Fe, revolución, levantamiento y guerra.
Napoleón Bonaparte fue un tipo pragmático en cuestiones de religión, a diferencia de los jacobinos. Hubiera reconstruido el templo de Salomón de regir al pueblo judío y albergado en su seno el Corán de haber gobernado a musulmanes. Durante su campaña egipcia acreditó tal temple y como gobernante de Francia no tuvo empacho en alcanzar un acuerdo favorable con la Iglesia Católica. Al comienzo de su intervención española se mostró cauteloso con los poderes católicos del país, pero tras la bofetada de Bailén alteró su actuación. Cargó las culpas del levantamiento patriota sobre frailes y curas, que instigaban a tomar las armas, y en sus célebres decretos de Chamartín suprimió la Inquisición, hito recordado con admiración por Galdós en sus Episodios nacionales.
Sus fogosas tropas tuvieron fama de blasfemas e irreligiosas, en la línea de las legiones jacobinas, y en más de una ocasión templos y personas religiosas padecieron sus iras. Tras no poder conquistar Valencia en 1808, retornaron por puntos como Almansa, cuyas iglesias saquearon. Vivían sobre el terreno para no transportar demasiada impedimenta y marchar más ligeros, lo que provocaba a su paso serios altercados que no hacían nada más que alentar la resistencia popular.
La Requena patriota contó con la colaboración eclesiástica y tuvo a gala sostener que su levantamiento se vio favorecido por una nueva aparición del guerrero San Julián. La Santa Revolución tuvo que acudir a un sinfín de compromisos, derivados de la marcha de las operaciones militares y en 1812 se encaró con la ineludible ocupación napoleónica, que tomó el convento de San Francisco como punto fuerte de dominio. Los comandantes napoleónicos necesitaban de la colaboración de los notables locales, que la prestaron con prudencia al modo de otros puntos de Europa. Sin embargo, los roces se hicieron más frecuentes a lo largo de 1813.
La retirada napoleónica vino seguida de la breve instauración del régimen constitucional de Cádiz, en el que se plantearon tantas cosas en lo humano y en lo divino. En este tiempo de pruebas de fe, de constancia y de elecciones difíciles, ¿cómo se condujeron los hermanos de la Vera Cruz?
Entre la Patria y la Cruz, el compromiso de los hermanos.
Muchos hermanos tuvieron que marchar al ejército al inicio de la guerra, según se dijo en el cabildo del 15 de marzo de 1818, y la vida de la Vera Cruz se vio afectada inevitablemente por aquellas terribles circunstancias. Se requirió a los más jóvenes para entrar en campaña y los más veteranos quedaron a la espera de la situación.
Las contabilidades de la cofradía nos permiten hacernos una idea muy certera sobre aspectos tan interesantes como el número de hermanos:
1808 | 281 |
1809 | 263 |
1810 | 356 |
1811 | 318 |
1814 | 278 |
Su número de hermanos no alcanzó en ningún momento el de cuatrocientos, pero permaneció dentro de parámetros estables. El esfuerzo de movilización se aprecia en los dos primeros años de guerra, cuando los requenenses combatieron en puntos tan significativos como Zaragoza. A medida que las tropas napoleónicas se extendieron por territorio español, mermando el control de los patriotas, los requenenses fueron concentrándose en la defensa de Requena y su área cercana. La ocupación napoleónica no logró abatir la convicción de los hermanos, muchos personas de edad, deseosos de cumplir sus compromisos.
Una devoción que no se dio de lado.
Los Pasos concitaron igual devoción que antes de la guerra, según se aprecia en su limosna en reales:
1808 | 590 |
1809 | 515 |
1810 | 520 |
1811 | 680 |
1814 | 540 |
No deja de ser sintomática que el punto máximo se alcanzara en vísperas de la ocupación napoleónica de 1812, cuando los requenenses pedirían con mayor insistencia ayuda a los cielos ante la cercanía del enemigo.
La marcha de no pocos cofrades al ejército repercutió en el número de túnicas disponibles y la cofradía las dispensó junto a la cera necesaria para las ceremonias religiosas. Por ambas partidas, la cofradía ingresó las siguientes cantidades de reales:
1808 | 900 |
1809 | 600 |
1810 | 670 |
1811 | 225 |
1814 | 645 |
El mínimo de 1811 es elocuente, pues no se tuvo ni se pudo dispensar tanta cera ni tanto ruanes.
Requena no se olvidó de la Vera Cruz.
La limosna del lugar, en una Requena que había acrecentado población en el siglo XVIII, se mantuvo en unos niveles aceptables, máxime teniendo en cuenta las circunstancias, y la cofradía no dejó de recibir reales:
1808 | 690 |
1809 | 620 |
1810 | 569 |
1811 | 810 |
1814 | 656 |
El pico de 1811 vuelve a ser harto significativo. Pasada la prueba de fe, los resultados más magros vendrían curiosamente después, con la restauración del absolutismo:
1815 | 326 |
1816 | 442 |
1817 | 510 |
1818 | 227 |
El platillo acusó mayores vaivenes que la limosna, pero su tendencia presentó grandes similitudes durante la guerra de la Independencia:
1808 | 506 |
1809 | 352 |
1810 | 411 |
1811 | 645 |
1814 | 244 |
En suma, las diferencias por cuestiones como la reclamación de las tercias reales por los acosados poderes municipales de la época, más allá de la dominación napoleónica, no impidió que se manifestara una apreciable devoción en la Requena de la guerra de la Independencia, bien recogida por la Vera Cruz.

Fuentes.
FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.
Libro Nuevo de la Vera Cruz.