La reforma agraria ha suscitado vivas controversias en la España de los últimos siglos, dado el peso de la agricultura a todos los niveles. Sus primeras manifestaciones se han visto en la España del siglo XVIII, concretamente bajo Carlos III. Sobre la España que pudo haber sido y no fue se ha escrito mucho y más allá de los deseos podemos apreciar unos proyectos que no fueron tan determinantes como a veces se ha sostenido, pero que tampoco resultaron menospreciables.
En 1754, años antes de la entronización de Carlos III, se decidió que los beneficios del reparto de suertes o parcelas de las dehesas se deberían destinar al fomento del Real Pósito requenense, una medida recomendable con una población en aumento y una sedería en expansión.
La ley estipulaba el procedimiento del reparto, que incluía la insaculación o entrada de los nombres de los participantes en un jarro, cuyas cédulas eran extraídas por dos niños ante las autoridades. A cada participante correspondía una suerte o por sorteo. A este respecto, el Consejo de Castilla promulgó disposiciones el 2 de mayo de 1766, el 12 de junio de 1767, el 29 de noviembre de 1767 y el 9 de enero de 1768.
Tales disposiciones no se cumplieron debidamente y se tuvo que insistir sobre el particular el 19 de abril de 1768 al dilatarse el reparto de suertes. Algunos jornaleros confiaron en que se llevaría a cabo. Hicieron acopio de avena para la siembra y aprestaron sus caballerías, pero no pocos acumularon pérdidas, a la espera de los hipotéticos beneficios, al mantener temporalmente sus terrenos en barbecho.
De la ilusión suscitada da cumplida muestra que se registraran entonces 103 agraciados en el Ardal de Campo Arcís y 25 en la Serratilla. Pronto amanecería la decepción. Cuando se repartieron las suertes y se les exigieron las pensiones, protestaron por estimarlas muy altas. A su falta de capitales por los motivos apuntados se sumaron las malas cosechas. En nombre de los sorteados hablaron Pedro Monsalve, Alonso Muñoz, José García, Miguel Valero, Nicolás Armero Sancho, José Auñón, Sebastián García y José López. Demostraron conocer las disposiciones del Consejo de Castilla y acudieron al intendente de Cuenca Juan Núñez del Nero Y Portocarrero a 13 de abril de 1769 para no pagar tales cantidades.
Sus reclamaciones no llegaron a buen puerto, ya que el 24 de agosto de 1769 la intendencia les obligó a pagar lo estipulado a la Junta de Propios.
En 1778 se tuvo que practicar un nuevo reparto de suertes, que deberían tener una cabida particular de ocho fanegas tras la labor de los peritos del almud. Se pretendió disipar así todo resentimiento. Faltaron, sin embargo, los almudes necesarios y se tuvieron que apear más tierras para disponer de los suplementos oportunos. En nombre de los jornaleros hablaron Ramón Sánchez, Nicolás Alarcón, José Sáez Abarquillos y Matías Armero.
El 17 de enero de 1779, ante el corregidor Francisco José Alpuente, se repartieron entre 113 agraciados suertes en el Ardal de Campo Arcís y la Serratilla. Después acudieron más interesados con yunta y canga de burros, de los que fueron excluidos un albañil y un tejedor de seda, por lo que se tuvieron que sortear ocho suertes entre veinticuatro individuos más. Se registró la renuncia de Nicolás Vives de Pedro.
Se repartieron 2.061 almudes entre 128 suertes, que devengarían pensiones o cánones por valor de 5.075 reales. Los beneficiarios tendrían que arrostrar dificultades importantes, pero se habían ido organizando para conseguir sus objetivos, algo que no debe de ser desechado. Los repartos no buscaron corregir ni corrigieron la estructura social, pero intentaron aportar más recursos al municipio y a los vecinos de Requena.

Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Montes. Expedientes de justificación de tierras, 2916.