Aparte de lo descrito anteriormente sobre las primitivas defensas, Requena contó desde mediados del S XIX con otro recinto defensivo del que hoy en día apenas quedan vestigios: se trata de las murallas construidas durante las “Guerras Carlistas”.
Requena se vio envuelta desde el primer momento en la guerra civil entre carlistas e isabelinos, y ya desde 1833, con el fin de repeler las probables acciones bélicas carlistas, la población empezó a plantearse la necesidad de reforzar sus defensas.
Reunido el Ayuntamiento el 27 de junio de 1835, comenzaron a tomar medidas para tratar de afrontar un posible ataque carlista. En lo referente a la fortificación, el maestro de obras Guillermo Sáez construyó un primer circuito defensivo que rodeaba la población, aprovechando muros de casas y tapias de corrales y huertas. Posteriormente se siguieron creando nuevos puestos defensivos, y arreglando otros.
En el portal de Madrid, situado en las inmediaciones de la plaza del Portal, se construyó una garita y aspilleras. En la fuente del Peral y en Cantarranas se aspilleraban los muros de las huertas. En la puerta del Ángel se fortificaba la casa de Montenegro, cerrándose los balcones. En la cuesta de la Cortina, situada detrás de la iglesia de San Nicolás se tapiaron los balcones y se aspillaron las casas, al igual que se hizo en la torre Montijana y en la puerta de Alcalá, cerrándose además con tapias la zona conocida como “Debajo de los Huertos”.
En el área del Batanejo, las Ollerías y la puerta de Valencia, se cerraron puertas y ventanas bajas y se aspillaron algunas casas de particulares. Todo el flanco sureste fue, desde la puerta de Valencia hasta las Peñas fue reforzado, aunque contaba con cierta protección natural que le proporcionaba el barranco de Reinas.
La parte de poniente de Las Peñas también se fortificó: desde el pedazo de Los Muertos continuaban las tapias hasta el cerrito de Isabel II. En el Pozo de La Nieve se concluían las aspilleras y se reforzaban las paredes. De igual manera se actuó por la zona conocida como “Bajo las Bodegas” y la calle de las Cruces.
En el convento de San Francisco se terminó de construir el tambor de la puerta y el foso de su alrededor, quedando el edificio como fuerte avanzado independiente de las defensas que rodeaban Requena.
En la cuesta del Castillo se tapiaba la puerta del mismo y en la de Las Carnicerías se ponía una fuerte puerta con todo lo necesario.
Con todos estos trabajos se logró cubrir casi toda la población, exceptuando algunas casas aisladas de Las Ollerías y El Arrabal.
Tras realizar esta descripción es llamativo pensar que en la actualidad no se conserva casi ningún vestigio de aquellas extensas defensas. Y si bien es verdad que a finales del S XX se derribaron buena parte de las puertas, fortines y cuerpos de guardia, también lo es que hasta no hace muchos años se podían ver diversos tramos de muralla por diferentes puntos de Requena. Dentro de mis posibilidades intenté que preservaran algunos de estos recuerdos, lamentablemente sin éxito. Uno de esos últimos tramos de muralla se hallaba junto a la Estación de Enología, pero del compromiso asumido por las autoridades del momento para su conservación, hoy en día no queda más que una foto y un recuerdo.
Igual suerte corrieron, en diferentes momentos, el emblemático fortín de Isabel II situado en el llamado “Pedazo de los Muertos”, en Las Peñas; u otro fortín similar junto a la Cuesta del Cristo, hoy casi arruinado. Es lamentable el abandono y el olvido en que, con demasiada frecuencia, dejamos los vestigios de nuestra historia, que aunque no queramos verlo, forman parte de lo que hoy somos.
