Un tiempo de festejos para nuestra tierra.
Este jueves 11 de junio se conmemora el Corpus Christi, siendo el preludio de dos festividades importantísimas como lo son las conmemoraciones de San Antonio de Padua o San Juan Bautista. Recordemos que dos de las poblaciones más emblemáticas de nuestra comarca – San Antonio y San Juan – están consagradas a estos dos santos. Dos poblaciones donde servidor tiene ascendencia, familiares y buenos amigos, y dos poblaciones con una grandísima cuota de importancia para la comarca. San Antonio por ser el tercer núcleo de población de la comarca y ejercer como un auténtico municipio, generando situación de bicefalia con Requena, la capital municipal; y San Juan, por donde se estableció una ruta de la Cañada Real, por tener una vasta extensión de “terra rossa” – esto es, suelo arcilloso donde el cultivo y producción de la uva arraiga con demasiada facilidad, dándose en profusión en zonas de secano como la nuestra, recibiendo ese nombre que en italiano significa tierra roja, por la pigmentación del suelo, y que causó que a la “Vega de Abajo” se le llamase la “tierra colorá” – y porque por esa aldea pasan todos los cruces posibles (Madrid a Valencia).
La bendita Vega.
Cabe recordar que San Juan – y la aldea anexa de Calderón – es más antigua que San Antonio, pero ambas comparten su crecimiento en torno a la parroquia de los santos a las que lo consagraron. Pero, eso sí, la Parroquia de San Antonio de Padua, ameritó bastante para conseguir su independencia respecto de la Parroquia del Salvador de Requena – parroquia de la que dependían las aldeas del término requenense – en el siglo XVIII, cosa que San Juan no consiguió. La ermita de San Juan se construyó en 1667, bajo el auspicio del terrateniente Juan Ramírez, y fue más de un siglo más tarde, un descendiente suyo, quién se encargó de mejorarla, siendo la primera de tantas reformas que ha experimentado la Iglesia de San Juan Bautista.
Antes que nada cabe recordar la figura de cada uno de estos santos y el porqué de sus conmemoraciones.
San Antonio de Padua.
De San Antonio de Padua cabe recordar que recibe el apelativo de “lusitanus” – el lusitano, el portugués – por el Martirologio romano debido a su origen portugués y que fue bautizado como Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo.
Iniciada su vida sacerdotal dentro de la orden de San Agustín y profundizando en los clásicos, acaba por entrar en la Orden Franciscana tras su participación en el Capítulo de las Esteras – las reuniones más importantes de San Francisco de Asís – donde conoció a este último santo, quién le encomendaría la enseñanza de Teología a los frailes, siendo algo verdaderamente determinante para la carrera monacal y evangelizadora de este santo.
Pero no es insustancial el hecho de que a San Antonio de Padua se le conozca también como el “santo taumaturgo”, esto es el santo de los milagros. Este apelativo le proviene por ser el santo que más milagros tiene en su haber, pero más que su insoslayable cantidad, esta su calidad y lo que le ha hecho ser tan venerado.
Así pues, nos encontramos con la famosa predicación a los peces – la escena que aparece en la fachada principal de la Iglesia de la aldea de San Antonio y la que más veces ha servido para representar los milagros de este santo – que sin duda va referido al ichthys, el símbolo primigenio del cristianismo, cuando nuestra religión era una religión oculta y perseguida, y por supuesto a lo que disponía Mateo 4,19: “Jesús les dijo: Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. ¿Por qué tuvo que predicarle a los pececillos, animales de los que se asegura tienen poca capacidad de retención memorística? A imagen y semejanza de su mentor y predecesor Don Francisco de Asís, quién acabó por predicarle a los pájaros y animales del bosque, a San Antonio de Padua se le prohibió hablar en la ciudad de Rímini, dominada por la herejía albigense, y se conminó a toda la población a que le hiciese el vacío. Dirigiéndose a los peces tras decir a la población de Rímini: “Dado que vosotros demostráis ser indignos de la Palabra de Dios, he aquí que me dirijo a los peces, para más abiertamente confundir vuestra incredulidad”, observó como los peces se dirigían con un gran trasiego y agolpados a escuchar la palabra de San Antonio de Padua. Quizá, este milagro inspire a muchos que se sienten cansados o “censurados” por no encontrar a quién valore sus palabras, sus sentidas palabras, y precise de un mejor, más natural y sencillo auditorio.
Otro de sus milagros dio nombre al petitorio que suele acompañar a toda representación de este santo, la Obra del Pan de los Pobres, y al ideario de la Caritas Antoniana (Caridad Antoniana). Este milagro tiene como protagonista a un niño de poco más de un año como lo era Tomasito, quién en un descuido de su madre se ahogó en un barreño de agua y falleció al instante. Su madre, desesperada, oró al Santo, a quién le prometió que, si su hijo volvía a la vida, daría pan de forma proporcional al peso del niño. Tradición del “pondus pueri” – ponderación del niño – que suele hacerse cuando el ‘nasciturus’ está de camino y que, en cierto modo, se hace siempre que se tiene un hijo, aunque crezca.
Si todos los santos son representación de Cristo a su manera, posiblemente San Antonio se coronase. Evangelizó a los berberiscos del norte de África, a los seguidores de la herejía albigense – por la que se hizo una cruzada ex profeso contra la Corona de Aragón, quién solo apoyaba esta confesión de forma coyuntural y como protección contra el expansionismo francés – y denunció la avaricia de una creciente burguesía que en el siglo XIII, siglo del comercio marítimo por antonomasia, se consolidó. Todo aquello fue en la última Pascua de su vida, la de 1231, ya enfermo de hidropesía (retención de líquidos, una enfermedad muy común en aquella época) seguía – sin cejar en su empeño – enseñando, evangelizando y procurando llevar su cristiano modo de vida a todos los rincones, y a todo aquel que tuviese a bien el recibir su palabra. Finalmente, retirado en Camposampiero y recluido en una celda que construyó dentro de un nogal – relacionado además con el origen mitológico de la fundación de la localidad de San Antonio de La Vega y con la misión del álamo de San Antonio que daría lugar a la fundación de la ciudad tejana homónima – aún le dio tiempo de un pequeño milagro, como lo fue el estrechar en sus brazos al niño Jesús. Representación que hoy todavía seguimos teniendo como universalmente reconocida de este santo, la de San Antonio de Padua apretando en sus brazos al niño Jesús. Falleció con tan solo 36 años, no esclareciéndose jamás su edad de nacimiento sobre si fue en 1195 o en 1191.
El auténtico santo del pueblo, en plena consonancia con todos los ascetas de la Orden Franciscana, aquellos que renunciaron a la pomposidad y a extravagantes reconocimientos en pos de un acercamiento a Dios y a sus criaturas. Así se transmite en el “Canto de los Sanfedistas”, que fue el himno del movimiento de los sanfedistas, campesinos del Reino de Nápoles, movilizados en 1799 contra la agresión francesa a Italia y donde se hace especial referencia a Fernando I de Sicilia, el “Tata Maccarone”, reconocido por su cercanía con el pueblo. Muchos movimientos sociales cristianos han sido influenciados por la figura de este santo, en infinitud de ocasiones representado y que es considerado – con una gran devoción – como el máximo representante de las bondades que siempre se han pregonado en el Evangelio. Nos encontramos no solo con nuestra querida San Antonio de la Vega, recibiendo el nombre en honor a este santo, también está el municipio segoviano de Navas de San Antonio o la pedanía de San Antonio del Monte en el municipio tinerfeño de Garafía. Y, por supuesto, con una ciudad tejana, fundada por españoles tras la Misión de El Álamo, conocida por su equipo de baloncesto – los San Antonio Spurs – y su oceanario. Como se ve, es un santo al que se le tiene especial cariño y por el que hay especial consagración.
También debido a su afamada cualidad de hacer milagros imposibles – y quizá relacionándose con su llamada a la conversión del condotiero Ezzelino de Romano, El Terrible, quién ante el mensaje de San Antonio, no sacó la espada, ni lo aprehendió, sino que lo trató con veneración – muchos jóvenes intentan que este medie para que les consiga pareja. En este aspecto, a San Antonio no solo se le atribuye esa fama de milagros imposibles, sino la de “ablandador” universal de corazones.

San Juan Bautista.
Similar a San Antonio de Padua y en su labor de testimonio cristiano, lo fue San Juan Bautista, primo de Jesucristo, debido a que Santa Isabel – madre de San Juan Bautista – era prima de la Virgen María. Eran, por tanto, descendientes del Rey David, y ambos tenían ese “regio” origen, que fue lo más determinante para que fueran considerados como el Mesías que venía a salvar al pueblo judío. Respecto a la supuesta filiación familiar, el primero y único en lanzar esta hipótesis fue San Lucas Evangelista.
Si antes se hablaba de San Antonio como el que predicó a los peces ante la cerrazón de murallas y corazones de la población de Rímini, hemos de recordar a San Juan Bautista como la autoproclamada “voz que clama en el desierto” cuando le preguntaron si era Elías o el profeta. “Enderecen el camino del Señor” se limitó a contestar de forma lacónica y contundente. Bautizó a Jesús, mientras una señal divina se abría paso por las nubes e iluminaba al auténtico Mesías. A tanto llegó su testimonio de verdad como principal credencial cristiana que denunció los desmanes del rey Herodes Antipas – curiosamente, era un gran admirador suyo – quién mantenía una relación ilícita con su cuñada Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Según el Evangelio de San Marcos, después de una reunión en el palacio del Rey Herodes, la hija de Herodías realizó un baile que le gustó mucho al rey, quién ensimismado le juró “darle lo que quisiera, aunque fuese la mitad de su reino”. La chica le pidió la cabeza de Herodes, por petición expresa de su madre, y San Juan – ya, encarcelado – fue mandado a decapitar, entregándosele a Herodías la cabeza del Bautista. La conmemoración de su decapitación es el 29 de agosto. Nos encontramos con esto, un ejemplo más de esta “voz clamante en el desierto” y testificadora de verdad y de los hechos… Aún costándole la vida.
¿Por qué se conmemoran las hogueras de San Juan? Igual que la Navidad sustituyó al solsticio de invierno – celebrado como natalicio del sol invicto – en la nueva configuración cristiana de Europa, las ‘sanjuanadas’ vinieron a sustituir a la conmemoración del solsticio de invierno – la conocida como litha – y coincidiendo precisamente ambas celebraciones durante los días 24-25 de cada mes. Junio en el caso del natalicio de San Juan y diciembre en el caso del natalicio de Jesús. En la “litha” se conmemoraba la llegada del solsticio de verano con el prendimiento de una hoguera, simbolizando que había de fortalecer el sol y, en menor medida, purificar a quién lo veía.
Las internacionalmente reconocidas Hogueras de Alicante son una evolución de la litha primigenia. Los labradores alicantinos querían celebrar este día como el más largo para recoger la cosecha y la más corta para alejar todos los peligros que se avistasen por sus huertos. Tiene un origen bastante anterior a las Fallas – documentadas por vez primera en 1774 – y va en consonancia con otras festividades de índole religiosa, pero con origen pagano, que se celebran en España como San Antón – el Abad – o San Miguel, donde se prenden hogueras. Se empezó a oficializar esta festividad en 1928, después de muchos años en los que el bando municipal de Alicante disponía multas a todo aquel que tuviese la ocurrencia de prender una hoguera en la noche de San Juan. Sin embargo, fue José María Py, quién popularizó y dio pábulo a esta festividad, siendo el principal promotor de la oficialización, con tal de proveer a Alicante de turismo.
¿Y en mi – nuestra – querida San Juan? ¿Se celebran hogueras? La respuesta es sí. En aquellos mejores tiempos en los que mis abuelos eran aún unos mozos y la aldea de San Juan contaba en su haber con más de quinientos habitantes, se prendía una hoguera con la “dimensión de una cocina de casa” (mi abuela dixit en infinidad de ocasiones) y que iba hasta el cielo. Evidentemente, no se podía saltar como si se hacen en Alicante, a menos que hubiera alguien con más arrestos que ninguno. Y había comida con todo el pueblo, y verbenas, y hasta comisiones de fiestas. Todavía siguen celebrándose, por cierto.
Por desgracia, este año no se podrá celebrar. Quizá para junio y para el verano haya mejorado la situación, quizá no haya algún rebrote o se esté mejor preparado ante su venida, quizá haya pasado todo y se haya incorporado esta Bicha de Balazote moderna a nuestro organismo como una gripe o como enfermedades erradicadas tales como la viruela o la peste bubónica, y muchos quizás que quedan en el tintero. Pero si es cierto, que aunque no se celebre, la ilusión que se ha tenido en Nuestra Vega del Magro por estas fiestas de La Vega – que bien podrían ser un puente – en los años esplendorosos, es una ilusión que no quitará nadie.
El día de hoy.
Ya no se pudo celebrar en esta Semana Santa, el encuentro que todos los Domingos de Resurrección se hacía con el niño Jesús saliendo desde la Iglesia de San Juan hasta Calderón (años pares) o Barrio Arroyo (años impares).
Este año, le tocaba a Calderón, la aldea de mi ascendencia paterna y es una auténtica lástima el que no se celebrara. Al año que viene todo volverá, más y mejor, esperemos.
Está la particularidad, también, no ya de esta situación anómala que nos ha tocado en desgracia el vivir, sino el siempre latente bicho de la despoblación, que es otro bicho mortífero.
Como no podía ser de otro modo, quizá las palabras del Bautista, de ser la “voz clamante en el desierto” sean más realidad que nunca. Recordemos también a nuestro Párroco D. Juan Monteagudo Fuentes, siempre incombustible y siempre al pie del cañón, de origen campusino pero ya un veguero más, y cuyo cumpleaños es el 24 de junio, naciendo el mismo día que se conmemora el nacimiento de San Juan Bautista, aunque nuestro querido eclesiástico lo hizo en 1933. Él, esperemos, siga siendo mucho tiempo como lo ha sido siempre – y tengo la constancia de que sigue siendo, aún en segundo plano – la “voz clamante en el desierto”. En el desierto fértil y lleno de viñas como lo es nuestra Vega del Magro.
Dramas de Bichos de Balazote y de desruralizaciones. Dramas que, esperemos, no duren eternamente.
Les deseo una feliz llegada del buen tiempo a todos.
