Origen de las procesiones penitenciales de Semana Santa y evolución al modelo barroco.
Las procesiones de carácter penitencial, que posteriormente se convertirían en uno de los elementos fundamentales y más vistosos de la Semana Santa de los siglos XVII y XVIII, se desarrollaron en la Baja Edad Media. En este periodo marcado por las guerras, el hambre, las epidemias de peste y otras enfermedades, surgieron manifestaciones protagonizadas por disciplinantes que mortificaban su cuerpo públicamente con el objetivo de purificar su alma y expiar los pecados de la colectividad. Estas manifestaciones evocaban la pasión de Cristo, pero no tenían por qué tener lugar únicamente durante la Semana Santa. Estos disciplinantes, sobre todo flagelantes, procesionaban detrás de una cruz o el estandarte de su cofradía, en caso de que la hubiese. Entre el siglo XIV y principios del XVI aparecieron las primeras cofradías llamadas de pasión o de penitencia, que a partir de entonces se encargarían de organizar las procesiones los Jueves de la Semana Santa.
En el siglo XVII, la puesta en marcha de los postulados contrarreformistas supuso la transformación de la vida religiosa, y la necesidad de demostrar la existencia de una fe fuerte y sin fisuras llevó a potenciar las manifestaciones colectivas de carácter piadoso o devocional. De esta manera, se produjo un cambio fundamental en la concepción de las celebraciones de Semana Santa. De acuerdo con Federico Fernández Basurte, “la procesión barroca no es tanto un acto penitencial, en la que sus participantes buscan la expiación de sus pecados, sino la puesta en escena de una demostración destinada a conmover al público, a llevarlo a la reflexión…”[1]. A partir de ese momento, las procesiones de Semana Santa no se reducirían a un grupo de penitentes que conmemoraban la pasión de Cristo con actos de mortificación, sino que acentuarían el buscar impresionar, emocionar y conmover a los espectadores con el fin último de realizar un acto expresivo de piedad que agradase a Dios. En consecuencia, en el siglo XVII, las procesiones de Semana Santa derivaron hacia una mayor demostración y lucimiento, convirtiendo a este tipo de celebraciones en una oportunidad para la ostentación y el exceso, lo que en muchos casos comportó escándalos y muestras de falsa religiosidad. En el Libro Viejo de la Venerable Cofradía de la Vera-Cruz, encontramos numerosas quejas de los hermanos de la cofradía que denunciaban la falta de devoción y decencia en las procesiones. Un ejemplo lo hallamos en el acta del 1 de abril de 1635, en la que se denunció la indecencia de algunos hermanos que procesionaban con el rostro descubierto, privilegio el cual solamente parecía corresponder a los oficiales.
Organización y desarrollo de las procesiones de Jueves Santo en la Requena barroca.
A pesar de que en la mayoría de las diócesis estaba prohibido procesionar de noche o antes de que amaneciera, habitualmente las procesiones de Jueves y Viernes Santo tenían lugar de noche o de madrugada. En la Requena del siglo XVII, la procesión de Jueves Santo, que corría a cargo de la Venerable Cofradía de la Vera-Cruz de Requena, se hacía “según costumbre a las once de la noche con toque de campana a las diez”. En el acta del 16 de marzo de 1636 del Libro Viejo de la Vera-Cruz, nos consta que dicha procesión salía del convento del Carmen. La clerecía que venía de la parroquia de San Salvador al Carmen, para asistir a la procesión del Jueves Santo, acostumbraba a portar un Cristo crucificado, por lo que deberían de ser acompañados a la ida y a la vuelta por doce hermanos, que debían vestir las debidas túnicas y portar hachas encendidas con “debuçión y voluntad”.
Por un lado, de acuerdo con las constituciones de la cofradía, todo aquel que saliese en la procesión debía vestir un hábito de lino y lucirlo con la debida decencia. No obstante, en el acta del 13 de abril de 1642 se dejó constancia de la indecencia y la falta de lucimiento observada en la procesión por parte de algunos hermanos que acudían con capa parda. Como solución, se instó en nueva constitución a que se llevase la debida túnica so pena de cuatro reales. Tal y como se refleja en sus actas, uno de los motivos que podrían explicar por qué los hermanos no vestían el hábito correspondiente era la escasez de túnicas, las cuales debían ser proporcionadas por la misma cofradía a sus miembros a cambio de cera o algún otro tipo de pago. No obstante, es cierto que generalmente los hermanos más pudientes se costeaban sus propias túnicas e incluso había quienes cedían hábitos a la cofradía para los hermanos más pobres.
Por otro lado, buena parte de los hermanos que salían en procesión debían portar un hacha de luz con la que iluminar las calles y, sobre todo, las imágenes y el grupo de disciplinantes. Este hecho resulta algo fundamental si se tiene en cuenta la casi total ausencia de iluminación en las calles y plazas de la villa a la altura del seiscientos. A pesar de que hasta bien entrado el siglo XVIII no contamos con una contabilidad fiable de los gastos de la cofradía, podemos intuir que en el siglo XVII buena parte de los ingresos de la cofradía se destinaban a la compra de cera. En el Libro Viejo de la Vera-Cruz, una sumaria contabilidad que abarca los años comprendidos entre 1761 y 1764 nos revela como la mayor parte del gasto que hizo la cofradía en dichos años fue en cera: en 1761, de un gasto total de 658 reales, 550 se invirtieron en cera; en 1762, de un total de 907 reales, 783 fueron en cera; en 1763, de un total de 1013 reales, 896 fueron en cera; y, finalmente, en 1764, de un total de 708, 548 fueron en cera.
Además de procesionar a un Cristo crucificado, las actas del Libro Viejo de la Vera-Cruz nos revelan que dicha cofradía contaba con otras imágenes o pasos que igualmente salían a recorrer las calles de la villa de Requena, bien en Jueves Santo, como “la Columna” o “el paso del Cristo con la Cruz a cuestas”, o bien en Viernes Santo, como el Santo Cristo Desenclavado, la Verónica, el Descendimiemiento o “la Soledad”. Los diferentes pasos salían a procesionar a hombros de los hermanos de la cofradía que pagaban por poder cargar con alguna de las varas de las andas. En ocasiones, tal y como sucedió con el paso de la Verónica en la Semana Santa de 1770, había pasos que se quedaban sin salir por falta de hermanos en propiedad que la cargasen.
Desafortunadamente, desconocemos el recorrido de las procesiones de Jueves y Viernes Santo organizadas por Venerable Cofradía de la Vera-Cruz a lo largo del XVII. No obstante, tenemos constancia de un cambio en ese itinerario a la altura de 1796, algo muy inusual en este tipo de celebraciones. El 8 de febrero de dicho año, ante el aumento de la población en la villa de Requena, se puso de manifiesto que la procesión del Viernes Santo no se podía celebrar con el debido desahogo, especialmente en la unión de la plaza del Arrabal, donde no se podía celebrar el misterio con la requerida tranquilidad. Por este motivo, se propuso un nuevo itinerario que debía discurrir por la callejuela de los Frailes (actual calle Músico Sosa), la calle Grande, la plaza del Arrabal, la calle San Carlos, la bajada a las Monjas (muy posiblemente la actual Norberto Piñango) y el paso de la procesión de una puerta a otra del convento de las agustinas. El 10 de febrero de 1796 se reconoció la innovación introducida por mor del barrio de San Carlos, el núcleo de la Requena sedera más emprendedora en las décadas del siglo XVIII. Tras la oportuna notificación al Cabildo Eclesiástico de Requena, se accedió a la modificación propuesta el 29 de febrero de 1796.
Fuentes.
FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.
Libro Viejo de la Vera Cruz.
Bibliografía.
Fernández Basurte, Federico, La procesión de Semana Santa en la Málaga del siglo XVII. Málaga, Universidad de Málaga, 1998.
Jones, Martin D.W., La Contrarreforma. Religión y sociedad en la Europa moderna. Madrid: Akal, 2003.
Jordá Sánchez, César, La Semana Santa Requenense. Requena, Junta de Cofradías de Semana Santa, 1994.
Gijón Jiménez, Verónica, “Una mirada sobre la Semana Santa en España a través de los viajeros extranjeros de la Edad Moderna”, Meditaciones en torno a la devoción popular, 2016, pp. 173-193.
[1] Fernández Basurte, F. La procesión de Semana Santa en la Málaga del siglo XVII. Málaga: Universidad de Málaga, 199,. pp 35-44.