Los comienzos del verano de 1374 fueron dramáticos en una buena parte de Europa. En Aquisgrán se declaró la peste, asociada al extenuante baile de San Juan Bautista o de San Vito, que se extendió por Renania e Italia. Paralelamente, el hambre avanzaba por casi todo el mundo, según se registró en el Dietario del capellán de Alfonso el Magnánimo, preludio de la peste de 1375, la de los infantes, por encarnizarse particularmente en los grupos infantiles.
Con graves problemas militares y políticos en Cerdeña y Sicilia, notables suministradores de alimentos, las urbes de la Corona de Aragón acusaron la escasez. A comienzos del verano de 1374, la ciudad de Valencia no disponía del trigo suficiente para alimentarse y tuvo que adquirirlo en el marquesado de Villena, cuyo señor era por aquel entonces el conde de Denia Alfonso el Viejo, y en otras partes de la Corona de Castilla. Sin embargo, la carestía se hallaba tan extendida que en julio los oficiales del valle de Ayora se lo tomaron. En consecuencia, la ciudad de Valencia alzó su voz, ciertamente poderosa, e invocó sus privilegios al respecto.
Las relaciones entre las Coronas de Castilla y Aragón todavía no se habían pacificado del todo, pues hasta el 12 de abril de 1375 no se firmaría entre ambas la paz, disponiéndose como prenda de su cumplimiento las disputadas Requena, Utiel y Moya. Pedro IV de Aragón podría incorporarlas a sus dominios en caso de impago de la dote por su hija doña Leonor, que debería casarse con don Juan, el primogénito de Enrique II de Castilla.
Semejantes disputas no cortaron los notables vínculos comerciales entre ambas Coronas, pues las economías de la Castilla oriental y del reino de Valencia eran bastante complementarias. Los cereales y la carne castellanos se intercambiaban por vinos y manufacturas valencianas. Con todo, el estado de beligerancia ocasionó bastantes inconvenientes, en forma de apresamientos y represalias en contestación. Para dar satisfacción a las reclamaciones económicas de los comerciantes, se creó el 2 de enero de 1372 una comisión de arbitraje y se impuso el tributo de la quema sobre todas las mercancías que atravesaran los límites castellano-valencianos.
En el documento que ofrecemos, traducido al castellano actual, las autoridades municipales de Valencia reclaman a las del resto de su reino el paso con destino a su almudín del cereal suministrado por Miguel Navarro, un vecino de Requena con nombre muy propio de su tierra. De él sabemos ciertamente muy poco, pero lo suficiente para asegurar su protagonismo en el comercio de granos:
“A todos y cada uno de los honrados y discretos oficiales o lugartenientes de cualquier parte a los que venga la presente, de nosotros los jurados de la ciudad de Valencia, salud y honor a vuestra sabiduría y discreción.
“Por la presente certificamos que el muy alto señor rey de Aragón, con especiales privilegios que hace mucho tiempo hizo, continuamente se han observado hasta ahora y hace poco tiempo confirmó, ha dado salvoconducto y asegurado a todos y cada uno de los mercaderes, recueros y otros transportistas, por mar o tierra, de granos y otros avituallamientos a esta ciudad o a su reino.
“De tal manera, que por algunas marcas o represalias otorgadas o por otorgar por algunos crímenes, delitos o deudas, propias o de otros, no se les pueda tomar, retener, marcar, embargar o de otra manera estorbar o agraviar. Antes vengan, permanezcan y retornen salvos y seguros con sus compañías, con todos y cada uno de sus barcos o acémilas que transporten las vituallas, con sus mercancías, ropas u otras cosas que llevaran, así como con las ganancias que obtengan de aquéllas e incluso las mercancías que por tales ganancias compraran en esta tierra, según en los dichos privilegios es más extensamente contenido.
“Como Miguel Navarro, vecino de la villa de Requena, en el presente ha transportado cierta cantidad de trigo, por tierra, de las partes de Castilla y la haya vendido en el almudín de esta ciudad, desea y entiende, según es dicho, que prosiga trayendo y vendiendo aquí trigo de la manera citada.
“Por la sabiduría y amistad de cada uno de vosotros, os requerimos y solicitamos que el dicho don Miguel Navarro, junto a sus compañías, acémilas, ropas y otras cosas suyas, ahora o cada vez que venga o envíe granos u otras vituallas (yendo, estando o viniendo), observéis o hagáis observar el salvoconducto y seguro, sabiendo estar siempre dispuestos a obedecer vuestros justos requerimientos y peticiones.
“Escrita en Valencia, a 11 días de agosto, en el año de la natividad de Nuestro Señor de 1374.”
Ya por aquel tiempo Requena, uno de los puertos secos de Castilla, era un apreciable punto del comercio frumentario entre las tierras de la Meseta y del litoral mediterráneo. Bien conscientes de su elevado valor, sus vecinos tomarían parte en el mismo y reclamarían parte de su grano como derecho de avituallamiento de tan concurrida villa.

Fuentes.
ARCHIVO MUNICIPAL DE VALENCIA.
Lletres missives g-3/3, f. 43v.