Las dificultades ocasionadas por el coronavirus son considerables. A los problemas sanitarios, ya de por sí graves, se suman los económicos y sociales, algunos tan deplorables como el no poder despedirse debidamente de los seres queridos en su última hora en esta tierra. Son momentos duros, en los que una buena parte del mundo, nuestro país y nuestra comarca están sangrando.
Todo momento de dificultad prueba nuestras fuerzas y nuestra comunidad ha demostrado tener capacidad para plantarle cara al coronavirus, con todas las limitaciones derivadas de no disponer, por ejemplo, de la deseada vacuna.
El servicio público ha sido crucial a la hora de encarar los problemas más agudos derivados del coronavirus. El personal sanitario ha acreditado, una vez más, su calidad humana y profesional, sin olvidar al de las fuerzas armadas y de seguridad, de la educación, etc. Una sociedad avanzada no puede prescindir de sectores profesionales tan estratégicos como cruciales en un Estado del Bienestar.
Nuestros campos y sus gentes trabajadoras han sido de extraordinaria importancia para abastecer a la población de alimentos esenciales. A día de hoy, faltan brazos en varias tareas agrícolas y los precios de ciertos productos suben en el mercado, aunque luego el beneficio no se traslade a los productores modestos. La industria de la alimentación, que durante la anterior crisis demostró su capacidad exportadora y de creación de riqueza, no puede ni debe ser abandonada, ya que es un tesoro nacional.
Las comunicaciones también han demostrado su indiscutible valía para sobrellevar un confinamiento tan prolongado como el que vivimos. A los transportistas y repartidores que hacen posible encontrar productos en los supermercados, con intachable labor de su personal, y la llegada de algunos a domicilios particulares, se suma la posibilidad brindada por el universo digital, que permite proseguir la formación, comunicar, informar y divertir en la medida de las posibilidades.
Cualquier acuerdo de reconstrucción nacional debería considerar estos puntales, que a su modo ya aparecen enunciados en el Manifiesto de Jaraguas, tomado como elemento de referencia y trabajo por los municipios de nuestra comarca, cuyos representantes se reunieron en la Cumbre de Venta del Moro del pasado 20 de febrero.
La España vaciada, con elevado número de personas de la tercera edad y temperaturas medias más frías que la de muchas comarcas litorales, está pagando igualmente un elevado precio al coronavirus, teniendo en cuenta la proporción entre población total y víctimas. Esta España no puede ni debe ser olvidada en la futura Reconstrucción, por justicia y por importancia estratégica si deseamos relanzar nuestra sociedad con las mayores garantías de éxito.

Los factores de ruralidad (la adaptación de ciertas normas e impuestos a nuestras particulares circunstancias) y de servicio público a la ciudadanía, recogidos en el Manifiesto de Jaraguas, deben ser tenidos presentes en toda política de curación del dolorido cuerpo social.