PATRIMONIO HISTÓRICO, TURISMO, ECONOMÍA (REQUENA, 1940-1970).
Los monumentos históricos-artísticos de las poblaciones fueron, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, bienes patrimoniales que había que catalogar y proteger como pertenecientes a la cultura del país, tarea que se encargaba a los ayuntamientos. Estos sintetizaron la actividad desarrollada en torno a ellos, en la memoria anual que elaboraba la Secretaría, en el apartado de instituciones culturales. Así lo recogen las memorias del Ayuntamiento de Requena de la posguerra. Eran, fundamentalmente, bienes a conservar.
La ciudad tenía desde 1930, declarados monumentos nacionales las iglesias de Santa María y arciprestal del Salvador con unos magníficos pórticos de estilo gótico isabelino construidos en el último tercio del siglo XV, cuyas esculturas y figurillas, en palabras de Andrés López, eran «plegarias hechas piedra de aquellos requenenses del medievo que expresaron, de esta forma hasta las más sutiles idealidades»[1]. La Villa, que constituyó la primitiva fortaleza requenense, estaba llena de capillitas, pequeños retablos y abundantes escudos nobiliarios.
En 1946 se añadió el llamado Palacio del Cid, como lo describe el ayorino José Rico de Estasen:
Una vieja casona, de arquitectura gótica patinada de oscuro, con frontispicio vetusto, amplio portalón de medio punto construido con anchas dovelas de labrada cantería, curiosas ventanas de perfil conopial, entre los que destaca un escudo nobiliario[2].
No podían faltar en el patrimonio arquitectónico requenense el claustro renacentista de la iglesia del Carmen y el del convento de San Francisco, de principios de siglo XVII. De indudable valor histórico se consideraron las portadas de los Enríquez de Navarra y de la Cárcel; la torre del castillo y los restos de muralla árabe[3].
Numerosas huellas testimoniaban el brillante pasado de una ciudad, que no solo poseía un considerable patrimonio histórico, sino también una magnífica estación veraniega. Todo ello hizo que en 1948 ya fuese considerada una ciudad turística por excelencia, según recogía la memoria municipal de aquel año. Su situación geográfica, su verano, su campiña y sus monumentos la convertían[4], o al menos tenía el suficiente potencial para convertirse en un magnífico centro turístico. Pero no fue fácil pasar de lo potencial a lo fáctico.
En la España de la posguerra solo podía hablarse de turismo, en un sentido estricto, como el hecho de desplazarse de un lugar a otro con funciones recreativas o de contacto, pero no como un recurso económico tal como lo hemos constatado posteriormente. España, en plena autarquía económica, con escasez de bienes, tenía una renta nacional con niveles inferiores a los de 1930, era un país cerrado al exterior. El 19 de julio de 1951 se creó el Ministerio de Información y Turismo, no obstante, el llamado «milagro turístico» no tuvo lugar hasta los años 1962-1973.
Que el turismo nacional estuviese colapsado no fue obstáculo para que un grupo de requenenses, los fundadores y dinamizadores de la Fiesta de la Vendimia, considerasen que, para promocionar a Requena, para traer visitantes, la ciudad debía ser conocida[5]. Para ayudar al forastero y para aquellos requenenses que “no tuvieron tiempo” de penetrar en las entrañas de su propio pueblo, don Rafael Bernabéu ofreció un Itinerario requenense, una síntesis histórica, monumental, urbana y panorámica de la ciudad con un itinerario urbano, ampliable a parajes cercanos, realmente digno de ser leído y puesto en práctica[6].
De 1951 tenemos un delicioso texto sobre el panorama de Requena. Su autor, Luis Roda, un requenense tan apasionado por su ciudad que anhelaba cantarla como Vicente Almela había hecho con Valencia. Veamos algunos pasajes:
Al entrar en la ciudad ya se percibe el encanto. Nos invade una somnolencia arrebatadora. Todo el campo es jardín, y Requena se yergue rodeada de incensario. En el moderno trazado de las calles nuevas, en su ornato público, se advierte que Requena es una beldad cuidadora de sus encantos. El arte y el buen gusto imprimen un sello de distinción en la fachada de los edificios. Los ensanches y vías recientes están a tono con los progresos urbanos de las grandes ciudades. Requena se remoza, se acicala, se pule. Diríase que es inmortal y que su vida es de eterna juventud porque a su resurgimiento presente une los blasones de un pasado glorioso en edificios de tanta belleza arquitectónica como esa bella iglesia del siglo XIII, restaurada en el XVIII y consagrada a San Nicolás; el Castillo, levantado sobre las ruinas de otro iberorromano y que aun desafía, altivo y orgulloso, a toda hueste enemiga; Requena, velada por la esbelta y graciosa torre de su templo gótico de Santa María, con su hermosísima portada en la que campean delgadas y gallardas torres rematadas en afilados chapiteles y que corre pareja con la del Salvador, aquella casona hidalga en que vivió la monjita abulense por cuya pluma chorreaba el amor que la hizo ser poeta y escribir con unción de ángeles:
«Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero…»
Aquel sobrio pero señorial palacio donde vivió el que fue alférez de armas del rey Sancho y que todavía siendo mozo alcanzó el título de Cid Campeador. Y unido a todo ello los edificios de trazado moderno, tales como la Estación de Viticultura y Enología, con cuantas instalaciones pueda exigir la técnica moderna; el Ayuntamiento y sus dependencias, etc. El espíritu colectivo de la ciudad rima con el cobalto del cielo, el oro del sol y la esencia de sus vides. Es un espíritu alegre y, a la vez, serio, irónico y sutil, voluble y vehemente, que ha recogido la herencia de dos pueblos: Cuenca y Valencia. Requena es realmente una población turística. Presenciad sus fiestas de estío y sentiréis una plenitud de goce en la monumental Feria. Pasead por la ciudad en la víspera de la Fiesta de la Vendimia y comprenderéis la fina sátira y el hábil manejo de las artes decorativas de este pueblo. Toda la ciudad puede recorrerse en peregrinación de arte: desde el histórico rincón del Ovejero hasta el antiguo convento de San Francisco. La ciudad entera nos ofrece la infinita gama de sus magnificencias y primores[7].
A partir de 1952, los bienes histórico-artísticos municipales se insertaron en un nuevo capítulo, en el X, dedicado al turismo. Algo había cambiado en la política, el turismo había comenzado a ser visto como considerable fuente de ingresos. Requena pasaba a colocarse en una situación de privilegio en la perspectiva de los munícipes que regían la ciudad[8].
La Villa en 1959, todavía era un recinto medieval bien conservado:
En contraste con el espacio amplio y dilatado donde se encuentra radicado el casco urbano de la ciudad moderna, como milagrosa pervivencia del pasado, resistiendo con dignidad el paso de los siglos, perdura en Requena el recinto medieval sin deterioro del primitivo barrio de “La Villa”, histórico contorno de indudable interés monumental y turístico, digo de ser declarado totalmente perteneciente al Tesoro artístico Nacional[9].
Al finalizar la década de los sesenta, Requena seguía ubicada en su bella y severa campiña, como todo lo castellano, contaba con un verano magnífico, parajes deliciosos en plan excursionista, relativas comodidades y aguas sanas y abundantes. A todo ello se habían añadido dos museos, uno de carácter histórico y otro dedicado al vino; la Fiesta de la Vendimia y la Villa como con junto histórico-artístico. El Museo del Vino recogía una gran colección de embotellados nacionales y extranjeros, así como elementos antiguos de la producción vitivinícola. En 1966, la Fiesta de la Vendimia recibió, el título honorífico de Fiesta de Interés Turístico. En 1969, el Museo Histórico de Requena y su comarca, recién aprobado, se encontraba en periodo de instalación en el Castillo, y entre otras cosas contaba con una importante colección de restos arqueológicos encontrados en el municipio. La mayor parte de los monumentos artísticos se hallaban en el barrio de la Villa, que fue declarado por el Ministerio de Educación y Ciencia, Conjunto Histórico Artístico Nacional[10].
No obstante, algunas voces se cuestionaban la utilidad de tanta belleza.
Así en un Editorial del Suplemento Informativo de El Trullo, en la primavera de 1968, se recogía el interés de todo aquel patrimonio, con un gran potencial, pero todavía sin desarrollar. Las viejas piedras, los rincones típicos, callejas, leyendas e historia de nuestro barrio de la Villa eran un tema harto conocido, aunque no muy bien calibrado por todos los requenenses. Eran muchos los enamorados de la Villa, pero sus posibilidades estaban muy mermadas ante la falta de personas capaces de dinamizar todo aquel potencial:
Son muchos los enamorados de las tradiciones “villeras”, que desearían hacer algo por la promoción de tanta riqueza potencial, de cara al turismo, como encierra nuestro antiguo y representativo barrio roqueño. Y hay quien sueña con algo esplendoroso entre sus ancestrales muros para delectación de propios y extraños. ¡Cuántas posibilidades se malogran por falta de manos piadosas -podríamos llamar mecénicas- que impulsen su valoración material! Porque de su valoración espiritual ya ha habido quien lo ha hecho, y por cierto muy enjundiosa y acertadamente, hasta motivar su declaración de Conjunto Histórico-Artístico de interés nacional[11].
Bodegas hundidas en el corazón de la roca, callejas y plazuelas, hornacinas desmanteladas, blasones, etc., dormían el sueño de los justos esperando su resurrección, pero no para seguir cantando sus antiguas glorias sino para traducirlo en un quehacer económico.
Para concatenar lo viejo con su moderna promoción estética en aras de una corriente turística de amplios horizontes de conjugar lo bello con lo útil, la tradición y la riqueza.
Sin que esto suponga caer en un prosaísmo exacerbado por miras materiales, abogamos por lo concreto, sin abandonar la añoranza romántica y la apología del pasado punto no es ningún despropósito el afirmar que una fuente enorme de riqueza languidece entre nuestras manos sin que sepamos aprovecharla punto centro turístico de enormes posibilidades es y puede ser todavía más este barrio, que en el aspecto positivo alcanzaría grandes proporciones, al par que se cuida su valiosa aportación a la Historia y al Arte[12].
Ahora bien, para mover aquel «pétreo y dormido espíritu» se necesitaban «modernos juglares de Requena con proyecciones hacia el futuro», hombres de empresa, hombres emprendedores. Era necesario unificar criterios, tantear opiniones y estudiar posibilidades. Y a ser posible, lo más urgentemente que se pudiera.
El Editorial lanzó su guante:
¡A ver quién es capaz de prestar su ayuda! [13]
Se barajaba una persona, el Delegado Local de Información y Turismo[14].
En la Fiesta de la Vendimia, declarada por el Ministerio de Información y Turismo como Fiesta de Interés Turístico, había exposiciones, unas de tipo técnico, como la de maquinaria agrícola, sobre todo de maquinaria especializada en el cultivo de la vid, a la que concurrían gran parte de las casas españolas; también las había de pintura, fotografía artística, etc. [15].
Pero el desarrollo, previsto en el potencial turístico de la ciudad, no parecía concretarse.
En 1977, un grupo de requenenses, inquieto y afanado por contribuir a la cultura y al fomento de la comarca, estaba convencido de que Requena ofrecía amplias posibilidades de promoción, hasta la fecha inexplotadas o escasamente conocidas, y con el ánimo de difundir y promocionar estos recursos económicos culturales geográficos y turísticos nacía un nuevo boletín, otras variante del Suplemento Informativo de el Trullo, denominado Castilla Valenciana, del que solo conocemos un número[16]. En éste insertaba un plano turístico de La Villa, con los lugares de interés[17].

¿Ha sido Requena, en su devenir histórico, la ciudad turística soñada por sus gentes en los años cincuenta y sesenta? El rico patrimonio arquitectónico, paisajístico, cultural de aquel entonces presenta hoy considerables lagunas, que no son obra de un día. Basta un sencillo paseo por la propia ciudad y por las páginas de internet de grupos preocupados por su ciudad como Fotodenuncia Requena, La Villa protegida, para ratificarlo.
En 2017 se celebró el VIII Congreso de Historia Comarcal dedicado al ocio, fiesta y turismo que, en palabras del Alcalde de Requena, aportó propuestas que fueron «desde la potenciación e innovación en el enoturismo a la sostenibilidad del turismo activo, pasando por el turismo arqueológico, paisajístico y cultural. Quedó palpable la necesidad de ofertar un producto único como integrador de los recursos propios, singularizados, que permita captar a los turistas de larga duración; huyendo de conceptos turísticos foráneos que no se acomodan a nuestra oferta en serio»[18].
Como se indica en las conclusiones, el turismo es una fuente de riqueza muy necesaria para una comarca en riesgo de despoblación. Se debe apoyar la propuesta turística del territorio, pero también hay que apostar por recuperar espacios patrimoniales para construir un recurso turístico propio[19].
Y los espacios patrimoniales de Requena fueron muy valiosos, tanto en arquitectura y urbanismo, como en paisaje. Vale la pena comenzar a frenar su deterioro e ir recuperándolos.







[1] López, A.: «La villa visitada por una princesa rusa», Alberca, 2 (1951), p. 3.
[2] “Ni la historia, ni la razón de la fecha de construcción del palacio, lograron destruir los timbres de la leyenda poética que sitúa la estancia del Cid en Requena con su esposa e hijas, para el matrimonio de etas con los condes de Carrión”. ESTASEN, José Rico de: «La casa del Cid», El Trullo, (septiembre 1959).
[3] AYUNTAMIENTO NACIONAL DE REQUENA: Memoria de 1946, pp. 39-40 y Memoria de 1950.
[4] ANR: Memoria de 1948.
[5] MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Mª. C.: «Festejo, Economía y Turismo en la Fiesta de la Vendimia de Requena (1948-1951)». Actas del VIII Congreso de Historia Comarcal (10, 11, 12 de noviembre de 2017), en Oleana: Cuadernos de Cultura Comarcal, 32 (2018), pp. 38-39. I.S.S.N. 1139-4943
[6] R.B.L. (Rafael Bernabéu López): «Itinerario requenense», en El Trullo, Extraordinario (16 septiembre 1951), pp. 6 y 17-18.
[7] RODA GALLEGA, L.: «Panorama Requenense», en Alberca, 2 (octubre 1951), p. 15
[8] ANR: Memoria de 1952, Capítulo X, p. 44
[9] ESTASEN, José Rico de: «La casa del Cid»….
[10] ANR: Memoria 1969, pp. 44-45.
[11] EDITORIAL. «Lo bello y lo útil», Suplemento Informativo de el Trullo, abril 1968, p. 1.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[14] Ibid.
[15] ANR: Memoria de 1969, pp. 42-45.
[16] PÉREZ, Javier: «Editorial», Castilla valenciana, núm. 0, junio 1977, p. 1.
[17] Castilla valenciana, núm. 0, junio 1977, p. 12-13.
[18] SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Mario (Alcalde del M. I. Ayuntamiento de Requena): «Saluda del Alcalde de Requena», en Actas del VIII Congreso de Historia Comarcal: Ocio, Fiesta y Turismo: pasado, presente y futuro (10-12 de noviembre de 2017), en Oleana: Cuadernos de Cultura Comarcal, 32 (2018), p. 9, I.S.S.N. 1139-4943.
[19] MARTÍNEZ MARTÍNEZ, J. L.: «Conclusiones del VIII Congreso de Historia Comarcal: Ocio, Fiesta y Turismo: pasado, presente y futuro (10-12 de noviembre de 2017)», en Oleana: Cuadernos de Cultura Comarcal, 32 (2018), pp. 452-453.