¿Un siglo lujoso?
El incisivo Voltaire sostuvo que “los moralistas deben dedicar sus sermones a los legisladores y no a los particulares, porque está en el orden de las cosas posibles que el hombre virtuoso e ilustrado tenga el poder de redactar leyes razonables, y es contrario a la naturaleza humana que todos los ricos de una nación renuncien por virtud a proporcionarse, a expensas del dinero, los goces del placer o de la vanidad.” En su Diccionario filosófico portátil (1764) defendió el lujo o el gastar más de lo necesario como “la consecuencia natural de los progresos de la especie humana”.
En el siglo de Voltaire, el lujoso XVIII, crecieron las industrias suntuarias al calor del pensamiento mercantilista, que denunció la salida de metales preciosos como el mayor mal de la economía de un país, que gastaba demasiado dinero en comprar a otros, al modo de la España de los Austrias. Antes, el ministro de Luis XIV Colbert (fallecido en 1683) promovió la fabricación de tejidos y ropas de seda, objetos de cristalería o porcelanas como productos de alto valor añadido con los que lograr elevados beneficios. Los aristócratas de otros países de Europa gastaron elevadas sumas de dinero en adquirir los prestigiosos productos franceses, más fáciles de transportar que otros de mayor volumen.
Con la llegada al trono español de los Borbones, se alentó este tipo de industria y se crearon las Reales Fábricas de Cristales de la Granja, de Porcelana del Buen Retiro o de Loza Fina o Porcelana de Alcora, entre otras. Asimismo, la actividad sedera eclosionó en la Requena del XVIII y Díaz de Martínez llegó a escribir “los fabricantes ricos, a quienes la Vera Cruz será deudora en todos tiempos del auge en que la colocaron generosos, vistieron los Ángeles con la mayor magnificencia; hicieron demostraciones suntuosas; nada perdonaron de sus propios para dar importancia y brillantez al desempeño de su empleo”, según el acuerdo del 19 de marzo de 1815.
Emplazada en el camino entre Valencia y la Corte, con importantes comunicaciones con las vivaces ciudades de Alicante y Cádiz, Requena era un importante centro sedero y de comercio en el XVIII, en el que se mercaban cereales, vino, aceite, bacalao, chocolate, confites, algodones, vestidos, géneros metálicos, etc., productos a veces de origen extranjero. En esta Requena en crecimiento humano y urbano ciertos lujos se difundieron entre, al menos, parte de su vecindario ¿Alcanzó esta tendencia a la Vera Cruz? ¿Se resistió la cofradía al lujo por razones morales?
La imperativa cera.
Como ya vimos en un capítulo anterior, la Vera Cruz distinguió entre los hermanos de penitencia (cuyos excesos en España fueron frenados por la autoridad episcopal en la segunda mitad del XVIII) y los de luz, que acudían a las procesiones con un hacha de cera, elemento de gran valor para la cofradía junto a las túnicas de los hermanos. El lucimiento era tan importante que en la contabilidad de 1753-6 consta una partida de gasto de 37 reales y 17 maravedíes por seis faroles, elemento ciertamente novedoso en relación a las más usuales hachas y velas de cera.
Los dispendios de cera se llevaron durante muchos años la parte del león de la data de la cofradía, como se ve con claridad en este cuadro:
Año | Gasto en reales | Porcentaje en la data |
1761 | 550 | 83´6 |
1762 | 783 | 86´3 |
1763 | 896 | 88´4 |
1764 | 327 | 46´2 |
1775 | 1.083 | 84´4 |
1776 | 1.231 | 87´8 |
1778 | 1.108 | 87 |
1782 | 1.212 | 100 |
1783 | 313 | 64´5 |
1784 | 1.284 | 78´1 |
1785 | 1.170 | 62´5 |
1786 | 838 | 55´4 |
1799 | 1.635 | 63´3 |
1801 | 1.532 | 49´2 |
Aunque la tendencia se terminó moderando, durante mucho tiempo resultó particularmente costosa y tuvo como principal beneficiario a una figura importante del comercio requenense de la época, el confitero y cerero Joaquín Rama. Vendedor de chocolate, cacao, azúcar y cera, se quejó en 1767 de contribuir a la alcabala más que muchos fabricantes y mercaderes de seda, por lo que pretendió alcanzar la gracia fiscal de ciertos comerciantes y arrieros que iban a Valencia. Se valoró su riqueza anual en 1.800 reales y su contribución en 400 al citado gravamen. La cofradía no logró prescindir de sus servicios durante el reinado de Carlos III. El intento de conseguir la cera de los colmeneros de la hermandad de San Antonio, visible en el resultado de 1764, no cuajó y Rama volvió a ser el encargado de dispensarla, fuera por su mayor capacidad de venta o por alguna afinidad o amistad que no conocemos. Posteriormente, se recurrió a la cera de Utiel.
El precio de la libra de cera (unos 0´453592 kilogramos) a 13 reales y un cuarto en 1796 y a 9 reales y medio en 1799 no fue ciertamente baladí, cuando a duras penas el jornal de un bracero era de cuatro reales diarios. La cantidad de cera requerida por la Vera Cruz también fue destacada. Las 64 libras consignadas en 1753-6 se convirtieron en 165 en 1799, cuando la producción media de cera fue estimada en 850 libras en 1787.
De la necesidad se hizo virtud y se aprovechó la cera con la mayor diligencia. Del almazar los cabos de las hachas sacaban la cera con vista al hilado de aquéllas. Tenemos constancia que en 1799 se empleaban dos lebrillos grandes para apagarlas convenientemente. Más que de lujo, deberíamos hablar de hacer de la necesidad virtud en este caso.
Los discretos ruanes.
Los hermanos de la Vera Cruz optaron para sus túnicas por un tejido que terminó elaborándose con algodón, el ruan, llamado finalmente así por encontrarse su principal centro de producción en la francesa Ruan en el siglo XVIII. Tuvo una gran aceptación en países como España, residiendo una de sus razones en su precio, especialmente en un tiempo de subida del coste de la vida como el final del Antiguo Régimen, según se observa claramente en la documentación de la cofradía:
Anualidad | Precio medio la vara |
1753-56 | De 9 a 11 reales |
1780 | 7 reales |
1794 | 7 reales |
1795 | 8 reales y medio |
1796 | 9 reales |
1797 | 10 reales y medio |
1798 | 10 reales y medio |
1799 | 10 reales y 28 maravedíes. |
1800 | 10 reales |
1805 | 10 reales |
1806 | 10 reales |
Con semejantes telas se cosían las túnicas, no siempre fáciles de recuperar. También se ponían a veces los escudos nuevos. Los lujos aquí eran tan tasados como escasos.
La Oración del Huerto, un paso cotizado.
Uno de los lujos espirituales más apreciados de la Vera Cruz de la segunda mitad del siglo XVIII fueron los nuevos pasos, que a su vez rindieron importantes provechos económicos a la cofradía. Mientras que la cera de las hachas y velas costó bastante dinero, el paso de la Oración del Huerto resarció materialmente las arcas veracruzanas. La primera mención de tal paso data de 1775, aunque en 1780 no se registraron postores para llevarlo en procesión. Sin embargo, tal situación cambiaría.
El 20 de marzo de 1785 Juan Ruiz ofreció 50 reales por llevar el paso de la Oración del Huerto el Jueves Santo. A 2 de abril de 1786 se apuntó que el 24 de marzo de 1782 Juan Salinas y Lorenzo Pardo ofrecieron once pesos, pero solo satisficieron veintiún reales, lo que dejaba un descubierto de 144 reales, a pagar a los clavarios. Para el 9 de abril de 1786 Joaquín Sánchez Clavijo y su esposa ofrecieron 6 pesos y el Viernes Santo se les dispensaría túnicas y hachas. Isidro López Requena hizo la postura de 115 reales el 16 de marzo de 1788, nuevamente Joaquín Sánchez Clavijo de 60 reales el 28 de marzo de 1790, Antonio López de Bernardo el Barrero de 100 reales el 17 de abril de 1791, Esteban Fons de 125 reales el 1 de abril de 1792, Nicolás Calomarde de 100 reales el 24 de marzo de 1793 y otra vez Esteban Fons de 120 reales por San Juan el 13 de abril de 1794.
Portar en procesión un paso como el de la Oración del Huerto era un honor para un grupo significativo de hermanos, con posibles deseos de reconocimiento más allá de razones de fe. Cabe preguntarse si la expansión agraria de la Requena de la época no dejó de influir favorablemente en esta devoción.
Otro paso igualmente apreciado, el del Cristo Enarbolado.
Un fenómeno similar se verificó igualmente en este caso, con posturas económicas significativas. El 9 de abril de 1786 ofrecieron la limosna de 80 reales para el Jueves Santo, con dispensación de túnicas y hachas, Juan Antonio Loines, José Mata, Vicente Cabanes y Gabriel Martínez. Guillermo Mata mejoró en siete reales y medio la limosna de Antonio Gómez Castaño el 17 de abril de 1791, quedando la suma en 60 reales. A 13 de abril de 1794 ofertó, por San Juan, 100 reales Tomás Huerta Arija.
La voluntariosa limosna.
Todas estas aportaciones se añadieron a otras limosnas percibidas por la Cofradía. La de los plateros registró una aportación en 1753-56 de 306 reales y de 309 en 1775. Mayores variaciones experimentó la de las calles. En 1761 alcanzó los discretos 96 reales y los 144 en 1765. En 1775 se diferenció entre los 177 reales logrados en el casco urbano y los 168 en la vega, el campo y los caseríos. A la altura de 1808 alcanzó un total de 690 reales, prueba de la creciente aceptación de la Vera Cruz, en sintonía con lo observado en los pasos antes citados.
Los valorados elementos de devoción.
Con las limosnas se atendió al mantenimiento de las imágenes religiosas y de otros elementos. Se consignó en la contabilidad de 1753-6 la partida de 7 reales por poner los dedos del Cristo. La vara del pendón costó más, unos 39 reales. Componerla costó otros 5 reales y 5 más la caja del pendón. Con todo, el 4 de febrero de 1787 se encontraba el pendón muy deteriorado, considerándose indecente su estado. Las cortinas de la capilla del Santo Cristo también requerían atención.
En 1800 se pudo hacer algo más que componer. Manuel Ripollés hizo seis imágenes y dio color, tareas que junto a unas andas, dos faroles, dos banquillos, cuatro almohadillas y un nicho costaron 2.114 reales y 22 maravedíes. Disponer un lienzo de cuatro varas para la ventana del Santo Sepulcro supuso el pago de otros 74 reales, además de los 8 pagados por tres cristales en 1801.
Bien podemos decir que los lujos de la Vera Cruz fueron discretos. El deseo de distinción observado en la partida de diecinueve guantes de 1799, de unos 76 reales, y en el toque del bajón por el organista del Carmen en 1800 se avino con unas cuentas que en el pasado habían sido difíciles de cuadrar. Más allá de la actitud moral de algunos hermanos, se hizo por aquel entonces de la necesidad virtud.

Fuentes.
FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.
Libro Viejo de la Vera Cruz.
Libro Nuevo de la Vera Cruz.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Expedientes de formación del encabezamiento y de los frutos civiles, 1785-1811, nº 4726.
Bibliografía.
DÍAZ DE MARTÍNEZ, J. A., Historia de la Venerable Cofradía de la Vera-Cruz o Sangre de Cristo Señor Nuestro, fundada en el templo del Carmen de la Ciudad de Requena, Requena, 1850.