Desde un blog que llama al interés por la cultura y la historia de nuestro querido pueblo, es acertado rescatar de la memoria aquello que hicieron nuestros antepasados bajo un mismo objetivo.
En Requena, corrían los años 50 del siglo pasado cuando un grupo de jóvenes apasionados por el arte, la literatura, el cine, la geografía, la historia, el deporte, el teatro, y, en definitiva, por todos aquellos menesteres que hacen del genio humano algo excepcional, fundaron una revista, que, a modo de boletín informativo, destacase la importancia de esos actos y, a modo de arenga, despertar en sus convecinos el mismo querer. Sentimientos que veían escasos entre muchos coetáneos.

Estas gentes con buenas intenciones buscaban, a través de una revista, revitalizar la escena del ocio del pueblo requenense, viendo en él un potencial a explotar. Sentían que Requena podía dar más de sí; que la gente trabajadora y humilde debía ser público también de actos en los que evadirse de la responsabilidad de traer el pan a casa. Entendían, que no todo el mundo había tenido la gran suerte de poder formarse, como ellos, en las letras y los números, pero que aquello no estaba reñido con poder disfrutar de la representación de un buen clásico de teatro español.
Con aquellas intenciones, la revista Alberca nacía de la mano de una serie de socios que sufragarían su publicación, sin más lucro que el de promocionar una vida cultural digna de una muy noble, muy leal y fidelísima villa.
¿Qué es y qué contenía Alberca, pues?
En su primera Editorial, que data de agosto de 1951, es de sobra apreciable las magnas metas a cumplir. Las vemos a continuación en dos fragmentos de imagen de la Editorial, que por motivos de tamaño hemos tenido que dividir en dos:


En el primer fragmento del recorte de la Editorial del N.º 1 de Alberca podemos ver ya el respeto inconmensurable de este grupo de jóvenes hacia el pasado del pueblo requenense. Cuando dice “estamos locos, locos de amor por Requena”, enfatiza ese sentimiento de pertenencia y enraizamiento, aliñado además con ese toque juvenil y desenfadado que sin duda nos transporta a esos Manifiestos que surgirían a lo largo de la primera mitad del siglo XX, los cuales, junto a los distintos movimientos artísticos de vanguardia, buscaban protagonizar un cambio dentro de la historia del arte.
Desde Alberca se quería, como algo similar a lo que se buscaba en el Cabaret Voltaire de Zúrich en 1916 y su consecuente formulación del arte Dadá, una ruptura, un antes y un después en el panorama artística, y ser, a la vez, una continuación.
De manera análoga, observan que el arte había decaído, degenerado, y era necesario reconducirlo a buen puerto: “Alberca es una locura y una consecuencia, una insania y un efecto, y por encima de todo, un efecto”.
¿Y por qué llamar “Alberca” a esta locura? Los redactores de la revista nos hacen ver entre esas mismas líneas que las señas de su identidad han de quedar aunadas bajo ese término, cuyo efecto etimológico llegue a provocar en los lectores una sensación de paz, de remanso de agua serena que, a modo de elixir, viene a calmar la sed de aquellos que recorren un largo camino y desean descansar bajo la sombra de un olmo, de una acacia, de una higuera; árboles majestuosos, longevos, que hunden sus raíces bajo ese estanque de agua, creciendo altivos y orgullosos.
Alberca es sin duda preciosa palabra, llena de connotaciones poéticas, capaces de transportarnos a una tarde de verano en el campo. Mediante ese rico manantial, lleno de frescura, los componentes de Alberca buscan “lavar la cara” a una historia requenense que creen enmohecida. Si dichas pretensiones suponían todo un reto, sabíanse jóvenes, y por tanto llenos de fuerza y coraje: “santa irresponsabilidad que impedirá ver los obstáculos”.
Por otro lado, se hace alusión a lo políticamente neutral del carácter de esta publicación, ya que a los enemigos los manda directamente al estadio de fútbol, un buen lugar donde, de manera caballerosa, deportiva, dar salida a rencillas. “Ofrecer a Requena un Círculo de carácter cultural, deportivo y artístico que dé prestigio a nuestra ciudad y permita a sus habitantes tener una vida social más amplia y agradable”.
Aquella juventud se había reunido para fundar, nueve meses antes, en diciembre de 1950, el llamado CÍRCULO REQUENENSE.
Aquella gestación había sido “perfectamente natural”, tal y como se declara en la página 12 de la primera Alberca, la cual se convertía así en el emisario público de aquella asociación cultural. Mediante ella, se haría visible el trabajo del Círculo y se podrían comunicar diferentes aspectos sobre la vida en él, así como distintos proyectos que sus miembros se traían entre manos y los planes e intenciones que para Requena y su cultura se tenían.

Entre la lista de los componentes del Círculo Requenense, encontramos que su presidente es Nicolás Pérez Salamero, notario de carrera que iría a parar a la provincia castellonense como alcalde y diputado en Cortes (el lector puede conocer con algo más de detalle la carrera política de este requenense en el link que colocamos bajo la fotografía con su retrato).

http://jorgetejedoorts.blogspot.com/2014/12/1973-nicolas-perez-salamero.html
El vocal de la presidencia del Círculo Requenense fue Manuel Sánchez Domingo (1926-1999), excelente pintor y catedrático de Dibujo en Enseñanzas Medias, que amaba a la Requena que le vio nacer, a él y a su querida esposa, Teresa Monzó García (1926- ). Este notable caballero consiguió poco a poco enamorar a una amable y educada mujer, simpática y pizpireta, que todavía tiene a bien recibir en casa a todo aquél que se interese por el buen hacer de su añorado esposo. De modo particular ya hablamos sobre la vida y la personalidad artística de Manuel en un anterior artículo, al cual colocamos un enlace bajo las fotografías que aparecen a continuación.


https://cronicasderequena.es/manuel-sanchez-domingo-un-pintor-de-la-fiesta-de-la-vendimia/
Antes de casar con Teresa, el 4 de junio de 1955, boda sonada en la prensa del momento, Manuel formaría parte de aquel grupo de jóvenes amantes de la cultura. Su primera intervención en el boletín Alberca la encontramos ya en su primer número, en un artículo narrativo sobre el arte que se puede encontrar en el museo de El Prado. Bajo el nombre de “Tres encuentros en El Prado”, Manuel intenta, a modo de diálogo socrático, hacernos reflexionar sobre las características de algunas de las obras que allí se custodian.
Su amor a la pintura y al arte en general, como cabe esperar de un pintor, va a quedar siempre patente dentro de esta publicación. Pero, no es fácil ponerse a hablar de arte sin más, a divagar sobre el gusto. Lo haría además de manera sabia, demostrando sus conocimientos sobre la historia del arte, y en donde su manera de ser, cercana y humilde, le llevaría a emplear un justo equilibrio entre lo coloquial y lo intelectual.

Del mismo modo, los compañeros de Sánchez Domingo en la revista le mostrarán su estima y consideración, a través de una entrevista en la página 13 de su primera edición. A la hora de introducir la entrevista, el reportero habla del “gracejo” del pintor en su manera de relacionarse con la gente, como un signo de la simpatía que siempre le caracterizó, a pesar su seriedad aparente. El motivo de la entrevista se debe principalmente a la celebración de la primera exposición de sus obras en Requena. La vemos a continuación:


Sánchez Domingo también llevaría a cabo la decoración de la representación en La venganza de Don Mendo. Sobre ella se habla en la página 15 del segundo número de Alberca en un artículo de opinión firmado de manera anónima por “un espectador” y que trata sobre algunas de las características de la reposición de la obra teatral.



Sin embargo, desde Alberca se menciona en la página 8 de la misma edición (octubre 1951) la escasa acogida que en el pueblo encontró la representación teatral:
Como decíamos, aparte de articulista, la huella artística de M. Sánchez Domingo la vemos en cada edición de Alberca. De primeras, en las portadas de la revista, cuyos grabados se encargaba de realizar él mismo, así de como otras ilustraciones dentro de la misma que servían de membretes a los artículos, y alguna de sus pinturas, que a modo de ventana a la que asomarse, dibujan vistas de la apacible Requena.





Si contamos las portadas aquí mostradas, exceptuando la del primer número, que dejamos para el final como sello ilustrativo del carácter de este artículo, veremos que por desgracia Alberca no gozó de larga vida. En total fueron seis las entregas. Y es que la impresión de un boletín bimensual no es moco de pavo, y a pesar del esfuerzo económico de sus asociados, y del trabajo promotor de sus colaboradores y redactores, en el mes de agosto de 1952 se publicaría el último número de la redacción.
De todas aquellas personas que la hicieron posible, admiramos su entusiasmo por enfatizar y resaltar la necesidad de la cultura, del arte y del ocio en una ciudad; en la ciudad de Requena. A todos y a todas les damos nuestro más sincero agradecimiento desde Crónicas Históricas de Requena, por intentar hacer de este pueblo un lugar mejor, y porque, de una forma u otra, nos vemos reflejados. Por amor al arte.

FUENTES:
– Ejemplares de la revista Alberca (1951-1952), Archivo Municipal de Requena, donación de Rafael Muñoz García y Marcial García Ballesteros.
BIBLIOGRAFÍA:
– RODRÍGUEZ GARCÍA, A.: Sánchez Domingo, Ed. Monos Comunicación, Requena, 2016.