Capítulo 2.
VISIÓN EXTERNA E INTERIOR DEL ESTADO IBÉRICO. REQUENA Y LA MESETA DEL CABRIEL.
Las ciudades como núcleo de los territorios-estado ibéricos.
Para confirmar lo planteado en el capítulo anterior, debemos hacer uso tanto de la arqueología como de las fuentes históricas. Empezando por estas últimas, todos los autores que relatan los acontecimientos de la 2ª Guerra Púnica hablan de ciudades ibéricas relacionadas con diversos sucesos históricos. Mi preferido, Tito Livio -autor contemporáneo a César Augusto (S I a.C.), que consultó a autores que vivieron algunos de estos acontecimientos, como Polibio (S II a.C.), no se refiere a los territorios nativos como estas regiones antes mencionadas con fronteras o límites, sino como gentilidades o ciudades. O también gentes dependientes de líderes como Andobeles y Mandonio (reunieron guerreros ilergetes y ausetanos), o Culcas (consiguió ser jefe de 28 oppidum de Beturia, zona celtizada del sur, alcanzando el mayor número de ciudades bajo un solo mando), o Luxinio (jefe de las ciudades de Carmo y Bardo), o Attenes (jefe de los turdetanos mercenarios de los romanos, que huyeron hacia sus tierras del norte abandonando a estos a su suerte ante los cartaginenses), o Budar y Besadines (jefes de un ejército ibero que luchó contra Quinto Minucio junto a la ciudad de Turda), o Cerdubeles (régulo de Cástulo), u Orison (régulo de los oretanos, de la ciudad de Oretum), o Edecon (régulo de los edetanos, según parece del oppidum de Edeta). En estos dos últimos casos es relevante que el nombre de los régulos sea una prolongación del topónimo de su ciudad, o a la inversa.
Por su parte, la arqueología ha podido rescatar algunas de aquellas antiguas ciudades, que fueron cabeza de unos territorios con peculiaridades económicas, religiosas y políticas, que tendrían sus costumbres particulares e, incluso, pudieron formar sus propios ejércitos. Aquí cerca tenemos algunos ejemplos de ciudades que han visto la luz de nuevo a través de la arqueología: el Cerro Meca de Ayora, el Tolmo de Minateda de Hellín, Saguntum-Edeta de Sagunto y Liria, etc.; y alejándonos del territorio estrictamente ibérico, otros como Segeda, Numantia (Garray, Soria), Pallantia (Palencia), etc.
La Meseta del Cabriel en época ibérica: el poblamiento de las zonas centrales.
A partir de esa visión general, de la que deducimos una estructuración del territorio durante la época de la Edad del Hierro basada en ciudades con territorios dependientes en torno a ellas, podemos plantearnos si la Meseta del Cabriel y sus tierras aledaños configuraron algún tipo de organización territorial de ese tipo.Observando los yacimientos arqueológicos y el territorio donde se ubican, y estudiando las fuentes históricas, podremos llegar a algunas conclusiones.
Lo primero que detectamos es el elevado número de poblamientos y hábitats de la Edad del Hierro en las zonas centrales y poco elevadas de la comarca, desde la sierra de la Bicuerca hasta las ramblas de los Duques y los llanos de Campo Arcís, pasando por los parajes de las Muelas de los Isidros, la vega del Magro y las vaguadas de Rebollar, donde encontramos varias grandes poblaciones iberas de las que disponemos pocos datos.
El único yacimiento que ha sido algo más estudiado es el de los Villares de Caudete de las Fuentes, de unas 10 hectáreas de extensión, que fue habitado hasta las guerras sertorianas – primera mitad del S I a.C.-. Su oppidum fue arrasado varias veces, gracias a lo cual se han encontrado numerosos restos ocultos, con importante información histórica, como plomos con escritura ibérica, vasijas con dibujos excepcionales, monedas, un casco de plata, etc.
Otros poblados de considerables dimensiones, pero poco estudiados son: La Villa (Requena), de unas 7 hectáreas; El Moral (Rebollar, Requena) con 7 hectáreas de dispersión cerámica; y la Muela de Arriba (los Isidros, Requena), de un número de hectáreas no seguro, pero cuyo área de dispersión cerámica ronda las 25 hectáreas. Junto a ellos existen en este mismo entorno numerosos puntos arqueológicos, como los existentes en el extenso llano de campo Arcís, con diversos yacimientos sin estudiar. Todo ello denota la gran densidad de población que existió en época ibérica, aún más que en la romana.

Continuación en el capítulo 3º