Una clase social muy solicitada.
Los burgueses han sido los grandes actores de la Historia Contemporánea para un número significativo de historiadores y pensadores. Surgidos en la Edad Media gracias a la revitalización de las ciudades, supieron aprovechar con soltura las oportunidades que el descubrimiento de nuevas tierras y la necesidad de crédito de las monarquías autoritarias les brindó. A finales del siglo XVIII su peso económico y ascendiente social no se correspondía con su situación legal e impulsaron la transformación del sistema político europeo a través de las revoluciones llamadas burguesas, que establecieron el entramado institucional con el que despegó hasta su consolidación el sistema capitalista, del que resultaron ser sus grandes beneficiarios. Contra su preeminencia protestaron los pensadores socialistas e importantes grupos del proletariado industrial y agrícola. En la dialéctica marxista los burgueses encarnan a la perfección la tesis, la antítesis y la síntesis que pauta la trayectoria histórica.
Hace unas décadas se consideraba España un país de revolución burguesa frustrada por ser sus burgueses débiles en relación a la aristocracia nobiliaria y clerical, lo que lastraría el desarrollo capitalista e industrial gravemente a lo largo del siglo XIX. Hoy en día ya no se ven las cosas tan claras o tan sumarias. En España existieron grupos burgueses que se acomodaron al entorno rural para prosperar, al igual que en otros países como Italia o Francia, y que se decantaron por el liberalismo en una u otra variante. De hecho la noción de burgués ha sido enriquecida por las últimas investigaciones a nivel europeo. Muchos burgueses ingleses, franceses y alemanes aspiraron a vivir de rentas y a ser ennoblecidos, algo de lo que supo sacar buen provecho el régimen napoleónico. A la hora de enriquecerse no desdeñaron la inversión en tierras, sin la imperiosa necesidad de hacerlo en la industria. Es más, las revoluciones burguesas serían impulsadas no por ellos sino por grupos de profesionales y menestrales urbanos en capitales como París, Madrid, Barcelona, Milán o Viena con la intención de implantar una sociedad más auténticamente liberal, la del radicalismo democrático. Vistas las cosas así, la situación cambia. Para afinar más la cuestión resulta interesante acudir al estudio de los burgueses de una localidad mediana que terminó cambiando la sedería por la viticultura como su motor económico, Requena.
Algunos burgueses requenenses, de patrimonio heterogéneo.
En el siglo XVIII el auge de la sedería había impulsado las velas de varios emprendedores en el mundo del comercio y de la producción que no habían puesto en duda la hegemonía cultural caballeresca, pero que habían modificado notablemente el panorama social requenense. En 1841, frenado el desafío carlista, se repartió entre el sufrido vecindario la contribución del culto y del clero, en el que se especifican los bienes de una parte significativa de los requenenses, lo que nos permite aproximarnos al patrimonio y al estilo de vida de algunos de sus burgueses.
Joaquín Zanón dispuso de una casa, trullo y bodega por valor de 400 reales, de unas viñas por 150 y de telares por 100.
El torno de sedas de Alonso María Sánchez se valoró en 1.000 reales, sus taulas en 900, media casa con bodega y trullo en 300 y sus viñas en 200.
Eugenio Mas era el propietario de una fábrica de tejidos valorada en 1.200 reales, de una casa con viñas en 600 y en otros 600 una agencia de comercio de granos.
La fábrica de tejidos de Francisco Ruiz valió 3.000 reales, pero las utilidades de su tienda supusieron otros 4.000, a los que se añadieron los 1.000 de su comercio de azafrán.
Nicolás Claramunt tuvo una fábrica de tejidos estimada en 4.500 reales, unas taulas en 1.450, un tercio de un molino en 350, unas tierras de secano en 300, un trullo y bodega en 275, una viñas en 100 y otras 100 en un comercio de aceite.
La fábrica de tejidos de Pedro Juan Moral se valoró en 5.000 reales, pero sus tierras de riego y secano en 10.200. Hemos de añadir a su patrimonio un molino y parte de otro en 1.300, unas casas con trullo y bodega en 1.000, unas viñas en 600 y otros 600 en el negocio del azafrán.
Estanislao Montés dispuso de una fábrica de tejidos valorada en 9.500 reales, unas taulas en 3.750, unas casas con trullo y bodega en 1.100, un torno de seda en 900, unas tierras de secano en otros 900, un huerto con casa en 700 y unas viñas en 400.
Las alternativas.
De la enunciación de los elementos del patrimonio de estos casos significativos se desprende que los grandes hombres de negocios de la seda no desdeñaron ni por asomo la inversión en tierras y en los negocios de la agricultura. El prestigio y la riqueza dada por el hecho de ser propietarios de terrazgos favoreció considerablemente la diversificación de su patrimonio.
Cuando la sedería demostrara sus limitaciones en la década de 1850, con resultados sociales muy dramáticos, la reconversión económica en parte vendría dada por la apuntada heterogeneidad patrimonial, surgida de las complejidades de la sociedad de finales del Antiguo Régimen y de comienzos del liberalismo, a menudo rebelde a toda simplificación por bien intencionada que sea.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Cuaderno de utilidades para el repartimiento de la contribución del culto y clero, nº. 1776/24.
