Uno de los elementos más distintivos de un edificio religioso es la torre-campanario. Los toques de sus campanas han servido para anunciar las horas y los grandes acontecimientos de la vida vecinal.
El convento de San Francisco de Requena no fue una excepción. Las actas municipales nos informan que su construcción se concluyó en octubre de 1667, aunque no tengamos constancia de los apellidos de su maestro constructor.
La obra fue posible gracias a la concordia del 4 de octubre de 1663 entre la comunidad franciscana y el municipio requenense. Aquélla se avenía a reconocer el patronato municipal y entre 1664 y 1668 la obra del convento recibió pagos por una suma de 20.000 reales.
Se emplaza la torre a los pies del edificio del convento, al lado izquierdo del coro según se accede a la puerta de entrada de San Francisco. Es posible que en algún momento anterior a 1667 se proyectara alzar una segunda torre, a la derecha del coro, al modo de otras edificaciones del Barroco, pero las limitaciones económicas se impusieron.
De impecable geometrismo y buena sillería, la sobriedad de la torre tiene acentos casi escurialenses. Precisamente, en el siglo XVII muchos arquitectos se movieron entre el legado de la magna obra de El Escorial (cima del estilo herreriano) y la innovación individual. A sus perfiladas ventanas hemos de añadir la balaustrada que la remata como uno de sus atractivos más claros.
Esta bella torre requiere todavía obras de restauración para preservarla como bien se merece.
Víctor Manuel Galán Tendero.