El cumplimiento de una obligación.
La visita episcopal de 1750 llamó la atención con fuerza sobre el estado de la contabilidad de la Vera Cruz, que no se consignaba debidamente. A partir de entonces, los clavarios tuvieron el deber de presentarla con mayor formalidad y podemos seguir sus evoluciones a través de lo apuntado en el Libro Viejo de la cofradía.
Con todo, tal imperativo no se sustanció de inmediato. No sin dificultades se formaron unas cuentas para 1753-56, presentadas en 1757, en las que no se desglosaron los resultados anuales pormenorizadamente. Arrojaron un cargo o unos ingresos de 1.212 reales y una data o gastos de 1.025. Vistas así las cosas, el presupuesto estaba equilibrado. Sin embargo, también se consignó una contabilidad complementaria, la de la cuenta de la limosna, con un cargo de 136 reales y 8 maravedíes y una data de 192 reales y 17 maravedíes. 1348-1217.
A partir de este momento, las contabilidades se ofrecen formando conjuntos trienales hasta finales del XVIII, pero distinguen partidas de ingresos y gastos anuales, de gran interés. En este artículo nos centraremos en los números y en los siguientes en aspectos como los hermanos de la cofradía y sus preferencias a partir de lo precisado en la contabilidad y en las actas de los sucesivos cabildos.
Ingresos y gastos en cifras.
Para la recta final del Antiguo Régimen podemos conocer el estado de la Vera Cruz al respecto, lo que nos permite apreciar una evolución más positiva que la del hospital de pobres o la del pósito de Requena, a la sazón ambos muy asediados por los problemas de atención social y abastecimiento. En síntesis, estos fueron sus resultados en reales:
Año | Cargo | Data |
1758 | 829 | 651 |
1759 | 662 | 629 |
1760 | 323 | 831 |
1761 | 897 | 658 |
1762 | 798 | 907 |
1763 | 756 | 1.013 |
1764 | 668 | 708 |
1765 | 706 | 582 |
1766 | 641 | 903 |
1767 | 602 | 587 |
1768 | 772 | 575 |
1772 | 448 | 819 |
1773 | 590 | 880 |
1774 | 657 | 357 |
1775 | 1.242 | 1.283 |
1776 | 1.268 | 1.402 |
1778 | 1.279 | 1.273 |
1779 | 1.312 | 1.170 |
1780 | 1.055 | 892 |
1781 | 1.065 | 1.199 |
1782 | 1.048 | 1.212 |
1783 | 1.020 | 485 |
1784 | 1.957 | 1.644 |
1785 | 1.585 | 1.873 |
1786 | 1.922 | 1512 |
1787 | 2.201 | 1.198 |
1790 | 4.129 | 3.879 |
1791 | 2.565 | 2.437 |
1792 | 2.075 | 2.450 |
Resultados deficitarios y desalentadores.
Los resultados de 1758-60 todavía se presentaron conjuntamente, con unos ingresos de 1.814 reales y unos gastos de 2.112. Es más, los hermanos debían un total de 915 reales. Además, el 30 de marzo de 1760 se planteó que los eclesiásticos no querían pagar las tres fiestas de la Vera Cruz cuando entraran a servir en la mayordomía y en la responsabilidad de alférez, por lo que el comprometido caudal de la cofradía se hizo cargo del dispendio.
Un cuadro económico similar se aprecia en 1761-65, al ingresar 3.828 reales y 17 maravedíes, muy dependientes de las fluctuaciones de la limosna en las calles. El gasto subió a 3.869, especialmente a causa de las compras de cera. La mejora económica del estado de cuentas apenas se contempla.
El 27 de junio de 1763 el activo obispo Isidro Carvajal y Lancaster reprochó que no figurara en la contabilidad los dineros de las misas, pues de 917 reales se dejaron de cobrar 520 reales. Aunque en las cuentas presentadas en 1757 resultó un alcance favorable a la cofradía, los clavarios José de la Cárcel y Marcos Solano debían hacer fuerza para cobrar unos 1.437 reales que faltaban, resultado de un error contable y no de un desfalco. El 15 de abril de 1764 se dieron por no cobrados todavía y en la visita de 1766 todavía se apercibió al respecto. Es más, muchos hermanos no contribuían a los crecidos gastos y se les amenazó con la negativa de indulgencias. Los cobradores deberían repartirse por barrios y borrar de la hermandad a los morosos.
Con todo, la misma tónica deficitaria encontramos en el ejercicio de 1766-68, que arrojó un ingreso de 2.012 y un gasto de 2.065 reales. El resultado fue más desastroso en 1772-74, con ingresos por valor de 1.695 reales y gastos por 2.056. A la altura de 1774 la cera comprada al cerero y chocolatero Joaquín Rama encarecía mucho la cuenta de gastos. Por razones no del todo claras, se proseguía confiando en él para la provisión de cera.
El nuevo toque de atención del tesorero.
La situación no parecía tener solución y en el cabildo del 12 de abril de 1772 se abordó de frente, bajo el mandato bianual de Nicolás Iranzo y Francisco Alcaide como mayordomos y el trienal de Joaquín González y José García como clavarios.
No se ocultó “la cortedad con que se haya esta venerable hermandad y el inconveniente que lleva en no darse las cuentas anualmente con cargo y data correspondiente”. Tal circunstancia perjudicaba el lucimiento del culto gravemente. Se apuntó que todo ello “se origina de no cobrar los clavarios con el celo y amor que deben de los hermanos deudores”.
Para subsanar tal carencia de autoridad, se acordó nombrar un tesorero que ingresara las limosnas y otros fondos de la cofradía. Los clavarios tendrían el deber de entregarle los recibos de lo ingresado. Debía autorizarles todo gasto, anotándolo oportunamente en su libro. Tenía la potestad, además, de tomar a crédito lo conveniente para las hachas, túnicas y otros elementos de las funciones públicas de la Vera Cruz. La responsabilidad de enderezar las cuentas de la cofradía recayó finalmente en el presbítero José Ferrer Domínguez, a la sazón muy valorado por los mismos hermanos.
Manos a la obra.
Como los clavarios no daban cuenta anualmente, se acordó ofrecerla de los tres últimos años con la debida regularidad. Se hizo la distinción entre la data para los pagos legítimos y el descargo para las partidas de deudores miserables e incobrables. Las razones del impago se harían públicas a la cofradía, sin equívocos.
Todos los Domingos de Ramos se harían públicas en cabildo las cuentas, consignándose los reparos surgidos. Se aprobarían de no declararse nulas, lo que entrañaba un claro compromiso al respecto de todos los hermanos. Todo se haría conforme a la autoridad pontificia y real, verdadero acatamiento del regalismo del llamado Despotismo ilustrado de tiempos de Carlos III.
En la trascendental junta del 12 de abril de 1772, los clavarios Joaquín González y José García se obligaron a pagar de sus propios bienes la limosna de los carmelitas y los franciscanos por su asistencia a las procesiones de los tres últimos años. Como cesaron ese mismo año, lo podemos interpretar como una astuta maniobra para evitar ulteriores pesquisas sobre su comportamiento.
Ya en el cabildo del 4 de abril de 1773 se dio noticia o recado político al tesorero para que entraran en su poder las hachas de la hermandad y que con tiempo repartiera las túnicas en el mejor estado posible. Al cesar el escribano José Sánchez Monroy por su avanzada edad, se nombró a Juan Díaz Flor para que se encargara de libros y papeles.
Con todo, el 27 de marzo de 1774 se denunció nuevamente “la decadencia de la hermandad por no haber dado las cuentas”, insistiéndose (¡una vez más!) en la recogida y reparto de túnicas por los clavarios. En esta ocasión, el tesorero José Ferrer Domínguez propuso como alférez a Juan Penén y como mayordomos a los presbíteros Martín Muñoz Pertusa y Salvador Cervera. Su intención era contar con un equipo capaz de remontar la situación.
La visita de 1775 fue rigurosa y desveló un panorama altamente mejorable, como hemos visto en los números consignados. Los clavarios tuvieron que comparecer en audiencia ante el visitador Tomás Marín Domínguez, colegial de Santa María Magdalena y prior de la universidad de Salamanca, presidente del cabildo de Belmonte, arcipreste de Alarcón y examinador del obispado de Cuenca. En suma, un experimentado y titulado letrado. El esfuerzo fue verdaderamente considerable para que no perdiera el espíritu reformador de 1750.
Un equilibrio presupuestario laborioso.
Los esfuerzos todavía no fructificaron en la medida deseada, pero a partir de 1775 el volumen de dinero manejado aumentó de forma clara. El 23 de mayo de 1777 los clavarios Matías Rubio y Mateo Roda ofrecieron unas cuentas en las que se hicieron evidentes los beneficios de las partidas de la limosna del lugar, de los pasos, platillo e incluso túnicas y cera.
La agrupación contable de años tuvo sus claras ventajas. En 1781-82 los resultados apuntaron a la inestabilidad y al déficit, pero se compensaron parcialmente con una bajada de gastos de 1783. El ingreso trimestral pudo quedar de este modo en 3.133 reales y el gasto en 2.896. Desde el 8 de abril de 1781 se acordó dar las cuentas el Lunes de Pasión.
En el cuatrimestre de 1784-87 los ingresos fueron de 7.665 reales y los gastos de 6.227. Es un tiempo de esplendor, en comparación con otros, conseguido gracias al ajuste de gastos e ingresos en un lapso temporal generoso. En 1790-2 los ingresos fueron de 8.769 y los gastos de 8.766 reales. No era poco para los difíciles años del final del Antiguo Régimen, tras los muchos esfuerzos emprendidos para lograr la cuadratura del círculo de unas cuentas harto complicadas de cuadrar.

Fuentes.
FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.
Libro Viejo de la Vera Cruz.