El párroco de Santa María don Alonso Duque de Arana, de mediados del siglo XVIII, fue un hombre atento a tomar buena nota de muchas cosas que acontecieron a su alrededor. No todos los eclesiásticos tuvieron sus inclinaciones literarias, por modestas que puedan parecer a los estudiosos de las grandes obras de la centuria. Don Alonso no escribió ninguna crónica del gusto de su tiempo, pero sí redactó breves notas que para el historiador actual atesoran un gran valor. En la actualidad, los cuadernos de anotaciones y diarios de sacerdotes, labradores o hidalgos disfrutan de una merecida atención, con independencia de su gracia estilística, a modo de jugosa fuente de información de curiosidades. Se diría, con todas las reservas, que tuvieron una inclinación periodística que en el primer tercio del siglo XX apreciaría Julián Pérez Carrasco, periodista y literato que apuntó y transcribió una serie de documentos procedentes del Archivo de Santa María.
Estas curiosidades, por llamarlas así, no siempre han merecido el reconocimiento de los eruditos, especialmente cuando la historia se reducía a los avatares de la política internacional y de alcoba de los reyes. La formulación de una historiografía más humana y atenta a las costumbres y quehaceres cotidianos de las gentes otorga una nueva dimensión a esas noticias, que ya no se nos antojan tan anodinas.
En Requena tenemos la fortuna de conservar muchos libros de las actas municipales desde 1520, un verdadero lujo que nos acerca a nuestro pasado con todas las prevenciones, pero la Colección documental Pérez Carrasco nos brinda un valor añadido, el de conocer documentos hoy perdidos que formaron parte del Archivo de la citada parroquia de Santa María. Y uno de los mismos es la proclamación y jura en Requena de Fernando VI, que por su interés transcribimos más abajo.
Del mismo, podríamos destacar varios elementos.
La mezcolanza de elementos religiosos, como el Santísimo Rosario cantado por las calles, y populares al modo de la soldadesca, tan propio de la cultura de la Contrarreforma tardía.
Esta alegría precedía al alzar pendones, que don Ignacio Latorre nos recuerda con motivo de la proclamación de Carlos III, en el que el corregidor y regidores tuvieron tanto protagonismo, a modo de renovación del vasallaje de Requena a su rey. La ceremonia se repetía en la expansiva villa en su plaza del Arrabal y en la plazuela de las Monjas. Definitivamente, la Requena de espacios abiertos se había impuesto a la encastillada, pues en 1598 los pendones se alzaron por Felipe III en la torre de la fortaleza.
Entre las celebraciones ulteriores encontramos el gusto por la pirotecnia, la participación de los distintos oficios y las celebraciones taurinas, con un capeo que fue muy atrayente para propios y extraños. El programa de actos de la proclamación debió mucho a las fiestas del Corpus, con el añadido de los festejos de toros, tan celebrados por San Roque en la Requena del siglo XVII. Los albañiles vestidos de moros (de los que no se nos dice que entraran en batalla simulada contra el bando de la cruz al modo de la ciudad de Alicante coetánea) se asociarían al Corpus, dada la presencia de una tortuga grande de madera, verdadera roca.
La fiesta de la proclamación no fue inmovilista y tuvo el acierto de ir incorporando las novedades del siglo, como la hidalguía abierta a las fortunas de la seda. Los del arte de la seda, cuyas ordenanzas se aprobaron finalmente en 1737, y con cierto aire carnavalesco la población gitana, que pese a su presencia muy anterior ganó protagonismo por aquellos años, fueron elementos característicos de aquel siglo XVIII en el que Requena disfrutó de la música más popular, a veces con clarineros de Valencia.
De lo que no nos dice nada don Alonso es del coste de todo ello, en el que los regidores no ahorraron sus emolumentos, según se comprueba para ocasiones anteriores. Lo cortés no quita lo valiente.
Y ahora el documento en cuestión:
“Proclamación y jura que se hizo en Requena por nuestro rey don Fernando VI, que Dios guarde muchos años.
“En el día tres de octubre de mil setecientos cuarenta y seis años, domingo del Santo Rosario, después de haber salido el Santísimo Rosario cantado por las calles como es costumbre todos los años con música y acompañamiento de todo el Cabildo, soldadesca y de todo el pueblo, acabada esta función se hizo la proclamación de nuestro rey y señor don Fernando Sexto; en el balcón de la Casa del Ayuntamiento, levantando el pendón que se hizo para este asunto, don Francisco Carcajona como alguacil mayor acompañado del caballero corregidor y de los regidores y todo el pueblo que estaba en la plaza y ventanas, estaban colgadas las paredes de dicho balcón con lindos paños y su dosel muy compuesto puestas sus efigies bajo de él, y para esta función se trajeron dos clarineros de Valencia y un timbalero del regimiento de órdenes viejo, hecha que fue dicha proclamación montaron todos los de la función en sus caballos ricamente enjaezados y bajaron a la plaza del arrabal en donde hicieron la misma ceremonia sobre un tablado que había dispuesto, y lo mismo ejecutaron en la plazuela de las Monjas, y aquella noche se disparó en la plaza de la villa un castillo de fuego muy grande y bien dispuesto. Al día siguiente hicieron su deber los del arte de la seda, saliendo bien vestidos y con sus caballos, sus danzantes y por la noche se disparó en la plaza del arrabal un castillo de pólvora tan bueno o mejor que el de la noche antecedente. Por demás días y noches fueron prosiguiendo con sus máscaras los demás oficios, llevando todos sus clarines y timbales y el domingo siguiente concluyeron esta fiesta los albañiles vestidos de moros y con una tortuga grande de madera. El lunes siguiente hubo fiesta de ocho toros muy valientes y un capeo que lució mucho así por la inmemorable gente del lugar y forastera que hubo, como por la asistencia de los clarineros y timbal, y no sucedió en todas estas fiestas salieron bailando y de máscaras los gitanos y gitanas que había muchos en esta villa, en la que los tres primeros días hubo grandes luminarias en balcones y ventanas, estando toda la gente muy alegre y contenta, el día de toros hubo refresco en la villa y cabildo y lo firmo ad perpetuam rei memoriam, en Requena a 13 de octubre de 1746. Alonso Duque Arana.”
Víctor Manuel Galán Tendero.
Fuentes.

Colección documental Pérez Carrasco. Sección de copias y regestas documentales tomadas del Archivo de Santa María de Requena.