Un 31 de enero de 1868 solicitó del ayuntamiento Enrique Herrero y Moral, que con el tiempo se convertiría en uno de los cronistas de Requena, unos quince metros cúbicos en el cementerio para su familia y él mismo llegada su hora. Pensaba entonces en un panteón que hiciera memoria de su linaje ante la posteridad. El liberalismo que había derribado el Antiguo Régimen se mostró complaciente con la institución familiar desde muchos puntos de vista. Don Enrique no perdió ocasión tampoco de acrecentar su patrimonio familiar aprovechándose de los cambios legales introducidos en la España de la época.
El 30 de abril de 1873, en plena I República, su caso fue llevado ante el Tribunal Supremo de Madrid, que venía de tiempo atrás.
En 1820, con los liberales en el poder, se aprobó la supresión de los vínculos, que habían permitido a muchos linajes desde la Baja Edad Media mantener su patrimonio e incluso acrecentarlo al conceder su titularidad o mayorazgo generalmente al primogénito, que tenía el deber de cuidar de los suyos. En los siglos XVII y XVIII personas de fortuna media, en comparación con la alta nobleza, fundaron muchos vínculos, pero los reformistas ilustrados comenzaron a cuestionarlos como un freno al aumento de la labranza. Atentos a la preservación de la propiedad privada, los liberales de comienzos del Trienio autorizaron a que los titulares de vínculos dispusieran sin trabas de la mitad de sus bienes para las transacciones que estimaran oportunas.
Precisamente en 1820 Miguel Gallega pretendió la división de su vínculo en Requena, que fuera fundado por Juan García Mayordomo y María Valiente. Comprendía dos memorias piadosas sobre el Colegio y San Nicolás. Hecha la división, correspondió al sucesor de Miguel, Donato, una tahúlla en las Peñuelas, valorada en 3.700 reales. Sabemos que en 1842 Donato Gallega Valiente residía en Jaraguas con su esposa Manuela Checa Monteagudo, de la Venta del Moro.
A 21 de julio de 1845 Miguel Gallega vendió otra tahúlla a Mariana Torres, que a su vez vendió a Benito Sáez para venderla a Nicolás Herrero. Cuando don Miguel murió el 31 de agosto de 1865, su nieto Martín decidió entablar demanda por considerar tales bienes parte de la reserva del antiguo vínculo familiar.
He aquí que el hijo de Nicolás Herrero, Enrique, se vio inmerso en el proceso, iniciado en el Juzgado de Primera Instancia de Requena y más tarde pasado a la Audiencia de Valencia, que el 13 de marzo de 1872 lo absolvió. No obstante, Martín Gallega persistió hasta ser condenado a pagar mil pesetas por el Tribunal Supremo matritense. Ni las leyes ni el momento autorizaban su pretensión.
El siglo XIX fue un tiempo de cambio. El declive de los Gallega fue aprovechado en parte por los Herrero más allá de cuestiones ideológicas. Desde este punto de vista, el Enrique Herrero y Moral que más tarde lamentaría la liquidación de la antigua Requena de caballeros y artesanos tenía mucho que agradecer al liberalismo. Esta contradicción es aparente, pues desde el reinado de Carlos IV muchos prohombres requenenses resultaron ser defensores de la liberalización económica y partidarios de un orden jerárquico conservador, poco complaciente con las aspiraciones populares.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Libro de actas municipales de 1865 a 1868, nº. 2775.
