PRESENTACIÓN NOVELA: «EL NACIMIENTO DE UNA ALDEA»
¿Eres un hombre o mujer del campo? ¿Es el campo parte de tu ser, sin el cual no podrías narrar tu vida? ¿Has crecido a merced de los caprichos de un clima siniestro? ¿Has frotado tus manos en las escarchas, cambiado tus camisas en las solanas? Ven a la presentación de la novela «Ripias. El nacimiento de una aldea». Si tienes historias interesantes sobre la vida del campo, acude a contarlas.
Jueves, 1 de diciembre en el Espacio Cultura Feliciano A. Yeves a las 19.00 horas.
LAS GUERRAS ESPAÑOLAS
El señor Ruiz no acudía a la misas y evitaba en todo lo posible el roce con religiosos; tampoco era visto como un enemigo a la religión. Don Francisco sabía que el Ruiz desde hace años no se implicaba en ideales y no atendía a los pregoneros progresistas. Esos salvajes, para el señor cura eran unos majaderos sin cultura, unos botarates no sabían sino vocear sus pesadillas libertarias; en realidad paparruchas demoniacas, en especial esa bramada como la barbaridad de culto. A esa herejía esos locos la definían libertad de cultos. Esos salvajes trajeron las dos guerras entre realistas y liberales. Guerras asoladoras con insaciables ansias vengativas, creadoras de odios entre familias que perdurarán generaciones. Obra de tanta maldad únicamente la engendraba el mismo Satanás.
Miguel Ángel Ruiz, años atrás, colgó la escopeta de los principios, ahora ya amorataba únicamente su hombro para la de caza, cuando se ponía algún animal a tiro. Conforme su mujer empezó a traer guachos al mundo se preocupó de llevar comida a los hijos y se dejó por completo de aventuras quijotescas.
De aun queriendo, Ruiz, como muchos de los viejos liberales, no confiaba del todo en aquellos nuevos liberales llamados progresistas, quienes se hacían llamar a sí mismos revolucionarios (por supuesto, nada en los otros liberales, los moderados). Carecían sin duda de la virtud más importante: el coraje que únicamente nace y perdura de una creencia y fidelidad absoluta a unas convicciones. Y desde luego, el de los liberales de hoy en día no era comparable al de los jóvenes de su época que lucharon contra los carlistas; menos, pero mucho menos, al de los quintos de su padre que lucharon contra los franceses y los enemigos de Cádiz.

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