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LAS GENTES DE LA REPOBLACIÓN (1219-1304)

  • Por Víctor Manuel Galán Tendero
  • 15/04/2018
  • Época Medieval

Domeñar Al-Ándalus fue enormemente dificultoso. La rota de los almohades en las Navas de Tolosa no abrió todas sus puertas a los cristianos, y en 1219 el arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada fracasó ante Requena, rendida años después por acuerdo de pleitesía.

Los avezados varones de la frontera formaron compañías bajo la jefatura ocasional de un hombre de acción (caballero o no), repartiéndose los provechos de sus correrías en razón de su aportación y valor. La loada figura del Cid Campeador espoleó su ambición, al igual que la de Hernán Cortés lo haría posteriormente con otros. Comulgaron con la idea de dependencia honorable a cambio de un otorgamiento feudal de manos de un señor individual o colectivo, como un municipio. Siempre a la búsqueda de oportunidades, las concesiones de bienes no consiguieron anclarlos del todo en las tierras de los nacientes concejos, a veces demasiado parcas para sus expectativas de lucro y ascenso social.

En 1257 Alfonso X deseó establecer en Requena treinta caballeros nobles, treinta caballeros ciudadanos y todos los peones que fuera posible. El origen de los primeros repobladores no lo conocemos, pero por datos posteriores parecen venidos de las áreas del Sistema Ibérico, de Soria a Albarracín, verdadero corredor de gentes desde los celtíberos. Al no distribuirse por naturas o procedencias en las distintas collaciones (parroquias urbanas con tierras del término asignadas) su cohesión en una nueva comunidad pudo resultar de menor dificultad. Aunque no se singularizaron tan detalladamente como en Lorca en las categorías de caballeros, adalides, almogávares a caballo, almocadenes, ballesteros y peones, su género de vida fue acentuadamente el fronterizo hasta al menos 1277, marcado por la gran insurrección mudéjar en el vecino reino de Valencia.

La captura de los musulmanes residentes o itinerantes por territorio cristiano, incluidos los moros de paz, fue demasiado tentadora, y los requenenses se sumaron al ataque contra la Chulilla mudéjar, origen de vidriosos litigios con los valencianos. Continuador en cierto modo de la autoridad del sultán y beneficiario de los bienes de su administración o majzan, Alfonso X no permitió la desposesión lisa y llana de los musulmanes por conveniencia, pero sí la compra de sus bienes por un valor máximo de 150 maravedíes para cada caballero noble, de 100 para cada ciudadano y 50 para cada peón. La invocación oficial a los tributos de los moros en el siglo XIV no se tradujo en la existencia de una morería organizada en una aljama al estilo de Villena, Chinchilla o Hellín. La tenencia de esclavos musulmanes entre sus vecinos cristianos no favoreció su desarrollo: Domingo López de Requena perdió en 1281 su sarraceno ante la justicia de Daroca a ruegos de su comunidad islámica, presta a rescatar a sus correligionarios y a favorecerlos en la medida de lo posible. Demasiado cercanas las agrupaciones mudéjares de la Valencia interior, los musulmanes de la Requena cristiana se circunscribieron a trabajadores, artesanos y comerciantes ocasionales. La presencia judía también tuvo tal carácter circunstancial. En el azaroso 1277 don Pedro de Aragón invocó la protección dispensada a los judíos conversos con siervos musulmanes ante las entonces castellanas Requena, Valle de Ayora, Villena, Elche, Alicante y Murcia.

Las aspiraciones de muchos y las circunstancias repobladoras forjaron en fecha temprana una elite caballeresca, al igual que en otros puntos de la Hispania coetánea, a la par que se afirmó el sentido de pertenencia territorial de sus habitantes, que empezaron a incorporar a sus apellidos familiares el de Requena. En 1268, aún no cicatrizadas del todo las heridas de la gran insurrección mudéjar que conmovió la Andalucía Bética y Murcia, Alfonso X otorgó la exención tributaria a los caballeros y a sus dependientes, en vivo contraste con la que en 1257 benefició a todos sus vecinos por diez años. El rey extendió al Sur una gracia ya aplicada a los concejos sitos al Norte del Sistema Central (caso de Soria en 1256). Se perfiló un grupo diferenciado del resto del vecindario, con la potestad de controlar el gobierno municipal de alcaldes, jueces y prohombres, y de escapar de las cargas locales más onerosas. Todo aquel que fuera capaz de mantener un caballo de guerra valorado en 30 maravedíes podía ingresar en sus filas.

A diferencia de las Comunidades de Villa y Tierra entre el Duero y el Tajo, la categoría del atemplante (artesano, comerciante o labrador rico no avecindado) no fraguó en Requena, coincidiendo con un mayor desarrollo de la vida comercial. Las exenciones caballerescas se quedaron cortas, y una apurada monarquía atenazada por la minoría real y la guerra con Aragón otorgó en 1301 al grupo de treinta y tres caballeros el suplemento de 3.250 maravedíes en calidad de acostamiento. Nacían oficialmente los caballeros de la nómina, llamados a perdurar hasta el siglo XVIII.  

De tal suma de maravedíes, 2.000 procedieron del diezmo del puerto seco y 1.000 de la saca de las cosas vedadas, pues en el fondo también se trató de mitigar las depredaciones contra el comercio de unos caballeros de modesta fortuna. Convirtiéndose en una concurrida vía mercantil, tenemos noticia desde 1279 del Camino Real que unía Requena con la ciudad de Valencia. Las tomas arbitrarias de prendas,  junto con las consiguientes represalias, agriaron las relaciones entre ambas localidades, pero no abortaron la gestación alrededor de nuestra villa de un grupo de hombres de negocios, cuyos intereses no siempre coincidirían con los de los caballeros. En cualquier caso el afán de lucro y la costumbre de formar compañías hermanarían a personas de condición social y procedencia varia. 

 La figura de Jaime Pérez resulta al respecto interesante. De probable origen valenciano, consiguió del rey aragonés salvoconducto y exenciones fiscales para sus actividades comerciales en 1303 y 1305. Estos tratos lo erigieron en el representante más cualificado de la oligarquía local en la reclamación de 1303 a 1307 de los daños causados por los almogávares de Albarracín. En la Requena guerrera se alumbraba otra en ciernes, la de los negociantes. Al fin y al cabo, la sociedad feudal impuesta por los conquistadores nunca repudió el comercio ni el espíritu de lucro.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.

Privilegio de la carta puebla de 1257 (pergamino1).

  Libro copiador de privilegios de Requena y su Tierra (6143, secciones 1-4, 7, 10-12).

ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

Real Cancillería, registros nº. 39 (162v y 184v), 40 (16v) y 49 (77r).

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