En nuestra Edad Media, se sostuvo que quien tuviera moro también tendría oro. La afirmación no era aleatoria, en absoluto. La imposición de parias a las taifas, desde el siglo XI, ya había rentado pingües beneficios a los poderes hispano-cristianos. Entre otras cosas, el Cid se erigió en un modelo de éxito por los servicios cobrados y las exacciones impuestas a los musulmanes. Con las grandes conquistas del siglo XIII, muchas comunidades islámicas permanecieron bajo el dominio cristiano, con la condición de mudéjares.
En Requena no fraguó una comunidad mudéjar, pero sus primeros vecinos cristianos no desdeñaron la posesión de musulmanes, los sarracenos y moros de nuestros documentos. En el vecino reino de Valencia, las turbulencias de 1277 permitieron a más de uno hacerse con cautivos musulmanes, gentes susceptibles de ser declaradas de buena guerra, sin goce de la protección real.
Domingo López de Requena fue uno de aquellos requenenses de la Repoblación que fue señor de un musulmán, que no estuvo falto de apoyos. La comunidad mudéjar de Daroca, especialmente vigorosa, reclamó la libertad de su correligionario al justicia de la villa, Lope Eiximén de Heredia. Eran muy comunes tales solicitudes ante las autoridades cristianas.
El cristiano no permaneció mano sobre mano. Reclamó ante el rey Pedro III de Aragón la restitución de su esclavo. Con una Castilla en discordia, entre un declinante Alfonso X y su hijo don Sancho, el aragonés atendió el requerimiento del requenense.
Le ofreció salvoconductos, de los que tuvo cumplida información el justicia de Valencia Pere Albinyana, y el 25 de abril de 1281 falló en su favor desde Teruel. El justicia de Daroca debía restituirle a su sarraceno. Quizá con tan política medida pensaba ganar la voluntad de los requenenses.
Fuentes.
ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.
Real Cancillería, Registro 49, folio 77r.
