Entre 1928 y 1930 los esfuerzos de Carrión se dirigieron a la organización política de los agricultores, por medio de la Unión Agraria Nacional, para tratar de buscar solución a problemas conjuntos como eran los aranceles, tributos y obtención de créditos. Había que reforzar la organización de los agricultores formando una entidad poderosa que pudiera colaborar con las ya existentes. Los viticultores fueron los que lanzaron la idea, que fue recogida con entusiasmo por los remolacheros y otros agricultores organizados junto con las entidades valencianas Cámara Agrícola, Unión de Naranjeros, Arroceros y Horticultores. Ciertamente los viticultores, que eran el sector mejor organizado y de carácter más amplio, junto con los horticultores, habían apoyado el movimiento, pero fuera de ellos, las demás entidades no mostraron el “debido entusiasmo” por un movimiento que Carrión pensaba que recogía “el ansia de mejora que sienten todos los agricultores españoles y el deseo de influir de un modo constante y profundo en la marcha de la economía y la hacienda nacionales, orientándolas en defensa de la agricultura”. En 1930 edita en Alicante El Agrario, órgano de expresión de la Unión Agraria, y en Elche Vida Agraria en 1931. Ese mismo año adquiere el periódico Las Noticias, de ámbito provincial, en el que publicará numerosos artículos y dirigió por un breve tiempo.
1. La reconstrucción nacional, un problema pendiente.
En 1930 se debatía sobre la estructura del Estado. Ortega y Gasset había publicado un artículo en El Sol en el que daba gran importancia, para la vida patria, a la creación de una Junta compuesta por 150 o 200 personas que representase a los diversos sectores y riquezas del país para que redactasen una Constitución y modelasen una estructura política nueva, dado que la entonces vigente no representaba a la nación española, pues adolecía de vicios y corruptelas que hacía que los españoles repudiasen el Estado. Pascual Carrión salió al paso de aquellas opiniones, discrepando de su consideración sobre que «la estructura y la vida social y política de España, no responden a la manera de ser de los españoles”, porque Carrión y los agraristas, por el contrario, creían que “los vicios y defectos del Estado no son más que reflejos de los vicios, la apatía, la incultura y la ignorancia de la masa general de la nación”. Esto era así puesto que bastaba con observar lo mucho que costaba reunir a los agricultores en sindicatos y cooperativas, cuando tanto contribuían a su mejoramiento, mientras se distraían observando las luchas pequeñas de campanario. O con que “docilidad se dejan guiar por cualquier cacique, charlatán o arribista”, y lo mucho que cuesta hacerles seguir las sendas marcadas por los que conocen y sienten sus intereses. La indiferencia, la falta de cultura y de independencia económica, los odios pueblerinos, el egoísmo tosco y elemental, tienen dominados a la mayor parte de los españoles y, por ello, el Estado no puede ser perfecto. Los dueños de las grandes riquezas, de las grandes empresas, manejan generalmente los votos y la voluntad nacional, siendo los amos del Estado con leyes democráticas y sin ellas.
Esto era necesario verlo con claridad para poder comprender que:
“…la regeneración de España no puede ser obra de una asamblea de la que forman parte unos cuantos intelectuales, unos cuántos políticos y otros tantos hombres de negocios; ni es cuestión de promulgar unas cuantas leyes más o menos bien redactadas. Requiere la transformación honda de la masa general del país, dándole medios de vida suficientes, un mínimo de cultura y agrupándola en asociaciones que, a la vez que le permiten utilizar todos los progresos de la técnica y de la economía, articulen sus esfuerzos e impidan la explotación de la mayoría por una minoría privilegiada.
No es, pues, labor de un día, ni de una Asamblea constituyente, la transformación de la patria; exige, la colaboración de todas las personas de buena voluntad durante un largo periodo.
Echare la culpa de nuestros males al Estado, a los gobiernos o al régimen, es muy cómodo, pero revela un desconocimiento absoluto de la realidad nacional”.
Para lograr la transformación honda de la estructura del Estado, de un modo eficaz, no bastaba “con variar unas cuantas leyes, aunque ello sea una labor plausible, es preciso transformar la nación”.
2. La crisis política.
En febrero de 1931, Carrión había expuesto que la situación real del país demostraba que ni se podían hacer unas elecciones con un Gobierno conservador tan acusado como el del general Berenguer, ni se podía cerrar el paso a ninguna de las tendencias que se manifestaban en la nación. Tras ocho años sin Parlamento, se imponía la necesidad de unas Cortes que reflejasen el sentir nacional y encauzasen legalmente los movimientos de opinión deseosos de transformar “profundamente el Estado no solo en el orden político, sino también en el económico y social”. Pese a su llamada de atención, “no se abrió un cauce legal a todas las tendencias y estalló el movimiento revolucionario con los trastornos consiguientes y el malestar derivado de él”.
Carrión y los agraristas no eran revolucionarios, es más se declararon “enemigos de los movimientos revolucionarios”, razón por la cual solicitaba que se dejasen sentir las “aspiraciones de una gran parte de la nación que no quiere que retornen los procedimientos y vicios anteriores a 1923”, en un Gobierno de concentración:
“Vivamente lo deseamos y creemos que solo un Gobierno de amplia concentración, mirando hacia la izquierda como hace tiempo pedimos, que huya de los procedimientos caciquiles, hará renacer la confianza en la opinión sensata del país permitiendo que se elija un Parlamento que represente verdaderamente a la nación y pueda acometer hondas reformas sin necesidad de movimientos revolucionarios”.
El propósito de formar un ministerio de izquierdas fracasó, según le parecía a Carrión por causa de los republicanos que se negaron a colaborar con los otros sectores. Con ello quedaba “frustrado el deseo de los españoles de dar solución al problema político íntegramente, sin trastornos revolucionarios”. A los políticos españoles parecía faltarles hasta el sentido común:
“Está visto que a los políticos españoles les falta el sentido de la realidad y hasta el sentido común: unas veces las derechas se empeñan en glorificar la dictadura o en resucitar el régimen viejo y otras las izquierdas se ofuscan hasta el extremo de creerse ellas representantes exclusivas de la voluntad nacional y negarse a colaborar en un gobierno que quiere que se haga patente en las urnas los deseos del país”.
Carrión y los agrarios, sostenían “la necesidad de educar y organizar seriamente a los ciudadanos para amortiguar las pasiones y sustituirlas por ideas ya aspiraciones nobles”. Colocando los problemas económicos y sociales, los que preocupan a la ciudadanía, en primer plano se profundizarían en las causas del malestar y se aunarían los diversos campos políticos “hoy ofuscados y exaltados hasta el límite que se hace imposible la gobernación del país con métodos normales”. Confiaban en los métodos pacíficos de resolver los problemas, en las elecciones para manifestar la voluntad del país. No se podía volver a las guerras civiles decimonónicas. No obstante, finalizando marzo de 1931, Carrión expresaba su preocupación, porque las pasiones políticas amenazaban con envolver a los españoles en una guerra civil semejante a las sufridas durante el siglo XIX que solo provocaron atraso y ruina. A la vez, confiaba en que el movimiento agrario fuera lo suficientemente fuerte para evitar que en España “florezca de nuevo el caciquismo y que los ilusos nos arrastren a una revuelta cuyo final no es fácil prever”. Carrión confiaba en la sensatez de los agricultores, buenos conocedores de los males del país, porque:
“Las ilusiones de nuestros teorizantes y políticos apoyados por una prensa halagadora de las pasiones y defectos de las multitudes, hacen presagiar días de luto para la patria, pero la organización de los agricultores bien arraigados en el territorio nacional y conocedores de las causas de nuestros males, nos hacen confiar en que se impondrá la sensatez y podrá formarse un Parlamento en el que se estudien serenamente todos los asuntos…”
“Un inconveniente de la vida pública español ha sido la preponderancia en ella de los letrados que no suelen ver más que el aspecto jurídico y legalista de las cuestiones, escapando por regla general a su estudio la entraña de la nación, su estructura económica y social. El resurgir de los agricultores, en cambio, apoyado en las realidades nacionales y con una visión más exacta de los problemas podrá corregir las ilusiones legalistas de nuestros políticos profesionales y apasionados”.
Fuentes.
Carrión, Pascual. “En defesa de la agricultura”, Las Provincias, 4 de agosto 1928, p.3.
Carrión, Pascual. “La Nación y el Estado”, El Agrario, 13 de diciembre de 1930, en portada.
Carrión, Pascual. “Ante la crisis. Un Gobierno de concentración”, Las Noticias, 17 de febrero de 1931.
Carrión, Pascual. “Ante el nuevo Gobierno”, Las Noticias, 19 de febrero de 1931, Editorial.
Carrión, Pascual. “Una luz en las tinieblas. La Unión Agraria nacional”, Las Noticias, 28 marzo de 1931. Editorial.
Bibliografía
Basanta Fernández, Concepción. “Estudios introductorios, recopilación y edición de textos”, en Pascual Carrión Propuestas para regenerar la economía española (1913-1937) Antología de artículos, ponencias y entrevistas. Universidad de Alicante, 2017.