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LA REMOCIÓN DE LA VERA CRUZ

  • Por Víctor Manuel Galán Tendero
  • 06/09/2020
  • Época Contemporánea
  • Religiosidad, Vera Cruz

Europa ante la revolución del 48.

En febrero de 1848 se inició un importante movimiento revolucionario, el de la Primavera de las Naciones o de los Pueblos. Afectó a una buena parte de Europa, de una u otra forma, dándose cita reivindicaciones liberales, nacionalistas e incluso socialistas. Su heterogeneidad fue tan evidente como destacada, lo que contribuyó a que fuera vencido en diversa medida. En Francia Luis Napoleón Bonaparte terminó convirtiéndose en emperador, en Alemania se rechazó la Constitución de Fráncfort, en Polonia no se alcanzó la independencia y el Papa Pío IX (cuya elección había despertado grandes esperanzas) terminó condenando el liberalismo y el socialismo en el Syllabus errorum de 1864.

Los moderados españoles ante las Tormentas del 48.

El retorno del autoritario general Narváez al gobierno de España fue contestada por los progresistas, a los que se acusó de ser agentes de los intereses británicos. En Madrid se libraron duros combates y un triunfador Narváez ganó cierto prestigio en la prensa conservadora europea como muro contra la revolución.

La tendencia conservadora de los liberales moderados se acentuó bajo la presidencia de Juan Bravo Murillo, que en 1851 firmó el concordato con la Santa Sede. El Estado retribuiría al clero en compensación por la venta anterior de los bienes desamortizados. Al año siguiente, su proyecto constitucional (harto más restrictivo que la Constitución de 1845), no fue aceptado por el resto de los moderados.

La prensa conservadora de estos años ensalzó las tradiciones populares como barrera contra la difusión de tendencias demócratas y socialistas.

La Requena coetánea.

Los problemas de abastecimiento se dejaron sentir con dramatismo en Requena en los comienzos del verano de 1847, como en otros puntos de Europa, con un pósito desmantelado de hecho. La sequía volvió a castigar a sus gentes en el verano de 1851. El descontento contra los consumos y las quintas iba prendiendo aquí como en otros lugares de España.

Se tomaron medidas de autoridad y el 6 de enero de 1848 tomó posesión el abogado Vicente Girón de la alcaldía-corregimiento de Requena y su distrito electoral. El 26 de junio de 1851 se agregó Requena y el resto de la comarca a la provincia de Valencia.

El clero y el municipio.

La relación del clero con las autoridades municipales de Requena fue cautelosa y el 26 de septiembre de 1851 el cura de San Nicolás se dirigió al presidente municipal para el mejor cobro de los derechos de rompimiento para las sepulturas, lo que no evitó que fuera suprimido por el ayuntamiento.

Atraer a los fieles no resultó sencillo. El 10 de junio de 1852 se decidió celebrar la procesión del Corpus por la tarde para mayor asistencia vecinal, incluyendo la de los labradores. A 19 de mayo de 1853 el obispo de Cuenca se pronunció por continuar tal celebración por la tarde, con cofradías y hermandades.

El trato dispensado a los cofrades de la Vera Cruz fue un aspecto importante en este deseo de afianzar el compromiso de los fieles, en el que se tuvieron que guardar delicados equilibrios.

Verdaderos linajes veracruzanos.

Las familias vinculadas a la Vera Cruz prosiguieron teniendo un destacado protagonismo en el porte de varas y pasos.

El 16 de abril de 1848 Nicolás Cárcel (marido de Damiana Martínez Zorrilla) reclamó el derecho perpetuo a una vara del paso de la Virgen de los Dolores, al ser su esposa la única nieta y descendiente de Miguel Martínez Zorrilla. Logró, pues, la vara del Jueves y del Viernes Santo.

En la junta del mismo día, Ángel Navarro (esposo de Josefa López) indicó que se hiciera saber a su cuñado Genaro López que al ser su mujer la primogénita debía de alternar el porte del anda de Nuestra Señora, según acuerdo de la junta del 28 de marzo de 1847.

El 1 de abril de 1849, José María Cuartero pretendió la cesión de una borla del Pendón por la limosna de mil reales. La gracia se extendería a su hijo Juan Francisco Cuartero. También Benito Sáez pidió el paso de Nuestra Señora de las Angustias o del Descendimiento de Nuestro Señor Jesucristo de la Cruz, portando estandartes y guiones Guillermo Sáez y su hijo Nicolás.

En el mismo 1849 se enajenó la vara izquierda de las Angustias a Víctor López de Tomás. El 24 de marzo de 1850 Pío Huerta apuntó que Víctor López la había vendido, cuando no podía enajenar lo concedido por la Hermandad. Aquél pidió gozarla en las condiciones de compra, a lo que la junta accedió. No siempre la actuación de algunos hermanos se acomodaba a las condiciones de la Cofradía.

El mismo día Benito Sáez cedió la vara izquierda delantera de las Angustias para que algún hermano diera limosna a beneficio de la Hermandad. Entonces Ceferino Gil ofreció 110 reales. A 13 de abril de 1851 el mismo Ceferino solicitó que la donación se hiciera extensiva a su hermano José María con la limosna de veinte reales.

El 15 de febrero de 1852 el platero Juan Pérez cedía por aquel año el derecho, por limosna de su padre, de llevar un anda.

La junta impone su autoridad a los linajes.

Con tan animado panorama, la junta de la Hermandad tuvo que poner el punto sobre las íes en alguna ocasión. El 14 de agosto de 1848, en junta extraordinaria,  se reconocieron los derechos familiares, pero porque la junta lo había decidido. Sin embargo, los descendientes de los que habían asumido tales derechos tenían que cumplir fielmente una serie de obligaciones.

Debían preocuparse del buen estado de andas y faroles, de disponer las imágenes en la Semana Santa debidamente (con sus luces) y portar una túnica decente, inscribiéndose puntualmente en el registro de la Cofradía.

El cumplimiento de las obligaciones.

Se trataba de incentivar un ambiente más activo y el 24 de diciembre de 1848 se decidió que quien no asistiera a sus deberes, como acudir a las juntas, sería sancionado primero con media libra de cera, después con una libra y por último con la expulsión.

En la junta general extraordinaria del 14 de agosto de 1848 se acordó que para los hermanos que no tuvieran noticia cumplida de las instituciones, obligaciones, gracias y privilegios papales debería hacerse un opúsculo. El hermano y presbítero don José Antonio Díaz de Martínez se comprometió a ello.

La plática de los misereres de Cuaresma se encomendó a los sacristanes de San Nicolás, cuyos gastos deberían ser sufragados por los mismos cofrades, con independencia de algún devoto ofrecimiento. 

El 24 de marzo de 1850, en este ambiente de más estricto cumplimiento, se aprobó que sin el permiso del cura de San Nicolás no se podían renovar o retocar las imágenes sagradas.

Para evitar los fraudes, en 1853, los hermanos debían presentarse en las procesiones con los debidos escudos en las túnicas, inscribiéndose en el libro de hermanos con el pago de tres reales.

El gobierno de la Hermandad.

Las nuevas Constituciones, de las que nos ocuparemos en el siguiente artículo, fueron el acabado fruto de este espíritu reformador. A 25 de marzo de 1850 se hizo una junta extraordinaria en la casa del alférez Benito Sáez. Según las nuevas Constituciones, todavía no recibida la aprobación final episcopal, el número de empleados sería de doce.

Era indispensable nombrar cuatro plateros, pues también eran cuatro los clavarios. Al ser antes solamente ocho los empleados, ahora no había individuos suficientes para cubrir los empleos de plateros.

Al final se nombró alférez a Víctor López, teniente de alférez a Nicolás Sáez, mayordomos a Vicente Teruel y Juan José Ponce, clavarios a Nicolás Ponce, Canuto Justo, Dámaso Cavanes y Máximo Pérez, y plateros a Antonio Cantero, Juan Pérez, José Jordá y Ginés Cavanes.

En juntas como la del 15 de febrero de 1852 se proponían las personas designadas a los empleos, cuya elección era formalmente aprobada el Domingo de Ramos, combinándose la efectividad con la tradición de tan solemne día.

Con la separación del andador o cerero Ramón Gil, se notó el 30 de enero de 1853 la falta de personas para cubrir los empleos, a pesar de todas las prevenciones. La Vera Cruz todavía tenía que suscitar mayores adhesiones entre los requenenses de mediados del siglo XIX.

La piedad bajo el paraguas de la Cofradía.

En 1851, se ofreció limosna al capellán nombrado por el cura de San Nicolás para el novenario de Nuestra Señora de los Dolores, por la tarde a la hora acostumbrada, así como para cantar misa mayor los nueve días. Del pago se responsabilizaron nueve hermanos, uno por cada día. En caso de impago la Hermandad se encargaría del compromiso económico.

La mejora de los resultados económicos.

En relación a tiempos pasados, la situación de las cuentas de la Cofradía (expresadas en reales) mejoró:

Ejercicio anualIngresosGastos
1848––
18491.3671.160
18502.8673.019
18511.4931.313
18522.1602.073
18531.2021.205

Varios factores contribuyeron a ello. La limosna del pueblo pasó de 325 reales en 1849 a 581 en 1851. En el mismo intervalo, el ingreso del platillo y de los hermanos saltó de 83 a 232 reales. Asimismo, la ayuda en 1852 de 480 reales de los hermanos y empleados para la impresión de las Constituciones reformadas fue importante. La rifa de un cuadro de la Virgen de los Dolores aportó aquel mismo año otros 160 reales. Bien podemos decir que el llamamiento de la Vera Cruz tuvo entonces un éxito mayor que en años anteriores.

Frutos de las nuevas ganancias.

Los dineros conseguidos no solo sirvieron para sufragar los zapatos de los andadores o los vestidos de los dos ángeles, sino también para los gastos de impresión de las nuevas Constituciones en la casa de Benito Huerta en 1852, que se cuantificaron en 1.181 reales, llegando a imprimirse hasta 600 ejemplares. Tales Constituciones simbolizaron el espíritu de remoción de la veterana Vera Cruz.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales de 1847 a 1849 (2781) y de 1850 a 1853 (2780).

FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.

Libro Nuevo de la Vera Cruz.

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