El río Magro, llamado así por la delgadez – por lo “magro” – de su caudal, es sin duda uno de los identificativos que tiene nuestra comarca, junto al río Cabriel. Nace como afluente del río Júcar en la fronteriza ciudad conquense de Aliaguilla y llega hasta la comarca valenciana de La Ribera Alta, donde recibe el nombre de Valle de los Alcanes, enclavado en la famosa Vía Augusta, que durante la época de dominación romana comunicaba Valentia con Saetabis, las ciudades más importantes de la zona mediterránea.
Aún a pesar de traer poco caudal y de tener la sospecha de que sus aguas no estén limpias – lo cuál es una mentira bastante capciosa y, en caso, de suciedad es por haber transportado las aguas de las localidades fronterizas – al menos en el término municipal de Requena, en torno a esta zona surgió una fértil “vega” bajo terreno llano.
Las leyendas tienen esa componenda mitológica de trasmisión entre los más mayores del lugar con los más jóvenes que trasciende toda realidad, pero siempre ajustado a la veracidad y a que lo que se cuenta, es porque pasó. No es simplista, no es una perugrollada, es así. Se especula que fuese, bien o en San Antonio – referencia que hace el maestro Piqueras en el libro de “San Antonio. Familias y apellidos” (2014) – o en Camporrobles donde se produjese la paliza a las hijas de D. Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid”, Elvira y Sol, por parte de los Duques de Carrión, maridos de las dos mujeres, quiénes se sintieron humillados porque el campeador burgalés amansó a un fiero león que asustó a todos los palaciegos, incluso a quiénes eran los encargados, por su valía, de defender el palacio, como lo eran los yernos del burgalés universal. Donde hoy se levanta la bodega de “Chozas del Carrascal”, se cuenta que en esas mismas carrascas, fue donde se produjo la vil y cobarde acción.
Se ha hablado de las espadas y armamentos de época de la Reconquista en lo que hoy es el Barrio de Turquía, cercano a la Rambla de San Antonio. Se ha especulado que al parecer al ser un terreno llano, cuando se emprendió la reconquista de Requena por parte de las tropas castellanas, se estableció allí un campamento cristiano donde se planearon las tácticas para acometer la toma de la ciudadela musulmana en lo que es hoy la Villa.
Estas espadas fueron descubiertas por los ciudadanos turquianos, quiénes la donaron a la sacristía de la parroquia de San Antonio, pero durante la Guerra Civil se produjo su extracción y pérdida.
Se dice que se produjeron en terreno turquiano también dos batallas, la primera de infausto recuerdo para los cristianos que fueron derrotados y la segunda, la que permitió el definitivo avance de las tropas castellanas hacia Requena. Es de la primera batalla, donde se dice que se fundó la aldea de San Antonio y que da el pistoletazo de salida, a lo que nosotros podemos llamar la “teoría fundacional sanantonera” contrapuesta a la “teoría fundacional turquiana” que tantos quebraderos de cabeza y sanos enfrentamientos traería entre los ‘sanantoneros’ y los ‘turquianos’. Se dice que un soldado castellano se refugió bajo un olmo hueco – la Asociación Cultural y Vecinal “El Olmo” recibe su nombre de esta leyenda – y allí prometió fundar una ermita, consagrada al santo del día en que se ocultó, resultando ser el 13 de junio, día de San Antonio de Padua. Podría admitirse, por ser casi contemporáneos, ya que San Antonio de Padua – originalmente, Fernando de Bulhoes – falleció el mismo 13 de junio 1231 y fue canonizado un año más tarde, pero no tiene mucho sentido, a menos que el hipotético soldado castellano tuviese buena memoria, ya que la única documentación de una incursión infausta en Requena, fue a manos de las tropas de Rodrigo Jiménez de Rada, caudillo de la cruzada, en 1219.
La segunda batalla se situaría en la época correspondiente desde la Reconquista de Valencia en 1238 hasta la concesión de la Carta Puebla castellana a Requena en 1257. Aquí también sale la teoría sanantonera, la del olmo hueco, pero esta vez no por un soldado refugiado, sino que al estar allí situado el campamento, la tropa necesitaba de motivación y de espíritu, consagrándose a San Antonio de Padua, que como bien sabemos es el santo de los milagros imposibles, y que al igual que Rodrigo Jiménez de Rada – fallecido en 1247 – luchase contra la herejía albigense en el sur de Francia. Fue allí cuando se levantó la ermita, consagrando la victoria sobre las huestes musulmanas a este santo. Un santo, que hay que recordar, que a su manera también combatió la herejía en el norte de África y como muchos compañeros franciscanos, también sufrió la persecución de los musulmanes.
No obstante, la ermita está fechada a mediados del siglo XV, encontrándose la exacta fecha de fundación en la puerta de la Iglesia.
Esa es la teoría sanantonera, la teoría turquiana está bastante relacionada con esta última teoría, pero no suscita tanta problemática, porque hay vestigios de que Turquía era anterior a San Antonio.
No es que fuese Turquía una zona especialmente verde y paisajística, como la zona castellana, pero aún siendo un páramo yermo hacía que pudiesen florecer cultivos de todo tipo – como el del vino, la oliva y el almendro que proliferaron con posterioridad – y que el ganado pudiese pastar con total tranquilidad. Los primeros asentamientos en esta zona serían del siglo XIV, manteniendo Turquía su estatus de aldea hasta finales del siglo XIX y contando con un código postal propio. De hecho, hoy día, numerosas fuentes municipales recogen a Turquía – y a otros barrios de San Antonio como Los Chicanos, El Barriete, Los Ochandos y la Rambla – como pedanías.
Podría decirse, que la teoría sanantonera es más mística y espiritual, mientras que la teoría turquiana está fundamentada. Pero sea como fuere, ambos casos se aceptan por su contenido.
Porque al establecerse los primeros viñedos, tras existir la repoblación, Turquía fue expandiéndose hasta el norte y creciendo.
San Antonio, como entidad propia, surgiría en torno a la parroquia del mismo nombre, alrededor del siglo XVIII. Era una parroquia, como la de todas las aldeas, dependiente de la del Salvador de Requena, pero comprendía también la Parroquia de San Juan Bautista – aldea de anterior fundación que San Antonio – y la zona de El Verdinal, de donde proviene mi familia. De hecho, el primer Ramos como ascendiente mío que tengo documentado, es D. Esteban Ramos Martínez casado con María Gómez Bautista, y que en 1700 era trabajador por la zona de El Verdinal y residente en San Antonio.
La aldea de San Antonio fue ganando población e importancia en el siglo XVIII, pasando su parroquia a no depender de la Parroquia del Salvador de Requena, considerándose como el primer precedente de independencia municipal.
Como consecuencia de haber sido un pueblo de pastores – y posteriormente de viticultores – las cañadas reales empezaron a trazar su recorrido por aquí, conservándose todavía la señalización, por no contar con algo tan indeleble de nuestra comarcana historia, como lo son las famosas cuevas provistas de trullos y tinajas de vinos, y plantaciones de moreras, las plantas sederas, llegándose a encontrar por la Calle San Jaime una casa de la seda, similar a la que hoy encontramos en la Villa de Requena, y que por lo visto, fue uno de los principales motores industriales de San Antonio, representando la perfecta simbiosis entre ambas localidades.
Y es que, San Antonio, jamás fue un municipio independiente, pero era tal el grado de independencia con respecto a Requena, que el comportamiento existente entre ambas localidades – un comportamiento cordial, con las típicas emulaciones entre localidades vecinas – distaba mucho del de una ciudad matriz con una aldea a su cargo, sino el de dos localidades bien diferenciadas.
Los primeros intentos de independencia de San Antonio y de aldeas contiguas de la Vega del Magro como Calderón, San Juan, Barrio Arroyo, Roma, y en ocasiones, El Derramador, se produjeron a finales del siglo XIX.
Y se produjeron por diversos motivos. El primero, inspirado en otros pueblos como Venta del Moro, Caudete de las Fuentes, Villalgordo del Cabriel, Fuenterrobles o Camporrobles, que consiguieron a finales del XVIII y principios del XIX, un sentimiento que se trasladó a barrios de la localidad requenense como las Peñas u Ollerías, quiénes a principios del siglo XX, y conjuntamente con San Antonio, como bien recalcó en esta misma página, el compañero D. Víctor Hernández Ochando, elevaron reclamaciones al Ayuntamiento de Requena por el deficiente alumbrado.
El segundo, esa sensación de independencia, ya que eran una zona industrial, pareja a Requena y superando a Utiel. Huelga decir que para entonces ya contaban con casa consistorial, con una sala de teatro, con un cine, con biblioteca, con sociedad musical y con demás cosas más propias de un pueblo grande que de una pedanía. Se auspició también la construcción de un colegio de Educación Primaria por parte de D. Manuel García-Izquierdo y de D. Leandro Ramos García – que aún a pesar de la similitud de apellidos, nada tiene que ver con servidor, más que un lejano parentesco – en consonancia a otras poblaciones, como la vecina Calderón que estrenó su colegio en 1930.
El tercero, por la denuncia del caciquismo imperante en Requena, influidos muchos por los escritos del ilustre D. Venancio Serrano Clavero, quién con mucha cautela pero nada de temor denunciaba las injusticias que nuestro municipio sufría, y también por los del poeta sanantonero D. Rafael Duyos, quién tiene el parque de San Antonio dedicado, puesto que se edificó sobre terrenos suyos que él legó. A todo esto se sumaba el ínfimo salario de San Antonio en comparación a otras zonas de Requena y el agravio comparativo en que se encontraban. El hecho de que en Requena ocupase un lugar preponderante la Unión Patriótica de Miguel Primo de Rivera, dio a pensar el equívoco de que en San Antonio se era de distinto signo político. Nada más lejos de la realidad, los que posteriormente fueron falangistas de primera línea – e incluso carlistas – apoyaron la independencia municipal de San Antonio. Esta tercera causa encontró su punto álgido a principios de los años 20, extendiéndose durante los años subsiguientes que correspondieron a la dictadura de Miguel Primo de Rivera y no resucitado hasta la Guerra Civil, cuando se alcanzó la entidad de Vega Libre. Un interesante tema del que pudiese tratarse – al margen de pensamientos políticos – sería el por qué poseyendo las JONS en su ideario el lema de “sindicato, municipio y familia” no se llevó a término alguna idea similar para San Antonio. Al menos, desde altas instancias, porque simpatizantes falangistas de San Antonio fueron muy proactivos en los que a intentonas de independencia municipal se refiere.
El cuarto motivo radicaría en el supuesto apoyo que las aldeas de La Vega concedieron a la causa carlista.
Pocos recordarán, aunque todavía sigue siendo hoy vox populi en todos los mentideros de Requena, la situación de bicefalia vivida entre Requena y San Antonio. Una sana bicefalia en la que jamás hubo riñas estériles entre ciudadanos de ambas localidades, como ya he mencionado con anterioridad.
Es más, mientras mis aldeas por la parte paterna como las son Calderón y San Juan – y los caseríos de El Verdinal ya ni lo contamos – son el claro ejemplo de despoblación, pasando de rozar los 500 y 1.000 habitantes en los años 1950, contando con colegios, farmacias y comercios locales a ser meras aldeas de retiro y de descanso, San Antonio permanece impasible e impertérrita. Supera los 2.100 habitantes, cuenta con servicios básicos como cementerios, parques, comandancia de Policía Local, colegio de Educación Primaria, consultorio con pediatra, asociaciones musicales y de índole cultural, piscina, bancos y un estadio de fútbol en lo alto del Cerro, por donde pasa la famosa Cañada de San Juan, por no contar con el hecho de que la estación de AVE Madrid-Valencia se encuentra en la localidad sanantonera. Hoy día, sigue contándose con los bares de Silverio, el Ramos o el Entrevinos, y con una grandísima oferta para establecer su domicilio o negocio, siendo lo más determinante para luchar contra la despoblación.
Situación desoladora la que se vive en sus homólogas de la Vega del Magro, excesivamente castigadas por la despoblación y por el abandono al que son sometidos por una endófoba y alevosamente olvidadiza administración, sin embargo, aún queda algo para la esperanza, aún quedan bares y lugares de reunión.
Otra bicefalia, fue la vivida durante longo tiempo en la Vega del Magro, entre San Antonio y San Juan. Una rivalidad entre hermanos y entre primos, una rivalidad que no lo es tanto, sino los típicos piques fronterizos. Interminables verbenas, partidos de fútbol y un “lo que pasa en La Vega del Magro, se queda en La Vega del Magro”. Una rivalidad por la capitalidad, pero siempre con recursos compartidos. Para el imaginario queda el que los jóvenes de San Antonio y aldeas circundantes se “enfrentaban” de la forma más inofensiva entre ellos, pero es eso, imaginario. Yo por mi parte, descendiente de sanantoneros – con los apellidos Ferrer y Gabaldón en mi estirpe – y proveniente del Verdinal, situado por Calderón y San Juan, no puedo tener una mala palabra con mis paisanos vegueros, más teniendo en cuenta el respeto y el buen trato que siempre nos han dispensado, tanto a mi familia como a mí, por no contar con sus hospitalarios comportamientos con cualquiera, que con buena fe, acude a esta zona.
Sí, soy partidario de una independencia municipal de la Vega del Magro, con San Antonio – tercer núcleo de población de la comarca – como cabeza de este nuevo municipio, por razones de logística, de población y de una distancia considerable con respecto del municipio matriz, respetándose la Ley 7/1985, del 2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local, que prevé estos supuestos y pone los condicionantes. Soy partidario, porque San Antonio aún independiente, seguirá perteneciendo a la DO Utiel-Requena y podrá seguir unida y en consonancia con los demás municipios de la comarca en los frentes que siguen abiertos, como la lucha contra la Ley 4/2018, del 21 de febrero conocida comúnmente como Ley Marzà o a favor de las manifestaciones que reclaman precios justos para el campo y el abnegado agricultor. Porque yo, reclamo la independencia de la Vega del Magro, por la especial vinculación que desde niño y ancestralmente he tenido con esta tierra, igual que por la parte materna la he tenido por el Valle del Cabriel, y no por odios inexistentes, ni rencillas. Mi respeto para los ciudadanos de todas las localidades comarcanas y también por los dirigentes, que con la buena voluntad y diligencia que se les presupone, adopta medidas que generalmente suelen generar descontento. No hay que hablar de división ni enfrentamiento, sino de unión y concordia. Mi sentimiento no se cimienta en la superioridad de un pueblo sobre otro, ni en una supuesta expoliación, cuando todos – seamos más o menos los pueblos constituidos como municipios independientes – debemos remar en la misma dirección, como buenos conciudadanos que somos.

Un precedente similar y contemporáneo en España, de un pueblo que fue adquiriendo importancia y consiguió su independencia respecto del casco urbano matriz, fue La Eliana que se independizó de la Puebla de Valbueno, el día 21 de febrero de 1958.
¡Que vivan San Antonio, las aldeas de la Vega del Magro y todas las buenas gentes que la poblamos e intentamos mejorarlas! ¡Viva nuestra comarca!