La música es consustancial a la fiesta en nuestra tierra. Nadie imagina un día grande sin sus músicos, capaces de interpretar con sus voces e instrumentos los sentimientos de alegría y de emoción tan propios de la celebración.
La Contrarreforma impulsó el fortalecimiento de la devoción interior y de la fidelidad a la Iglesia Católica, puesta en cuestión por los protestantes, a través de medios como el de la celebración de fiestas de ceremonial depurado. A sus sones y ritmos los vecinos rendirían pleitesía a sus ideales y convertirían las calles y plazas principales del lugar en una verdadera ciudad de Dios.
En la Requena de los siglos XVI al XVII arraigaron estos usos culturales con la imprescindible colaboración de las autoridades seculares. El municipio, en calidad de representante de la autoridad del rey en la tierra, auxilió al cabildo eclesiástico en sus funciones de ordenación social, lo que a veces condujo a roces entre ambas potestades.
El concejo, en consecuencia, contrató en ocasiones a músicos para las festividades, pagados en ocasiones con cierto retraso de los comprometidos fondos de los propios y arbitrios. Veamos pues un par de ejemplos.
En 1622 se pagaron 32 reales, por libranza acordada el 14 de enero de 1621 al ministril de chirimías micer Alonso por la música de las fiestas, procesiones y misas de San Mateo de 1620 y de San Julián del mismo año.
En 1627 se reconoció el pago de 56 reales por libranza de 21 de octubre de 1627 al ministril Martín Alonso por la música de las fiestas de San Julián y San Mateo, que supusieron 48 reales. El resto de la cantidad se satisfizo por la de San Antonio de Padua y los Ocho y por la fiesta de San Juan de 1626.
Desde la Edad Media los ministriles (los antiguos juglares) interpretaban las piezas compuestas por los más aristocráticos trovadores, que mantuvieron las prevenciones tan características del Antiguo Régimen hacia lo mecánico. Martín Alonso, un habitual de nuestra villa, era un consumado experto en la chirimía, el instrumento de viento-madera muy similar a la dulzaina. Con sus sones extendería la alegría y la devoción más allá de los templos de la villa, donde sonarían músicas a cargo de los eclesiásticos con conocimientos musicales.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Libro de cuentas de propios y arbitrios de 1594-1639, nº. 2470.
