
Materia: ZOOLOGÍA
Época: Requena, 04/07/1824 – Requena, 24/09/1894
Referencias: ZOOLOGÍA, CIENCIAS NATURALES, PEDAGOGÍA, UNIVERSIDAD
Obras:
Elementos de Zoología, Madrid, Tipografía de Gabriel Alhambra, 1861 (sexta edición 1886, cada una de ellas ampliada en texto y grabados), existe versión digitalizada en CD tomada de la sexta edición.
Especies Nuevas o Críticas de la Fauna Española, Separata de Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, Madrid, Imprenta de Carlos Bailly-Bailliere, 1872.
Ictiología Ibérica, o sea catálogo de los peces marinos y de agua dulce que habitan o frecuentan las costas de la península ibérica, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1923 (póstumo).
Otros libros y recopilaciones de trabajos presentados o publicados por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y la Real Sociedad Española de Historia Natural.
Bibliografía:
“Actas y Anales de la Sociedad Española de Historia Natural”, Madrid, 1872-1894.
BERNABEU LÓPEZ, Rafael, Historia de Requena, 2ª ed., Requena, Ayuntamiento, 1982, pp. 502-503.
“Don Laureano Pérez Arcas”, en El Eco de la Región, Nº 32, 30/09/1894, periódico, 30/09/1894, Requena, 1894, pp. 1-2.
“Científicos y Naturalistas: Una aportación a la historia de la ciencia española reciente”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, Vol. 5, Madrid, Universidad Complutense, 1984, pp. 163-186.
YEVES OCHANDO, Antonio, “D. Laureano Pérez Arcas, ilustre científico requenense del s. XIX”, en Oleana, nº 12, Requena, Centro de Estudios Requenenses, 1997, pp. 41-56.
Otros Datos:
Archivo Municipal de Requena; Prensa Histórica de Requena; Real Academia Española de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Real Sociedad Española de Historia Natural, etc.
Notas Biográficas:
Uno de los más insignes científicos requenenses, Laureano Pérez Arcas, nació en una familia ilustre que ya había dado otros personajes importantes a la ciudad, en especial la rama de los Arcas. De familia acomodada, sabemos que cursó la Latinidad (hoy serían estudios secundarios y de bachiller) en el Colegio de la Fundación García-Dávila, siendo su preceptor de gramática el eclesiástico D. Miguel Moya Ponce, último de los profesores de esta institución. En diversos escritos se nos dice que cursó estos estudios en año y medio, en lugar de los tres habituales, lo que indica la inteligencia y capacidad que Pérez Arcas demostró ya desde joven, siendo una de sus aptitudes destacadas la de los idiomas, pues aprendió, además del obligatorio latín, francés, inglés y alemán que luego tan útiles le serían en sus relaciones con otros científicos extranjeros. El profesor Moya, al agradecerle el envío de un ejemplar de su Zoología (1861) diría: “no habría preceptores si no hubiera también discípulos que los honrasen con su aplicación y adelantos; y esta satisfacción se hace mucho mayor cuando el discípulo sobresale tanto en las ciencias que, no contento con aprender para sí, esparce por el mundo literario los productos de sus tareas y vigilias”.
Enviado a Madrid, estudió derecho junto a su hermano mayor, Antonio, pero introducido en círculos donde se cultivaban con interés las ciencias naturales, en concreto el Real Gabinete de Historia Natural y el Real Jardín Botánico, se decantó por la rama zoológica y por el profesorado. Estudió con D. Mariano de la Paz Graells en la cátedra de Zoología de la Facultad de Filosofía de Madrid, quien viendo la aplicación de Laureano, así como su entusiasmo en la clasificación de colecciones y en las excursiones científicas por las sierras madrileñas, le nombró ayudante de la Cátedra de Zoología en 1843, con tan solo diecinueve años, siendo ascendido de forma interina al puesto de Catedrático de Zoología de dicha Facultad en 1845, alcanzando la Licenciatura en Ciencias en 1846 y el Doctorado en el mismo año. Por su juventud tuvo que pedir dispensa de edad para ejercer la docencia, que le fue concedida por Isabel II. No obstante, Pérez Arcas quiso terminar la iniciada carrera de derecho, licenciándose en febrero de 1848.
Desde entonces compatibilizó la docencia con la investigación, encargándosele la clasificación y custodia de diversas colecciones del Gabinete de Historia Natural (luego Museo) y del Real Jardín Botánico de Madrid.
Su salud se deterioró pronto y esto no le permitió realizar todos los viajes de investigación que hubiera deseado. Sin embargo mantuvo correspondencia con los más notables naturalistas europeos y americanos de su época, quienes le apreciaban no solo por sus conocimientos, sino por su carácter benévolo, sincero y siempre cordial.
Dentro de la amplitud de la ciencia zoológica, Pérez Arcas se especializó en entomología e ictiología, llegando a reunir una amplísima colección de insectos y peces que ya anciano y enfermo donaría al Museo de Historia Natural, donde aún siguen. Desde 1848 entabló correspondencia con Mr. Dufour, el primer entomólogo de su época, quien llegó a visitarle en Madrid en 1854, alabando la importancia de sus colecciones y descubrimientos y recibiendo de Pérez Arcas los materiales españoles para su importante Anatomía de los Escorpiones, premiada por la Academia de París.
Fue encargado de ordenar e indexar la Biblioteca del Gabinete de Historia Natural, que por entonces estaba en total desorden, siendo nombrado Bibliotecario de dicha institución por la calidad del trabajo realizado.
Entre 1850 y 1855 formó parte de la sección zoológica de la Comisión del Mapa Geológico Nacional como auxiliar, siendo significativo su trabajo en lo referente a las provincias de Madrid, Segovia y Ávila, no solo en la recolección y estudio de animales, sino de modo principal en lo relativo a coleópteros (escarabajos) y hemípteros (chinches, pulgones, cigarras…), siendo muchos de ellos especies nuevas o poco conocidas, lo que le llevaría a publicar uno de sus más completos trabajos sobre este tema.
Realizó expediciones y viajes a su propia costa por diversas provincias, incluso insulares, solo o en compañía de otros zoólogos, viajando a Francia en 1860 para conocer sus colecciones, dentro de la expedición organizada por la Sociedad Entomológica de Francia, que luego devolvería visita a España con nutrido grupo de expedicionarios, en 1865, quienes en sus notificaciones hicieron constar las atenciones recibidas de Pérez Arcas. Los zoólogos extranjeros que visitaban España requerían de la compañía de nuestro biografiado antes que la de ningún otro.
Muchos naturalistas afincados en Madrid, tanto profesores como aficionados, se reunían los viernes en animadas tertulias en casa de Laureano Pérez Arcas, cambiando impresiones y dejándose seducir por su amena charla y su conocimiento de lo que en estos campos se llevaba a cabo en Europa, dada su extensa correspondencia con decenas de colegas extranjeros. Estas ansias de conocimiento y superación le hicieron proponer en su propia casa, en una de estas reuniones, la creación de una sociedad al estilo de las que ya tenían casi todos los países avanzados, siendo así el alma mater de la Sociedad Española de Historia Natural, fundada en 1871 por catorce miembros y que al año siguiente ya contaba con 240, entre los que podríamos destacar, por ejemplo, a Francisco Giner de los Ríos (fundador de la Institución Libre de Enseñanza) o Antonio Cánovas del Castillo (futuro presidente del Consejo de Ministros y gran investigador de meteoritos). Al finalizar el siglo eran ya cerca de 2.000 socios, entre ellos, por ejemplo, Santiago Ramón y Cajal, en 1892, que llegaría a ser presidente de la Sociedad y, como sabemos, premio Nobel de medicina.
En el discurso de constitución de la Sociedad, Pérez Arcas manifestó que “el objeto de aquella reunión era el intentar constituir en España una asociación de personas dedicadas al estudio de la Historia Natural, o que se interesen por los progresos de ella, para contribuir a los adelantamientos de este ramo del saber, dando a conocer los productos naturales del país y los trabajos de los naturalistas españoles, que tenían que acudir a la prensa extranjera, si se decidían a publicar el resultado de sus estudios, como recientemente había sucedido”. En aquella misma reunión se acordó publicar los trabajos en un periódico anual que se llamaría “Anales de la Sociedad Española de Historia Natural”.
Su prestigio creciente y la publicación paulatina de sus trabajos, tanto por la Academia de Ciencias como por la Sociedad Española de Historia Natural, le llevaron a ser nombrado miembro de distintas sociedades nacionales y extranjeras. Así, lo fue de la Sociedad Entomológica de Francia (1850), Colegio de Farmacéuticos de Madrid (1858), Sociedad Imperial Zoológica de Aclimatación (1860), Sociedad Entomológica Berlinesa (1860), correspondiente de la Sociedad Zoológica de Londres (1860) y así Lyon, Suecia, Lisboa, La Habana, Viena, Suiza, etc. le nombrarían miembro de sus sociedades naturalistas.
En Junio de 1866 sus trabajos fueron premiados por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, siendo elegido académico numerario de la misma en diciembre de ese año. En Marzo de 1871, como ya dijimos, se creó oficialmente la Sociedad Española de Historia Natural, que presidiría durante breve tiempo algunos años después, pero de la que se encargó, durante toda su vida, de la publicación de Actas y Anales.
El avance de sus achaques a partir de los años ochenta, le impedirían participar en excursiones y viajes y le produjeron un notable abatimiento físico, por lo que quiso en vida donar todas sus colecciones al Gabinete de Historia Natural, de donde él mismo había nacido para la ciencia, lo que hizo en octubre de 1886. Ello provocó que sus compañeros le propusieran para la Gran Cruz de Isabel La Católica, lo que amable y resueltamente declinó, dada su reconocida modestia.
Sus Elementos de Zoología publicados entre 1861 y 1886 en seis ediciones, cada una de ellas aumentada con amplitud sobre las anteriores, fueron libro de texto obligado en la Facultad de Ciencias durante muchos años.
En algunos de los trabajos consultados se cita a Pérez Arcas como “antidarwinista”. No tenemos conocimiento de ninguna publicación de nuestro biografiado en la que se refiera a las teorías de Darwin, pero hemos de tener en cuenta que a pesar de los bastos conocimientos científicos citados, Laureano provenía de una formación clásica y religiosa muy arraigada y que incluso la mayoría de científicos europeos, incluidos los propios ingleses, tardaron muchos años en aceptar como ciertos los hallazgos y conclusiones del autor de El Origen de las Especies, algo que aún hoy algunos, por desgracia, se niegan a aceptar.
Siempre que le era posible, Laureano volvía a Requena en verano, para estar junto a su familia y recorrer sus contornos en busca de insectos. En sus trabajos no olvida citar aquellas especies descubiertas por él en su tierra natal, como la Timarcha Fallax, un coleóptero denominado por él y que cita como localizado en Requena en su libro Insectos Nuevos o poco conocidos de la Fauna Española (1865), donde describe diversas especies descubiertas por él (species nova) y otros coleópteros del género Percus, que cita como encontrados por él en Requena, en su trabajo Revista Crítica de las Especies Españolas del Género Percus (1869).
En su Requena natal le sorprendió la muerte un 24 de septiembre de 1894. Tenía setenta años y un bagaje humano, científico y de reconocimiento internacional como pocos requenenses lo han vuelto a tener después. Está enterrado en el panteón familiar.
En resumen: Laureano Pérez Arcas es uno de los personajes locales más importantes y al mismo tiempo uno de los científicos españoles más sobresalientes de su generación. Digno de un estudio biográfico completo o de una tesis doctoral importante, realizables en ambos casos dada la ingente cantidad de datos existentes y accesibles para el investigador.
Más de cincuenta publicaciones entre libros y artículos científicos pueden leerse con solo buscar las Actas y los Anales de la hoy Real Sociedad Española de Historia Natural, todos ellos de libre acceso en la web.
Y una última nota de interés científico: en el artículo titulado Antecedentes históricos de las intervenciones en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, de A.I. Ortega Martínez (paleontólogo) y otros, publicado en la revista Temas Geológico-Mineros, podemos leer este interesantísimo párrafo: “Los verdaderos antecedentes arqueológicos y paleontológicos se producen en el siglo XIX. La primera referencia data de 1863, cuando Felipe de Ariño y López y Ramón Inclán publican, en el periódico local “El Eco Burgalés”, el hallazgo de restos humanos en Cueva Ciega de la Sierra de Atapuerca. Hallazgo que fue investigado por Laureano Pérez Arcas, Catedrático de Zoología del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, donando a su museo algunos restos humanos y objetos cerámicos procedentes de esta cavidad”. ¡Un requenense pionero en los hallazgos de Atapuerca!
Requena le tiene dedicada una calle: la que baja desde la de San Fernando, en Las Peñas, hasta la Avenida de la Constitución.

Marcial García Ballesteros