho de propiedad contra la exigencia por la Armada de la tercera parte de los árboles de los bienes de propios. Con el paso del tiempo, la situación distó de mejorar, y la Real Chancillería de Granada nombró parte de los regidores según ternas propuestas por el corregidor entre 1827 y 1833. El Ayuntamiento fue relegado entonces a simple registrador de la voluntad regia, con sesiones espaciadas y poco deliberativas. Los poderosos se sintieron preteridos, y a la muerte de Fernando VII actuaron con decisión a favor de la causa de su hija Isabel. Fueron capaces de encauzar en su beneficio las presiones populares, como demuestran las luctuosas ejecuciones del 12 de diciembre de 1839. Con los años, un conservador como Herrero y Moral podría loar una gesta liberal en clave patriótica.
La Historia es la que forja el carácter, y no al revés, y la Requena liberal fue la consecuencia de la dinámica social de una época ciertamente convulsa.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Cajas 1818 y 1819 de correspondencia militar.