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LAS ESPERANZAS FRUSTRADAS DE LA II REPÚBLICA.

  • Por Víctor Manuel Galán Tendero
  • 17/07/2019
  • Época Contemporánea
  • II República

A mi abuelo Victoriano, buscador de una España más justa.

¿Fue la II República una muestra de cambio histórico?

A diferencia de la I República, que advino casi inesperadamente, la II lo hizo tras años de maduración más prolongados. La actitud de Benito Pérez Galdós a lo largo de sus Episodios nacionales muestra la creciente simpatía hacia el republicanismo a comienzos del siglo XX. Las jornadas del cantonalismo iban quedando cada vez más atrás y la travesía del desierto iba llegando a su fin. Los cambios experimentados por la sociedad española, en sintonía con lo acontecido en los locos años veinte, reforzaron tal tendencia. El tradicionalismo no solo retrocedió en las grandes ciudades, sino también en la pléyade de medianas y pequeñas localidades de la geografía española en la medida de sus posibilidades. En Requena también llegaron los cambios. La automoción empezó a sentar sus reales en su viario, se planificaron importantes reformas urbanas, se creó el Instituto de Segunda Enseñanza, la condición de la mujer fue motivo de interés en punto a su formación y las ideas republicanas se fortalecieron en los medios mesocráticos del comercio local.

Sin la fuerza de esta verdadera edad de oro del municipalismo español, cuyo fruto tardío entre nosotros sería la Fiesta de la Vendimia, las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 hubieran ido de manera muy diferente para Alfonso XIII, político astuto que supo prescindir a tiempo de presidentes del gobierno, ministros y dictadores para mantenerse en el trono. Sensible a la campaña de oposición a Maura en 1909, le inquietó la suerte del zar Nicolás II. Se impacientó con Primo de Rivera cuando se enfrentó con el cuerpo de artilleros y llegó a promover un pronunciamiento del general Goded. Al final se malquistó a muchos monárquicos. Del 12 al 14 de abril tuvo lugar una velocísima transición, con el doctor Marañón como comadrón de la República por medio, en la que él abandonó una España señora de sus destinos, festejada en plazas como la requenense de Felipe V, en los años venideros de la República.

¿Pudo haber sobrevivido internacionalmente?

La II República no logró contrabalancear la tendencia europea hacia el fascismo, iniciada en Italia una década atrás. Sin embargo, nada anunciaba en 1931 el triste destino de 1936. Antes de la imparable marcha hacia la guerra de la Alemania de Hitler, la España republicana se adhirió a la Sociedad de Naciones, el precedente de la ONU, y tanteó unir sus energías a las de su admirada III República francesa, con gran importancia en la cuenca mediterránea. La sociedad de Portugal tampoco fue indiferente al régimen republicano español, que no gozó de las simpatías de la Gran Bretaña más oficial.

A su modo, la II República suscitó un problema de gran calado, más allá de la experiencia española, el del paso del Estado liberal al más intervencionista, cuando eclosionaba con vigor la sociedad de masas ya comentada por Ortega y Gasset. Alemania experimentó tal problema de forma más clara que Francia, que también lo acusó tras la Gran Guerra. No lo tuvo fácil la España republicana, que luchó contra los tópicos de la charanga y la pandereta, en la Europa de las dictaduras, castigada por los efectos de la Gran Depresión.

La España de entonces no estaba tan vinculada económicamente como Alemania, Francia y Gran Bretaña con los Estados Unidos, punto de arranque de la situación crítica, pero la pérdida de poder adquisitivo de sus compradores y la imposición de severas políticas proteccionistas le perjudicó gravemente. Además, desde la perspectiva del keynesianismo, había adoptado un errado proceder al mantener la estabilidad de la peseta desde 1930, algo que hipotecó la posibilidad de hacer reformas durante la República, tras haber arruinado a la Dictadura de Primo de Rivera. No se contempló desde Requena todo ello como remotas noticias del curioso mundo, sino como una apremiante situación que mermaba la posibilidad de vender sus vinos, arrojando al paro a muchos de sus hijos. Ya tenían triste experiencia de ello, con episodios tan alarmantes como la crisis de 1917 desatada por las alternativas de la I Guerra Mundial. Los republicanos locales, pragmáticos e idealistas, siguieron las incidencias de su tiempo y en su prensa mostraron su curiosidad por las experiencias cooperativistas de otros países como Gran Bretaña y su admiración por la Revolución francesa, no exenta de idealismo y que reforzaba la épica decimonónica de los liberales contra los carlistas.

Se ha sostenido que los republicanos españoles buscaron la confirmación a sus ideas en la escena internacional, que a modo de un espejo deformante les devolvió una realidad imprecisa. La experiencia requenense, dentro de su modestia, nos indica que fueron las tensiones propias las que llevaron a la II República al desastre. Sin el 18 de Julio, potencias como Italia, Alemania o la Unión Soviética no hubieran intervenido en España, que podía haber preservado internacionalmente su régimen republicano.

¿Cómo vieron España los republicanos requenenses?

Se ha sostenido que la II República se inició con una fiesta en las calles. Pasacalles y serenatas acompañaron a la tercera conmemoración de su proclamación en Requena. Tal optimismo inicial se derivó en parte de la conciencia de reemprender unas libertades largo tiempo postergadas. Al comienzo, se retomó el ideal de unidad socio-política del liberalismo clásico en beneficio del bien común; es decir, el llamado consenso en los posteriores tiempos de la Transición. A 17 de diciembre de 1931 el alcalde Víctor Elías Martínez Sánchez habló en nombre de la concordia y de los supremos intereses del pueblo.

Tal consenso era servido por políticos e intelectuales, en un período con fuerte imbricación de ambas actividades públicas, como se comprueba en el caso de Manuel Azaña. En Requena se distinguió el 14 de enero de 1932 a Canuto Sánchez, Casimiro Peña y Fernando Morencos por sus trabajos en pro de la cultura local.

En esta España liberal e hija de la Edad de Plata de nuestra cultura se planteó el tema del autonomismo, que fue mucho más allá de la simple organización territorial del Estado. El autonomismo valenciano no despertó en Requena mucho interés, pero sí suscitó determinadas afirmaciones de castellanía histórica y cultural. A diferencia de lo que sucedió con la incorporación a la provincia de Valencia en 1851, presentada en términos más pragmáticos, los modernos nacionalismos plantearon la cuestión en términos de identidad, en los que se otorgó a la lengua gran relevancia en línea con el idealismo alemán. La cuestión catalana también se trató fugazmente en algún pleno municipal, pero no prosperó ningún rechazo al Estatuto de Autonomía. La figura de Francesc Macià fue reconocida por muchos republicanos requenenses, al igual que los republicanos valencianos Blasco Ibáñez y Ricardo Samper.

Esta visión ciertamente abierta y heterogénea de España fue cediendo a lo largo del tiempo por culpa de las tensiones políticas que conmovieron la II República. A raíz de la Revolución de 1934, se llegó a acusar de malos españoles a los que no estaban de acuerdo con el gobierno, aunque no secundaran el movimiento insurreccional. El plano inclinado a la Guerra Civil se había abierto dramáticamente.  

¿Sublimó la II República la vida local?

Si la Dictadura de Primo de Rivera se había empeñado en convertir el Ayuntamiento en una instancia administrativa con rutinas burocráticas que se pretendían regeneradoras, la II República auspició otra idea de consistorio municipal, la de tribuna de los representantes de la ciudadanía. En las sesiones del Ayuntamiento requenense de aquellos años menudearon los debates a propósito de temas locales y de toda España. La socialización política aumentó durante los años republicanos, con las inevitables tomas de partido.

La dignificación de Requena fue una tarea de la que se ocuparon sus responsables, según los criterios de su tiempo, pues por la Patria Chica merecían la pena los desvelos y sacrificios, como los reconocidos al concejal Ochando el 15 de diciembre de 1932 por la medición de la carretera entre Requena y el pantano de Benagéber.

Considerada una ciudad más allá de lo meramente legal, se procuró mejorar su aspecto. En consonancia, se vedó que los tubos de las estufas vertieran a la vía pública y se obligó a barrer y a regar las calles a los vecinos, que deberían de estacionar estiércol durante el día. La lucha por el civismo continuó latente durante los años republicanos, con la corrección de los comportamientos cotidianos que tanto efecto surten.

¿Cuál fue la magnitud del problema social?

En 1930, en vísperas de la proclamación republicana, España alcanzó los 23.600.000 habitantes, de los que 9.000.000 formaban su población activa. El 38% de ocupación quedaba lejos del 58´6% actual, con la incorporación de las mujeres al mundo laboral.

El sector primario, con 2.000.000 de trabajadores, tenía un peso considerablemente mayor en 1930, elevándose al 22% de toda la población activa. El 70% de los desempleados, unas 700.000 personas, correspondía a tal sector. Como los parados rondaban el millón de trabajadores, la crisis del trabajo en el mundo agrícola afectaba al 35% del total, frente al 11´5% general. En el 2013, el desempleo llegó casi al 27%, pero el sistema de protección social palió el malestar social. Enfrentada a un déficit público importante, que obligó a practicar no pocas economías, la II República no desarrolló subsidios para el desempleo. La reforma tributaria era una cuestión espinosa. Para atender a los gastos, se subieron los impuestos sobre los carburantes y se planteó un nuevo gravamen sobre la renta. En estas circunstancias, las dificultades de la viticultura golpearon con severidad a las gentes de Requena.

Contra el desempleo se recurrió, al igual que en los Estados Unidos del New Deal, a la obra pública, elevándose en el invierno del 34 instancias al Ministerio de Obras Públicas para la construcción de la carretera de Requena a Chelva. Ante la magnitud del problema, se propuso formar un censo municipal de propietarios para asignarles obreros en paro.

¿Dispuso la autoridad municipal de los medios de actuación adecuados?

Los limitados medios de acción municipales no correspondían con la importancia que la vida local tenía entre nosotros. El Ayuntamiento se encontraba muy marcado por el Gobierno Civil, que a veces se negaba a dar licencia para los mercados locales. Aunque la Diputación Provincial dispensaba ayudas para los caminos vecinales, su construcción recaía en asociaciones de propietarios especialmente tras largos trámites, en los que el ingeniero jefe de obras públicas de la provincia aprobaba los proyectos y notificaba su subasta al Ayuntamiento.

Se carecían, por otra parte, de instrumentos adecuados de crédito agrario y el veterano pósito disponía de fondos exiguos a principios de 1932. Se debió economizar en los seguros de trabajo municipales. La iniciativa privada era fundamental para allegar rentas, como se demostró en el aprovechamiento de la plaza de toros.

Sobre el papel, los republicanos fueron forjando un Estado consistente. Dotado de nuevas leyes electorales (la de 1931 y la de 1933), su Constitución estableció la separación entre la Iglesia y el Estado y el principio de la autonomía regional. Estableció una severa Ley de Defensa de la República y la de Vagos y Maleantes para el mantenimiento del orden público, creándose al efecto una nueva fuerza policial urbana, la Guardia de Asalto.

En consecuencia, el talón de Aquiles de aquel Estado se encontraba en sus medios de acción, tanto económicos como humanos. Enfrentado a una notable recesión económica, agravada con la fuga de capitales y la falta de confianza de importantes sectores empresariales, se recurrió una vez más a la sufrida administración municipal. Cuando el 31 de diciembre de 1933 se liquidó el presupuesto del año a punto de concluir, los créditos pendientes de cobro ascendieron a 718.195 pesetas y 11 céntimos, pero la existencia en Caja se reducía a 11.060 pesetas y 8 céntimos. Ambas cantidades se sumaron oficialmente como ingresos. El Ayuntamiento reconoció deudas u obligaciones pendientes por 369.330 pesetas y 20 céntimos, pero a pesar de los pesares declaró superávit. A 1 de febrero se llegó a aprobar la venta de las puertas del Instituto, entonces alojado en el edificio del Carmen, para lograr algo de dinero.

Por muchos arbitrios y que se declarara superávit en el presupuesto municipal por argucias contables, las arcas estaban vacías, mientras la sequía y la helada imponían su tiranía. La penuria era tal que se esperó como agua de mayo la oferta por la plaza de toros. A pesar de la carencia de fondos, la subida de los impuestos sobre las bebidas alcohólicas inquietó a la viticultora Requena. Los créditos del exhausto pósito se concedieron a propietarios medianos o grandes, con la esperanza de que contrataran a los jornaleros. En las fiestas de conmemoración de la República se distribuyeron limosnas entre los pobres, pero al no disponerse todavía de un auténtico Estado del Bienestar las tensiones del mundo agrario envenenaron la convivencia. Los que pedían justicia y no caridad se impacientaron.

¿Qué ideas se trataron de llevar a cabo?

Los republicanos requenenses no fueron revolucionarios por mucho que se exaltaran con 1789, sino reformistas en la tradición liberal de un Canalejas. El partido Radical Socialista fue hegemónico en la Requena de los primeros años republicanos, los de mayores bríos reformadores, cuando la organización del trabajo agrario bajo el Sindicato Único de Oficios Varios conseguía que se negociaran las condiciones laborales con propietarios y patronos en enero de 1932. Se valoró la función de los jurados mixtos como necesaria para alcanzar la equidad. Tal aumentó de la actividad sindical no fue vista con agrado por todos y los industriales se quejaron entonces del Comité Paritario.

Desde el Ayuntamiento, con muchos munícipes de clases medias, se intentó componer las diferencias, pero las demandas de los grupos populares impulsaron la aplicación de medidas reformistas. Con el horizonte de la Ley Agraria en discusión en la primavera de 1932, el concejal Ochando propuso que los bienes comunales revirtieran en el municipio. Más tarde, se le solicitaría al historiador Rafael Bernabéu que estudiara la Carta Puebla de 1257 en unos términos favorables a la titularidad consistorial, en lo que pretendía ser una corrección de la Desamortización de Madoz.

El proyecto quedó en agua de borrajas, pero se logró llevar a buen puerto el seguro de accidentes laborales para la Sociedad de Albañiles o el establecimiento del salario mínimo diario de un bracero de cuatro pesetas y media. Estas medidas se quedaron cortas, como demostraron las tensiones que llevaron a la Guerra Civil.

¿Cuáles fueron algunos de sus logros?

Se consideraron elementos imprescindibles para el desarrollo socio-económico la educación (materializada en la dotación de las escuelas), los caminos vecinales y la llegada de la electricidad a puntos como las aldeas.  Los logros de la II República fueron importantes en materias como la educación.

El Instituto de Bachillerato no fue un compartimento estanco, sino un pulmón de la vida cultural local gracias a la voluntariosa actitud de su comprometido claustro de profesores, que contó con mujeres como María Moliner. Su biblioteca hizo la función de municipal, cuando todavía no se había creado, dentro de una España que experimentó la revolución de los libros de bolsillo. Todo fue acompañado de una valoración de la libertad de cátedra, valorando el libro como elemento de cultura y no como sustituto del profesor.

La dispensación de medicinas y ofrecer juguetes a los niños pobres fueron aspectos de aquella Requena que buscó mayor justicia social, en una España en la que comenzó a aplicarse el divorcio, pugnando con actitudes tradicionales arraigadas, y se comenzaron a difundir ideas sobre el control de la natalidad. Los comienzos de nuestras actuales sociedades abiertas se encuentran en aquellos años.

¿Cómo fue deteriorándose la convivencia social?

No todas las localidades españolas pasaron por el trance de Casas Viejas. Al fin y al cabo, Norberto Piñango había alabado la pacífica vida de Requena, que terminó igualmente devorada por la Guerra Civil. Los oasis son ilusorios, verdaderos espejismos.

En 1932, las fuerzas sociales se habían organizado y la negociación era posible, insinuándose un espíritu de transacción que avanza el de los pactos de la Moncloa. Con el fracaso de la Sanjurjada, la República parecía tan consolidada que la Italia fascista pensó en alcanzar con ella un acuerdo mediterráneo para frenar la importancia de Gran Bretaña.

Las polémicas religiosas por la hegemonía sobre el espacio público, que recuerdan las actuales disputas en Cataluña, amargaron la convivencia. La coincidencia de la conmemoración de la proclamación de la República con la Semana Santa añadió leña al fuego. En 1934 la dinámica guerracivilista se entronizó, se agravó con la crisis del trabajo y culminó en el verano del infausto 36. La Guerra Civil puso fin de hecho a la experiencia republicana, que nos recuerda con fuerza la importancia del diálogo en aras de la justicia social.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Libro de actas municipales del 17 de diciembre de 1931 al 10 de noviembre de 1932, nº 2871.

Libro de actas municipales del 17 de noviembre de 1932 al 21 de diciembre de 1933, nº 2870.

Libro de actas municipales del 28 de diciembre de 1933 al 25 de abril de 1935, nº 2872.

Libro de actas municipales del 2 de mayo de 1935 al 5 de noviembre de 1936, nº. 2866.

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