La dedicatoria va para todos los que tenemos en la agricultura la mayor parte de nuestro sustento. No únicamente me acuerdo de los que como yo y mis ancestros cultivan y han cultivado la vid, la oliva, la almendra y plantaciones de temporada tales como pimentoneras, tomateras, patatas o cebollas, como hacemostantos en nuestra comarca; sino también de los siempre azuzados y no únicamente por las desavenencias climáticas con las que hemos de lidiar los agricultores, sino también por la bajada continua de sus beneficio y el incremento indiscriminado del precio de venta de sus productos para posteriormente comerciarlos con otra denominación de origen, como ocurre con los horticultores de lentejas en Cuenca, los fresadores de Almería y los citricultores y kiwicultores de la costa levantina, habiendo sufrido estos últimos lo peor de la borrasca «Gloria» y que tienen que aguantar la ignominia de que sus cosechas sean, o bien vendidas como marroquíes y sudafricanas – productos de estos dos últimos países no pasan controles sanitarios – o bien vendidas a precios que no son relativamente asequibles en el mercado. Pareja situación a los que cultivan la chufa en Alboraya y tienen que ver como la chufa «marroquí» de peor calidad, pero más barata, le quita terreno.
Lo digo, más que nada, porque lo que sufrimos los agricultores – que somos el principal sustento de la sociedad – es esto y muchas más humillaciones. Sufrimos el que nos traten de esclavos, de paletos y de ciudadanos de segunda. Nos levantamos a tempranas horas para adecentar y preparar los campos de cara a la futura cosecha, sufrimos infinidad de accidentes laborales y podemos estarnos en las peores condiciones durante horas y horas, que no se preocupen, ya vendrá el enterado de turno a ponernos verdes y decirnos lo que sea.
Sirva de ejemplo, lo que el secretario general del sindicato de Unión General de Trabajadores, José Álvarez, dijo al respecto de los agricultores que se manifestaron en Extremadura, al llamarles «derecha carca y terrateniente». Me indignan, pero viniendo de esta organización sí gubernamental, ni me sorprenden. Pero me gustaría hacer un inciso y decirle que los que tenemos tierras no somos explotadores, ni carcamales, ni rancios; y los que allí se manifestaron, tendrían tierras, pero – independientemente también de las adscripciones ideológicas de los sindicatos – había de todo pelaje político: derechistas, centristas, izquierdistas y, si hubiese ido un servidor, alguien que piensa que la dicotomía derecha-izquierda únicamente sirve para dividir a la Patria. Patria que hacemos los trabajadores y emprendedores, cabe recordar. Aparte de oponerse al ‘iusnaturalismo’ y dejar patente que para él todo atisbo de iniciativa autónoma o recreación del individuo en sí mismo mediante la realización de cosas que le son útiles y benéficas es algo que no le merece ninguna consideración, ha intentado dividir a la población con consignas ideológicas capciosas y ofender al trabajo de nuestros ancestros. Aún así, espero que el líder de la Unión General de Trabajadores, que tanto presumirá de ser internacionalista y tanto se afana en levantar el puño, no tenga la peregrina idea de criticar a los mariscadores gallegos, también miembros del sector primario y sufridores, por lo que ya sabemos. Cabe recordar que Extremadura, que significa «más allá del Duero», fue poblada por intrépidos agricultores y ganaderos castellanos, que cuenta con parajes envidiables, una buena uva macabeo y un jamón excepcional; así que a los extremeños, nobles españoles, menos lecciones y menos insultos. Como tampoco nos los merecemos los castellanos, ni se los merecen los jiennenses, ni los valencianos, ni los mallorquines como el chavalín Miguel Montoro, quién aparte de mostrar orgulloso su trabajo en el campo, lo defiende a capa y espada.
Permítanme que haga también mención, como no podía ser de otra manera, al castigo que nosotros, viticultores y aceituneros de la zona sufrimos. ¿Ustedes saben por qué se convocó la famosa tractorada del 5 de septiembre en Requena y Utiel, que fue el responsorio de las realizadas en Extremadura y Cataluña? Porque la uva macabeo – conocida comúnmente como “uva cava” – estaba sufriendo una arbitraria depreciación repercutiendo en que las ganancias de los agricultores no reflejaban el exacerbado coste del producto. También hubo otros condicionantes para la convocatoria de esta manifestación, como el no querer que el trabajo en el campo muriese y provocase una despoblación o que el comercio local no muriese. Muestras de solidaridad de aquella gloriosa jornada como la bajada de ventanillas de los comercios demuestran la unidad que puede demostrar la fuerza de voluntad de un Pueblo. Y el ver tractores sobrepasando la Plaza Juan Grandía dirigiéndose a los puntos neurálgicos del casco urbano requenense, demostró que lo rural no estaba muerto y que la fuerza del Pueblo vence a quién quiera fútilmente destruirla con sus intrigas y sus maledicencias. Entérese bien usted, Sr. Álvarez, ya que tanto se abandera de sindicalista, quizá el carcamal es el que se llena obscenamente el buche con langostas más caras que la percepción salarial de un agricultor que se levanta a la seis de la mañana – e incluso antes y muchas veces empalmando de noche a mañana – y tiene que aguantar sus vituperios. En fin, los hay que son bastante niñatos incluso aunque en su documento se refleje que superan la cincuentena.
¿De qué es consecuencia todo esto? La política es un fiel reflejo de la sociedad y si la sociedad es decadente y desprecia a quienes los han llevado hasta allí, pues los políticos, voceros populistas del caldo social pero que jamás satisfacen sus necesidades no se salvan. Únicamente en España nos vimos en una tesitura igual a la que vivimos con los realities a mansalva, en 1899, con el Imperio Español ya desintegrado tras el Tratado de París, y con sesenta resistentes en la localidad filipina de Baler, entre ellos nuestro paisano cojeño D. Loreto Gallego García, quien también era propietario de tierras y que irónicamente tuvo la simbólica tarea de arriar la última bandera del Imperio Español, que mientras aguantaban a un contingente de ochocientos insurgentes filipinos como buenamente podían, en la metrópoli, los burgueses – y los pequeños – disfrutaban viendo corridas de toros, ajenos – o no tan ajenos – a los que sus compatriotas hacían. Al menos, de ese desastre pudieron surgir autores de la talla de Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Ramón Valle Inclán, Ramiro de Maeztu o el sempiterno Antonio Machado, quién se refugiaba en el agreste y característico páramo castellano. ¿De este desastre moral, intelectual y de educación surgiremos nosotros los agricultores? Pueda ser. Ahora que hay manifestaciones pacíficas, donde nuestras únicas armas son salir con tractores, el miedo se ha olido en los holgazanes institucionalizados.
En conclusión, los agricultores sufrimos y callamos nuestra bajada de sueldos, los desprecios y las risotadas de la sociedad y una casta política que nos abandona cuando somos la mayor aportación al Producto Interior Bruto nacional. Somos agricultores, pertenecemos al bando que más difícil lo tiene, pero no pertenecemos a un bando perdedor. Conviene recordarlo. Nosotros somos sabios y libres en nuestra sencillez, nosotros hemos sido los configuradores de España con nuestro trabajo y nuestros gremios, y seremos los agricultores los que abriremos la posibilidad de un nuevo amanecer, que tras la lontananza se divisa. Dignos y con callos en las manos, venceremos con nuestro trabajo a los que nos desprecian. ¡Viva la agricultura!

«Es casi seguro, sin embargo, el primer componente esencial de la justicia social es la alimentación adecuada para toda la humanidad» (Norman Borlaug)