Nuestra tierra y sus gentes habían pasado dos milenios magníficos, las gentes disponían de suficientes viandas, apenas había guerras relevantes, el optimismo rezumaba.
La colectividad compartía, los bienes eran abundantes, no había necesidad de acumular riquezas, la tierra tendía a ser un vergel para los cultivos, abundaban todo tipo de animales. No era necesario construir grandes edificaciones, con unas ligeras casas de adobe y techo vegetal se podía vivir perfectamente. No era necesario grandes templos y santuarios, nuestros dioses vivían en cuevas y en plena naturaleza. Abundaban frutales y vegetales. Las armas no eran imprescindibles, su uso más habitual era para la caza, no era indispensable un gran avance tecnológico militar. Aunque sabíamos que nuestros vecinos del sur y otros pueblos más allá del mar frecuentaban la utilización de metales con fines laborales y bélicos, el cobre, para nosotros aún no era tan esencial.
Casi tres milenios con un clima inmejorable. En otros lugares de la Tierra el clima no fue tan favorable y tuvieron que esforzarse para mejorar sus condiciones de vida. Pero el clima óptimo de aquellos tres milenios será difícil de superar en nuestra tierra. Esto duró desde el VII milenio a.C. hasta el IV milenio a.C. coincidiendo con lo que hoy en día llaman el periodo Calcolítico
A finales del IV milenio el clima de la Tierra tiende a enfriarse. Cultivar y recoger cosechas ya no era tan fácil el alimento comenzaba a escasear. La cosecha era restingida, quién recopilaba era más rico que su vecino, quién era más rico detentaba más poder, quién tenía más poder era la élite, y la élite produjo jefes.
Para poder ser jefes, para poder guardar las riquezas sería necesaria la fuerza. Para poder ejercer la fuerza sería necesario un ejército y para poder tener un ejército se necesitan las mejores armas.
Terminó el Calcolítico, la época de la piedra y del cobre había terminado, un nuevo proceso, una nueva forma de sociedad comenzaba. Había cambiado el clima, había cambiado la sociedad, había cambiado el sistema social, una nueva estructura política estaba creándose. Nacía un nuevo Estado.
Las restricciones que ejercía un clima más frío obligaron a que se produjera un desplazamiento de la población. Las riquezas debían ser protegidas, de nosotros mismos y de los vecinos de otros territorios políticos. Las élites tuvieron que vigilar y proteger sus posesiones, quién tenía la riqueza y el poder tenía una vida mucho más satisfactoria, el orgullo de ser superior a los demás satisfacía el alma. Las élites llevaron sus viviendas a puntos altos desde donde vigilaban a los trabajadores e inferiores. Los líderes de territorios vecinos comenzaban a observar con avaricia las posesiones de nuestro Estado, habría que observarlos y vigilarlos.
Los montes más altos comenzaron a ser habitados, los puntos de vigilancia eran esenciales para proteger lo que llegaría a ser un nuevo Estado, un territorio político. Los cerros de más altura, los más estratégicos, fueron fortificados y se dedicaron para controlar las principales vías de comunicación con los territorios vecinos. Múltiples pequeños cerros vigilaban los cauces de los ríos y las ramblas, que eran las vías de comunicación naturales que cruzaban el territorio. Algunos de estos cerros controlaban las tierras de cultivo que estaban a sus pies, era un inicio del modelo político que se desarrollaría en los próximos siglos.
Es en este momento cuando comienza a crearse el futuro Estado Ibero de Turda. Los cerros en altura no solo se consolidaron, sino que se ampliaron y los situados a más altura se transformaron en una especie de fortalezas donde se guarnecían las nuevas élites o señores con sus tropas. Se pasó a una nueva estructura política qué finalizó en un prototipo de Ciudad-Estado.
Algo más de un milenio duró la Edad del Bronce, y tras su importante etapa de transformación social, empezó la Edad del Hierro en nuestro territorio, tomó forma el nuevo Estado ibero de Turda.
Los cerros ocupados en la Edad del Bronce en la Tierra del Cabriel fueron numerosos. Entre ellos podemos destacar La Villa (Requena), La Cárcama (Sierra del Tejo), La Peladilla (El Derramador), La Cardosilla (Roma), La Atalayuela y El Chabacano (Calderón), Mortes (Muela de Arriba), La Peladilla (Los Ruices), Castillejo (Estenas), y otros. Además existieron otros múltiples pequeños cerros de control en los viarios de Rambla Albosa, río Magro, Sierra de Utiel, río Reatillo, Sierra del Tejo, Valle de Hortunas, corredor de Los Pedrones, corredor de Sinarcas-Talayuelas, etc. La distribución territorial de los hábitats de la Edad del Bronce en la Tierra del Cabriel, fue muy similar a la de la Edad del Hierro, teniendo en cuenta que hubo un espectacular aumento de población que llevo a la Ciudad-Estado de Turda a ser una potente entidad política y económica en siglos posteriores.

Cerro de La Peladilla, El Derramador (Requena). Importante poblamiento de la Edad del Bronce en la centro de la comarca de la Tierra del Cabriel.
Bibliografía:
“DE LA EDAD DEL BRONCE A LA DEL HIERRO EN LA MESETA DEL CABRIEL”, Crónicas Históricas de Requena. 2-3-2015. Javier Jordá Sánchez.
“EL HOLOCENO. LOS ÚLTIMOS 12.000 AÑOS DE CALENTAMIENTO GLOBAL”, Crónicas Históricas de Requena. 15-2-2018. Javier Jordá Sánchez
Autor: Javier Jordá Sánchez.