La red de cultivo de viñedo comarcal no tendrá una extensión considerable hasta la primera expansión vinícola del siglo XVIII y sobretodo en la segunda expansión comarcal a mediados del siglo XIX. Durante toda esta época anterior a la Edad Dorada, la industria del aguardiente será uno de los pilares para la sostenibilidad económica del viñedo local.
El vino de Utiel y su Comarca tiene un gran inconveniente, su enorme facilidad a avinagrase. Lo cual complicaba mucho la exportación del vino a gran distancia. Pues los viajes en “pipas”, los toneles, durante más de dos o tres días podía suponer la pérdida del producto transportado. Ante la falta de buenas y rápidas formas de transporte (faltaba mucho para la construcción del ferrocarril Utiel-Valencia), una de las pocas opciones que se podía tomar para recuperar la inversión sin peligro del avinagramiento del vino era la transformación del mismo en aguardiente vínico, y comerciarlo de esta manera.

El incremento internacional de la demanda de aguardiente comenzó en el siglo XVII para satisfacer una demanda ocasionada por el cada vez mayor tráfico marítimo entre Europa y el resto del mundo. Para el cual el aguardiente era la manera más barata y efectiva de combatir el escorbuto. Además, el aguardiente también servía para encabezar vinos de menor graduación, aspecto muy relacionado con el destino que siempre han tenido nuestros vinos.
En la primera mitad del siglo XVIII no documentamos la existencia de ese tipo de actividad. En las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada de 1752 no se menciona ninguna fábrica de aguardiente, si bien no podemos descartar la presencia de pequeños alambiques para destilar vino y recuperar la inversión en los caldos estropeados.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, como consecuencia de una crisis vinícola en Francia que benefició el crecimiento de la exportación del aguardiente español, surgen las primeras fábricas en la década de 1760 y con una postura exportadora. Aun así, estas fábricas están conformadas por empresarios locales sin capital foráneo, destinadas a destilar los excedentes de la cosecha de vino comarcal, muy abundante y barato. De hecho, las destilerías de aguardiente serian la única actividad industrial de Utiel que surgida en el siglo anterior seguiría manteniéndose en el XIX siendo una de las actividades principales de la Edad de Oro.
Aun así, no sería hasta los años treinta del siglo XIX cuando la industria creció de una manera muy considerable, tanto en producción, como en número de fábricas y alambiques. Sus instalaciones en su mayoría “se reducen a una miserable caldera de mano colocada en el rincón de un porche o establo”, como se detalla en un expediente dirigido a la diputación el año 1855 que pretende prohibir hacer aguardiente con orujo[1]. La construcción de la Carretera de las Cabrillas facilito la exportación del producto con una demanda cada vez mayor a causa de la crisis francesa del oídium. Más de la mitad de la producción de aguardiente comarcal procedía de Utiel, distribuyéndose el resto entre Requena y sus aldeas, Venta del Moro y Caudete. Existía en la ciudad cinco fábricas en 1845 de las nueve de toda la Comarca según el Diccionario de Madoz, y siete de las trece en 1860.
A pesar del gran crecimiento que tiene dicho sector en Utiel durante todo el siglo XIX, a finales de la centuria comienza una decadencia importante en todo el conjunto vinícola. Se trataba del periodo entre crisis del viñedo francés. Fue tal el momento en el que los productores franceses recuperaron su capacidad productiva entre las plagas del oídium y la filoxera. Abastecida la demanda europea por los franceses, los productos vinícolas de la comarca sufren una bajada importante de sus precios que supondrá la primera crisis del viñedo utielano. A esta crisis se le añadió varias complicaciones muy perjudiciales para las fábricas de aguardiente. Especialmente dos: la entrada al mercado de la competencia del aguardiente industrial a partir de patata o remolacha más barato de fabricar, y las leyes perjudiciales de los gobiernos españoles que generaron la famosa “Cuestión de los alcoholes” a raíz de la ley de 1888 del ministro Puigcerver. Ello provocó una dura oposición por parte de todos los grupos sociales de Utiel y su Comarca junto a otras zonas vinícolas, desempeñando un enorme papel político el diputado Don Fidel García Berlanga. Como consecuencia de esta crisis vinícola y de la industria del aguardiente, hubo una reducción de las factorías utielanas en las últimas décadas del siglo XIX, reduciéndose tan solo a tres en 1900.
Sin embargo, con el cambio de siglo, la industria del aguardiente utielano pudo y supo renacer de manera tremendamente exitosa. Los adelantos, mejoras y perfeccionamientos de la técnica de producción de alcoholes que había surgido en Europa permitieron aumentar la graduación, pasando de un aguardiente entre 18 y 25 grados a sustancias de mayor grado, alcoholes vínicos de entre 36 y 38. La incorporación de dichas mejoras técnicas a la industria utielana permitió una reconversión a la industria alcoholera, que alcanzará un gran desarrollo durante el XX.
(1) MARTÍNEZ MARTÍNEZ, José Luis, “Algunas noticias sobre la difícil situación de la viticultura en Utiel a mediados del siglo XIX”. Fiestas en honor a San Isidro Labrador. Utiel, del 28 de abril al 15 de mayo de 2013.