El siglo XIX fue históricamente largo y extraordinariamente fructífero en la Historia del género humano. Entre 1789 y 1914 el mundo contempló la destrucción de instituciones seculares y el desarrollo de una forma de producir que alteraría la sociedad notablemente, la industrial.
No fue un camino de rosas y muchos países como España experimentaron dificultades importantes para conseguir instituciones liberales y un cierto desarrollo industrial. Nuestro siglo XIX histórico, reducido a 1808-98, ha dado pie a varios debates historiográficos. A comienzos del siglo XXI se pasó de la denuncia de los fracasos (el de la revolución industrial, el de la revolución burguesa…) a quitarle hierro a nuestras dificultades, que al fin y al cabo eran más comunes de lo que se acostumbraba a decir. La inestabilidad política también castigó a Francia, Alemania e Italia.
Ni el pesimismo ni el triunfalismo son alternativas válidas, pero el realismo, el mirar las cosas sin apasionamiento, sí, resultando de gran utilidad los estudios de historia local. En el número 28 de la revista OLEANA se publican las conclusiones corales del VI Congreso de Historia Comarcal celebrado del 8 al 10 noviembre de 2013, de gran interés por la amplitud de temas tratados.
Nuestra comarca bajo el Antiguo Régimen no era un mundo inmóvil carente de novedades y a fines del siglo XVIII ya se anunciaban importantes cambios. Al terminar el siglo XIX la politización de la población, el arraigo de las ideas liberales, la actividad impresora, el establecimiento de nuevas instituciones (Venta del Moro consiguió su propio municipio), la desamortización de los bienes vinculados, el crecimiento de sus núcleos de población como San Antonio y el desarrollo de la viticultura conformaban una nueva realidad, que nada se parecía a la de doscientos años atrás. Utiel incluso pudo gloriarse de un siglo de oro. Aquel mundo de 1900 sería más familiar para una persona del 2015 que el de 1600.
El salto había sido considerable en tan breve lapso de tiempo, pero muy costoso, pues es bien sabido que los milagros sólo los dispensan San Julián o la Virgen de los Dolores. Los campesinos encajaron unas condiciones de vida duras, afectados por la privación de los derechos de aprovechamiento comunitarios. La sedería se apagó en Requena, acrecentándose los problemas de pauperización. Se padeció una desindustrialización a la par que una desposesión de bienes de varios grupos sociales. Este cambio no se realizó en unas condiciones apacibles que mitigaran sus peores extremos, ya que las interminables luchas políticas iniciadas con la Guerra de la Independencia y proseguidas afanosamente por las carlistas lo violentaron, añadiendo una fuerte desolación humana y social los brotes del cólera.
La insatisfacción finisecular no da pie a los triunfalismos historiográficos, pero los cambios realizados hacen claramente inapropiado hablar de fracaso decimonónico. Para profundizar en estas cuestiones de gran interés recomendamos la lectura de este jugoso volumen de la veterana OLEANA, donde los acertados pases de los jóvenes historiadores comparten lidia con la faena de maestros como don Feliciano A. Yeves, al que Dios tenga en la gloria.
Todo Congreso, toda publicación, abre puertas nuevas, anunciándonos un camino que empieza a ser recorrido, el del heredero de aquel atribulado siglo XIX, el explosivo siglo XX.
Víctor Manuel Galán Tendero.
