Hoy sábado 18 de enero de 2020 se están llevando a cabo distintas concentraciones en la Comunidad Valenciana por la libertad de elección de lengua en el sistema educativo, entre las mismas la de Requena a las doce de esta mañana frente al Monumento de la Vendimia.
Toda concentración o manifestación, según nuestras leyes, es un ejemplo de normalidad democrática ciudadana, que no puede repeler a nadie por diferentes que sean sus opiniones. El derecho a la discrepancia nos salva como sociedad. Corresponde a los responsables políticos dar cumplida respuesta a los requerimientos de la ciudadanía.
En la concentración han participado personas de distintas generaciones, como corresponde a un movimiento que interesa a gentes de variada condición. Se ha reclamado el derecho a recibir la enseñanza en castellano, sin perjuicio del respeto y el conocimiento del valenciano.
Nuestra comarca es castellano-hablante y el estudio en lengua valenciana debe de ser optativo para las personas que así lo crean oportuno, sin imposiciones. Se tiene todo el derecho de reclamar una línea en valenciano, según criterios y aspiraciones individuales muy respetables, pero no a ir imponiéndolo progresivamente en nuestra comarca, desplazando al castellano progresivamente. Primero en materias que se consideran poco discursivas como la Educación Física y más tarde en aquellas vistas como más severas, como las Matemáticas.
Nuestra comarca ha tenido el castellano como lengua propia desde el siglo XIII. No es justo desplazarlo de tal modo. El castellano, además, reúne la circunstancia a día de hoy de ser uno de los idiomas más hablados en el mundo, con notables posibilidades humanas, económicas y culturales, mucho mayores que hace cien años. Si hablamos con razón de dar oportunidades a nuestros hijos e hijas, no es sensato ir cerrando tal puerta.
El valenciano, es cierto, padeció marginación en el pasado por parte de poderes que de democracia no entendieron apenas. Hoy en día instituciones y medios culturales y de comunicación realizan una buena labor a su favor. No tiene ningún sentido enturbiar un uso atractivo del valenciano con ademanes autoritarios que no corresponden a nuestro tiempo. Toda imposición, por otra parte, conlleva un lógico rechazo que conduce a perjudicar el uso y aprecio del valenciano por aquellos que no lo tienen como lengua materna.

El castellano y el valenciano forman parte del patrimonio cultural de las gentes de la Comunidad Valenciana, que en sus documentos oficiales tiene el honor de llevar ambos idiomas en dos columnas paralelas, en dos líneas que no segregan, sino que dan justa medida de la igualdad. Ambos deben de ser respetados, al igual que sus hablantes. Si una persona joven de Gandía tiene todo el derecho del mundo a recibir su educación en su lengua materna valenciana, una de Requena también la tiene en su lengua materna castellana. No es cuestión de idiomas, es de derechos ciudadanos de una sociedad democrática que repudia entronizar ciudadanos de primera y encadenar otros de segunda.