1. Los años sesenta.
En 1961, año de jubilación de don Pascual, las bodegas cooperativas habían progresado asombrosamente en España, también en Requena. Había muchas y magníficas realizaciones, pero Carrión insistía en que se podía aspirar a más. Los logros obtenidos no podían impedir ver lo que faltaba o lo que podía seguir consiguiéndose.
Entre los años 1955-1963 los pequeños cosecheros, aduce J. Piqueras, para escapar de la dependencia abusiva de los bodegueros comisionistas y poder tener bodega propia, se unieron en cooperativas y fundaron más de treinta bodegas, que se añadía a las tres ya existentes en las ciudades de Requena y Utiel. Poco a poco se fueron sumando al cooperativismo los medianos e incluso muchos grandes cosecheros, de tal manera que en 1975 ya no quedaban abiertas más que una decena de bodegas particulares frente a 36 bodegas cooperativas.
En 1961 se constituyó la Cooperativa vinícola “La Encarnación de Nuestra Señora”, en la aldea de Los Duques. La historia de esta cooperativa, comenta L. Ibáñez, ilustra la de tantas otras de la comarca. En aquellos tiempos suponía un gran esfuerzo para los socios fundadores, pero su espíritu de sacrificio y la visión de futuro les empujaron a crear la entidad cooperativa, era la mejor manera de defender sus intereses. Las cooperativas se crearon ante la necesidad de agrupar a los viticultores para disponer de más instalaciones, algo que de forma individual no podían tener al no disponer de suficientes recursos económicos. También para mejorar calidades y defenderse mejor de las especulaciones del comercio. Comenzaron elaborando pequeñas cantidades de vino, pero conforme aumentaba el número de ocios se ampliaba su capacidad de almacenamiento.
En la crónica del desarrollo del cooperativismo en Requena cabe pararse en los escritos de algunos de sus protagonistas porque completan el panorama de anhelos y posibilidades planteados por Carrión. De la mano de Rafael Ramos Sánchez, uno de los fundadores en 1935 de la Cooperativa de Requena, podemos observar como en la comarca estaban surgiendo bodegas con una cierta prodigalidad, cuando podía ser más aconsejable tener menos bodegas pero más poderosas. Para Rafael Ramos, todavía quedaba mucho por hacer para acrecentar la defensa y el bienestar de los cooperadores, quedaban muchas taras de las que librarse y mucho que conseguir pues no había ninguna bodega cooperativa que por sí misma pudiese cubrir adecuadamente una exportación directa de caldos y eran contadas las que disponían de lo necesario para ofrecer vino envasado al consumo interior. Faltaban organismos de base vinícola cuya función fuese la de tomar medidas para regularizar el siempre turbulento negocio vínico, como por ejemplo, almacenar existencias en los años abundantes que tal vez venga, y era deseable que las bodegas cooperativas tuviesen representantes en las esfera estatales y sindicales. El cooperativismo que se había desarrollado no dejaba de ser un cooperativismo local, las cooperativas tenían importantes logros, espléndidas realidades, pero no habían hecho apenas nada para sacudirse las taras que venían soportando. Había tres grados más de cooperación, con infinitos horizontes a disposición de las Cooperativas locales: Cooperación comarcal, provincial y nacional que protegerían algo más al sufrido y modesto viticultor.
En junio de 1961 la Cooperativa Vinícola Requenense anunció que iba a levantar un magnífico edificio para acoplar los usos propiamente residenciales con otros de aplicación a nuevas actividades cooperativas. Y lo que en sus comienzos no había merecido la atención, como llevar las cuentas, ni donde celebrarlas Juntas Generales o Rectoras con el paso del tiempo y, habiendo obtenido otros logros, un domicilio social, decoroso y suficiente llegó a convertirse en una cuestión de primer plano.
En marzo de 1961 se hablaba de inminentes realidades de cooperación comarcal en la provincia de Valencia, que se aproximarían cada vez más a la provincial. En septiembre, fecha de jubilación de Carrión, la Cooperativa Provincial Vinícola de Valencia era un hecho, pues en julio de 1961, gracias al decidido apoyo de la Unión Territorial de Cooperativas de Valencia y a la abnegación de un equipo de hombre de buena fe, la cooperación vitivinícola valenciana se coloca a la cabeza de cooperación española, se creaba la Cooperativa Provincial Vinícola de Valencia.
En 1963 los presidentes y representantes de doce Cooperativas Vitivinícolas de la comarca iniciaron un acercamiento entre ellas, con el afán de ayudarse unos a otros, de pueblos o ciudades agrícolas, para constituir una Cooperativa de Crédito en Requena al servicio de las Cooperativas Agrícolas. El 24 de febrero de 1964 se abrieron las puertas de la primera oficina de la Cooperativa de Crédito Caja Rural ‘La Unión’, siendo su director Andrés López García, entidad que el 22 de marzo de 1982 cambió el nombre a Caja Rural de la Valencia Castellana, S.C.L. la Caja Rural implicaría el fomento del ahorro popular, facilitar préstamos o créditos a sus asociados, practicar el descuento y realizar cobros y pagos por cuenta de sus asociados, prestar los servicios de banca y verificar cualquier otra operación complementaria. Incuestionablemente el insigne ingeniero, el permanente reformista que fue Pascual Carrión dejó una huella indeleble en la comarca de Requena-Utiel.
2. Las cooperativas vinícolas de los setenta.
La confianza entre los hombres que debían regir las cooperativas había sido y debía ser, en opinión de Carrión, una cuestión clave en el proceso cooperativista. Ya en 1962 le había dedicado un artículo, en el Boletín de la Junta Central de Cooperativas y una década después volvió a retomar el tema en un artículo de 1973 en la revista Estudios cooperativos, sobre la problemática existente y en concreto sobre la realidad cooperativa valenciana en 1974. Y es que mediante la cooperación, desde las bodegas cooperativas, se habían remediado muchos de los problemas de los agricultores modestos, carentes de bodega para elaborar sus vinos, y víctimas de comerciantes y elaboradores que les pagaban la uva a menor precio del debido. Consecuente con su pensamiento Carrión continuó con su labor como creador y consejero de cooperativas, llegando a crear cuarenta cooperativas vinícolas, redactar más de siete proyectos de bodegas para las mismas, además de seguir insistiendo en los temas, no exentos de problemas, de la cooperación agrícola.
Iniciándose la década de los setenta la provincia de Valencia contaba, según Carrión, con 86 cooperativas vitivinícolas, con 29.700 familias asociadas y una capacidad de 2.263.000 hectólitros que superaba la media provincial, de este modo podía almacenarse parte de la cosecha y vender el vino cuando fuese favorable. El valor de las instalaciones las calculaba en 5000 millones de pesetas. Con todos esos datos la provincia de Valencia encabezaba la clasificación por provincias en cuanto al número de familias asociadas, si bien quedaba detrás de la de Ciudad Real en cuanto a la capacidad de las bodegas. Las cooperativas más importantes de la provincia de Valencia eran: la de Utiel, con 304.000 hectólitros y 1.584 asociados, la de Requena, con 100.000 hectólitros y 2.023 asociados, las de Cuevas de Utiel, Cheste y San Antonio de Requena.
En 1971 la Cooperativa Vinícola Requenense contaba con 2.300 socios y una Caja Rural que facilitaba préstamos a los socios con un interés muy bajo, y en su sección de maquinaria tenía todo tipo de tractores que los socios utilizaban desde la plantación de la vid hasta su posterior cultivo. Con ello había contribuido a la mecanización del campo, pues sin la Cooperativa los agricultores modestos nos habrían podido utilizar dichas máquinas por ser de costosa adquisición. La Cooperativa realizaba una triple función social, en primer lugar facilitaba a precio de costo suministros y semillas, en segundo el de industrialización con la transformación de la uva en vino y alcohol y otros productos, y en tercer lugar vendiendo directamente al consumidor, eliminando el intermediario.
En 1972 la Caja Rural ‘la Unión’ de Requena, que contaba con unos recursos que superaban los 500 millones de pesetas, había logrado un gran éxito, había repercutido, incuestionablemente en el mundo cooperativo. En aquellas fechas tan solo las Cajas de Orihuela y Villarreal sobrepasaban en toda España, a la de Requena. La Caja Rural se había convertido en el motor principal que impulsaba la economía comarcal, en la que el cooperativismo era el cauce natural de un elevado porcentaje de la riqueza económica. El éxito obtenido era un triunfo del cooperativismo requenense.
En 1976 fallecía don Pascual Carrión, los datos que vamos a reseñar ya no responden a sus coordenadas temporales, pero sí podemos decir que responde a los proyectos de don Pascual que fue haciendo realidad con su tesón, con su esfuerzo personal y la profunda convicción del deber regenerador de un ingeniero agrónomo.
En 1979 las cooperativas de Requena produjeron, según J.C. Iranzo, una media de 1.300.000 hectólitros, en 1987 pasaron a 1.507.000 hectólitros. De 1965 a 1987 se fundaron 5 nuevas cooperativas, que unidas a las 36 existentes formaban un total de 41 bodegas cooperativas estando incluidas entre ellas las Sociedades Agrarias de Transformación S.A.T., que en los ochenta existían en la comarca de Requena.
El cooperativismo que surgió como defensa a la creciente industrialización se ha extendido a su vez en la misma medida. Pero a mediado de los ochenta si querían prosperar tenían que adaptarse a las cotas del Mercado Común en unos objetivos socioeconómicos lícitos. Para ello era necesario que el personal técnico participase en los cargos directivos, que las cooperativas se organizasen como empresas con vistas a un mayor movimiento económico, agruparse en cooperativas de segundo grado productoras de vino y servicios.
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