En esta aldea, los hombres son muy dados a levantar hormas para guardar la tierra: así protegiéndola, no sea arrastrada por la fuerza de la lluvia durante las tormentas. Se gustan en el trabajo de esas murallas de piedra, con las que presumir luego de mañosos; de forma que en su obra queda mostrado quién sabe rejuntar piedras grandes con pequeñas, para que sin otra unión más que la presión de unos cantos sobre otros, ejecutada de forma hábil sin herramienta alguna, se levante una pared que a la par de bella permanezca por la años sin cantearse; ya pudieran venir grandes torrenteras. No se precisa caminar muy largo para empezar a ver imponentes hormas en los ribazos; allí donde haya una montaña con tierra trabajada, desde el hondo hasta la cima, allí se levantan paredes de piedra desmesuradas para sujetar cada parcela. Alguna vez pienso que tanta habilidad viene heredada de sus antiguos que levantaron, siglos atrás, los muchos castillos esparcidos a lo largo de toda la comarca: Ayora, Jalance, Jarafuel, Cofrentes, Chirel, Requena. Demos en justicia, el mérito a los infieles pues muchas se levantaron cuando todavía era Morería.
