Hace no muchos años, no demasiados, las cartas pueblas interesaban casi en exclusiva a los estudiosos de la Historia medieval, fuera para aclarar cuestiones de naturaleza jurídica o de condiciones socio-económicas de la fundación que se intentaba promover. En muchos casos, sus fechas de promulgación se convirtieron en verdaderos momentos natalicios de bastantes localidades españolas. A día de hoy, con motivo de la preocupante despoblación de grandes áreas del territorio español, se han convertido en un modelo, en un instrumento susceptible de ser adaptado y aprovechado por las personas actuales. Las exenciones fiscales se han vuelto a poner en relación con el asentamiento de individuos en localidades necesitadas de vecindario.
De la erudición hemos pasado a la aplicación práctica. De todos modos, el paso no es del todo novedoso, y cartas pueblas como la de Requena han realizado una dilatada y compleja singladura desde su establecimiento. Se diría que podemos seguir la Historia requenense a través de tan ilustre documento.
El 4 de agosto de 1257 Alfonso X quiso atraer caballeros y peones a Requena con la promesa de sus bienes. Se había conquistado mucho territorio a los andalusíes, y se requerían otros muchos pobladores, no fáciles de atraer. La Repoblación fue difícil, pues la marcha de gentes a las áreas incorporadas ocasionó no escasos inconvenientes en las de partida, como la de Burgos. Desde esta óptica, la carta puebla requenense sería un episodio más de la Repoblación, con cláusulas iguales a las de otros puntos. Para los que terminaron adquiriendo su vecindad y sus descendientes, se convertiría en el acta fundacional de su comunidad, en una Europa en la que la identificación de los grupos humanos con sus respectivos territorios fue particularmente intensa.
No estamos ante una demostración vanidosa de mero orgullo, pues la carta puebla aseguró los derechos económicos de los requenenses ante otros, incluida la monarquía. En 1742 ayudó a parar la apropiación por parte del rey de la mitad de sus arbitrios municipales, concretados en sus preciadas dehesas.
Con el desarrollo del pensamiento económico individualista, se realizó una lectura de la carta puebla favorable a los grandes propietarios de tierras del término, denunciados en ocasiones por realizar quemas ilegales. Se leyó en 1764 a la luz de las cartas pueblas de los reinos de Granada y Valencia promulgadas tras las expulsiones de los moriscos, con el añadido de considerar la frialdad climática del país o tierra requenense.
Convertida en instrumento para el debate abierto con la transformación del Antiguo Régimen al liberalismo, la carta puebla fue reclamada por los defensores del bienestar común. Las desamortizaciones distaron de beneficiar a todas las familias requenenses, y los más modestos se vieron privados de la recolección de las maderas y las hierbas de los montes Blancos, con gran perjuicio. A favor del vecindario, el abogado Vicente Llovet defendió la titularidad municipal de los términos durante el Bienio Progresista. Posteriormente, en vísperas de la Guerra Civil de 1936-39, se encargaría a Rafael Bernabéu un estudio de la misma en tal sentido. Las controversias sobre la posesión de la tierra impulsaron una nueva vida de la carta puebla.
La atención dispensada en los últimos cincuenta años a la conservación del patrimonio histórico-artístico la puso en valor nuevamente, como muestra icónica de una larga Historia y como documento abierto a la investigación científica.
¿Qué ventajas nos ofrece a día de hoy la carta puebla? Evidentemente, no la podemos aplicar literalmente, pues incurriríamos en el anacronismo más embarazoso, pero podemos entenderla como una manera de afrontar los problemas públicos con decisión, sin dejarse achicar por las dificultades. Entre sus principales puntos de interés, susceptible de reformulación, nos encontraríamos:
-Disponer de un marco legal de convivencia pública llamado a perdurar durante un periodo de tiempo amplio.
-Orientar la acción de los poderes públicos hacia el logro de una población más numerosa y rica.
-Captar profesionales cualificados, dotados con medios para poder vivir de la mejor manera posible.
-Disponer del patrimonio público con racionalidad, orientándolo hacia el fomento de la riqueza individual en armonía con la general.
-Poner en valor el patrimonio natural y ecológico del municipio, preservándolo de tendencias de depredación y con beneficio del vecindario.
-Contar con incentivos comerciales, en materia fiscal, para fomentar la laboriosidad e iniciativa de los lugareños.
-Definir una ciudadanía consciente de sus derechos, que no yazca en la pasividad ni termine en la desesperación.
En suma, una economía con actividades con efectos virtuosos de arrastre sobre otras, una ciudadanía activa y un poder público que vaya más allá del corto plazo: cualidades que se sintetizan en el orgullo por el trabajo bien hecho, en nuestro caso una Requena renovada capaz de escribir un brillante capítulo de su larga Historia.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Libro de actas municipales de 1772-73, 3335.
Libro de actas municipales de 1854-55, 2778.
Libro de montes, 2, 2918.