De 1972 a 1973 se vaciaron de escombros uno de los rincones más sugerentes de Requena, las cuevas de la villa.
Con esfuerzo se restauraron y comenzaron a abrirse a las visitas posteriormente. Se contabilizan hasta veintidós cuevas de época islámica, cuya utilidad exacta más la suponemos que la conocemos. No parece que se trataran de refugios en caso de ataque, sino de lugares de almacenamiento de víveres, aprovechando con maestría el dúctil material del terreno.
Los repobladores cristianos no las dejaron en desuso, especialmente tratándose Requena de una villa de clara orientación comercial. ¿Quién podía resistirse a disponer de sus bienes bajo sus domicilios? En la que se convertiría en la plaza de la villa, lugar de mercadeo y de intenso paso de gentes y animales en el siglo XVIII, las cuevas tuvieron un destacado papel.
Con el desarrollo y expansión a gran escala de la viticultura su valor se acrecentó. El tráfico de los carros ocasionó no escasos problemas en la estabilidad del terreno y en la vía pública, como se encargan de recordarnos las ordenanzas municipales de 1613, lo cual no fue óbice para que se desarrollara una verdadera red que comunicaba entre sí no pocas cuevas.
En la conservación de los granos almacenados en las cuevas tenía gran protagonismo las capas de paja protectoras, evitando deterioros graves y procurando un cierre más hermético dentro de las condiciones de la época anterior a la industria.
Hoy en día los visitantes de nuestra localidad pueden disfrutar de ellas, demostrando lo mucho que atesora la tierra de Requena.

Imagen tomada de www.elmundo.es (Arte en la ciudad de las bodegas).