Los hermanos se organizan.
Las instituciones de la Vera Cruz de Requena tuvieron en origen una función claramente práctica e instrumental, la de facilitar la celebración de la procesión del Jueves Santo, central en el pensamiento e idiosincrasia de la cofradía.
El cabildo o reunión de todos los cofrades se encargaba inicialmente del buen orden de tal procesión, según las constituciones. Se convocaba en el convento del Carmen, bajo la presidencia de su prior, el primer Domingo de Cuaresma y el Domingo de Ramos, inicialmente.
En la segunda fecha, se aprestaban los elementos penitenciales y litúrgicos necesarios para la procesión: las camisas, disciplinas, la cruz, insignia y cera necesaria. No solo se trataba de reunir tales elementos, sino también de disponerse espiritualmente para la procesión. Los hermanos debían pedirse perdón, renunciar a toda enemistad y amancebamiento, según la línea del catolicismo tridentino con raíces anteriores.
El cabildo del Domingo de Ramos tenía otra función muy importante, la de nombrar dos mayordomos anuales, entregándoseles sendos báculos para regir la procesión.
Los mayordomos debían estar presentes en las elecciones de oficiales anuales (los clavarios y el alférez) en la fiesta de la Veracruz, bajo pena de diez ducados. Antes de ser escogidos, debía celebrarse una misa para que el Espíritu Santo iluminara a los electores, según un uso seguido en otras instituciones coetáneas.
A los clavarios correspondía decir misa por los cofrades difuntos (algo fundamental para la cofradía, como ya vimos), además de encargarse de la provisión de cera para el Jueves Santo y de percibir el real anual de cada cofrade. Tenían la potestad de nombrar cada mes dos cofrades que anduvieran los domingos y las fiestas de guardar a pedir limosna en la villa y la iglesia, los andadores.
Se les podía hacer cargo a los clavarios por su gestión. Las cuentas debían consignarse en un libro y ser firmadas por los oficiales y el escribano de la cofradía, algo que no fue observado con regularidad, ocasionando severos problemas a los titulares en más de una ocasión a lo largo de los siglos XVII y XVIII.
A mayordomos y clavarios correspondía decidir el ingreso de nuevos cofrades, que no debían estar amancebados, ser judíos, moros, penitenciados, usureros, jugadores o blasfemos, según el espíritu de la Limpieza de Sangre de la España de la época. Debían pagar seis reales antes de ser plenamente aceptados, deponiendo toda riña, especialmente los naturales de la villa.
El escribano de la cofradía tenía el deber de acudir a los cabildos y a los entierros, bajo pena de dos libras de cera a los mayordomos.
El portero supervisaba que nadie entrara con armas a los cabildos, preservando la paz de Dios, al modo de los ayuntamientos coetáneos. Ningún hermano debía hablar mal de la cofradía, en el fondo el cuerpo social resultante de los devotos de la Vera Cruz.
El constitutivo Jueves Santo.
No se entendería la Veracruz requenense sin la procesión del Jueves Santo, algo muy característico de otras cofradías del mismo movimiento espiritual. La de la Sangre de Cristo de Játiva se estableció en 1569 en los franciscanos para la disciplina del Jueves Santo, cuyas heridas debían ser curadas convenientemente. En la de Zaragoza, los heridos debían ser atendidos tras la procesión en la casa de la cofradía.
Es probable que tras la pretensión de los carmelitas requenenses de arrasar en 1588 la casa del arcipreste, alquilada al boticario, estuviera el deseo de contar con su propio centro de curación para los disciplinantes de Jueves Santo.
La inserción de los seglares en la espiritualidad de la Contrarreforma.
En las constituciones, como ya hemos visto, se hacía una llamada a vivir con arreglo a los ideales del catolicismo tridentino, cada vez más valorados públicamente. El alcalde mayor de Requena Antonio de Ribadeneyra mereció honras fúnebres el 15 de marzo de 1601 por su comportamiento pacífico, recto y diligente propio de la vida cristiana, según reconocieron con admiración los regidores Francisco García Lázaro y Juan Pedrón de la Cárcel. La blasfemia iba unida a la disidencia contra el orden establecido, como cuando en 1583 el rebelde Cosme Lázaro rehusó reconciliarse con los regidores municipales al grito de “¡Al infierno! ¡Ni Dios no santos!”
Frente a los protestantes, la Contrarreforma acentuó el protagonismo de los eclesiásticos en la conducción de la vida espiritual de los fieles, lo que no evitó que a veces distintas corporaciones de aquella sociedad de honor disputaran por cuestiones variopintas. Díaz de Martínez ya comentó por extenso en 1850 la concordia entre la cofradía de la Vera Cruz y el cabildo eclesiástico de Requena del 27 de marzo de 1582. El arcipreste Clemente Rodríguez, el cura de Santa María Pedro Molina, el cura de San Nicolás Pedro Liévana y los presbíteros Luis Pérez Calahorrano, Miguel Romero, Pedro Sánchez de la Cárcel, Gaspar de Santa Cruz y Ginés García expresaron su voluntad de ingresar en la hermandad y concurrir a la procesión del Jueves Santo, ciertamente axial. Debían dar limosna para enterrar a los cofrades pobres, asistiendo a su funeral todos los sacerdotes de su parroquia. A cambio, no se les cobraría ninguna cuota en señal de deferencia.
Precisamente, el primer cabildo del que conservamos acta, el del 21 de septiembre de 1606, fue presidido por el prior del Carmen fray Cristóbal de Santiago, al que no pudo asistir el mayordomo Andrés Ramírez.
Generalidades y particularidades de la Vera Cruz de Requena.
La Veracruz requenense, con todo, disponía un organigrama más simplificado que el de la granadina, aprobado por el arzobispo Hernando Niño (presidente de la real audiencia) en 1547, a cuyo frente se encontraba un prioste.
Bajo sus directrices, un mayordomo de nombramiento anual se encargaba de la administración de los bienes, una función que correspondía en nuestro caso más a los clavarios.
También en la Vera Cruz de Granada encontramos un escribano, pero con el salario estipulado por el prioste.
A diferencia de lo apuntado en Requena, la de Granada establecía anualmente dos alcaldes para juzgar las incidencias entre hermanos, dos veedores de vivos, dos veedores de muertos y seis seises para entender acerca de novedades que se presentaran. Los oficios, elegidos en cabildo general, debían ser ocupados por personas veteranas y noveles para mayor garantía de efectividad.
Esta estructura acusaba una trayectoria anterior, que no se dio en igual medida en la Veracruz requenense. El movimiento cofrade demostró una versatilidad notable, por ende, capaz de adaptarse a distintas circunstancias locales y temporales.

Fuentes.
FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.
Libro Viejo de la Vera Cruz.
Bibliografía.
DÍAZ DE MARTÍNEZ, José Antonio, Historia de la Venerable Cofradía de la Vera-Cruz o Sangre de Cristo Señor Nuestro, fundada en el templo del Carmen de la Ciudad de Requena, Requena, 1850.
GALÁN, Víctor Manuel, Requena bajo los Austrias, Requena, 2017.
LÓPEZ-GUADALUPE, Miguel Luis, “Las ordenanzas primitivas de la Vera Cruz de Granada”, Chronica Nova, 30, 2003-04, pp. 681-725.