En el verano de 1356 Castilla y Aragón rompieron hostilidades, iniciándose una larga guerra que sería conocida como de los Dos Pedros, en la que se dirimió la hegemonía de la Península.
Pedro I de Castilla contaba sobre el papel con grandes recursos en tropas y en abastecimientos, pero se las tenía que ver con una fuerte oposición interna, alrededor de sus hermanastros.
Su oponente Pedro IV de Aragón había superado la oposición de las uniones aragonesa y valenciana, pero las guerras en el Mediterráneo habían consumido grandes recursos. Ambos reyes gobernaban sobre tierras castigadas por la peste negra.
El alargado reino de Valencia podía ser atacado por los castellanos en varios puntos y sus autoridades pensaron que el peligro descargaría por Requena. Sus fuerzas, conducidas por su gobernador y por don Gilabert de Centelles, se encaminaron hacia allí, antes que los castellanos asomaran por Siete Aguas.
Conquistar Requena era complicado, pues exigía tiempo y dedicación. Tomar un punto fortificado al asalto podía convertirse en un desastre militar y se prefería asediarlo, rendirlo por hambre. Los campos requenenses fueron talados en agosto de 1356, quizá como parte de una operación más amplia, quizá para disuadir a los castellanos que emprendieran por allí algún ataque.
Lo cierto es que aquella hueste no reunía fuerzas considerables, pero sus comandantes se vieron capaces de haber podido vencer al mismísimo rey de Castilla.
Pedro I no irrumpió por Requena, sino por Alicante, entonces señorío del infante don Fernando de Aragón, un día de Santa María. Apenas con doscientos hombres a caballo y doce galeras armadas, se hizo con el dominio de la villa.
Aquel golpe indignó a aquellos comandantes, que pensaron que con un poco más de fuerza podían haber asediado a Pedro I dentro de Alicante, presto a caer en sus manos. Con gusto hubieran levantado sus reales desde Requena hacia allí.
Un astuto Pedro IV de Aragón vio las cosas con mayor prudencia, por mucho que se complaciera con la tala de Requena y la entrada temeraria del de Castilla. Aunque se ponderara que con pocas galeras y no muchos caballeros la cosa estaba hecha, sabía que podía recurrir a mayores fuerzas o atacar otros puntos del reino de Valencia.
Recomendó el de Aragón, a 17 de septiembre, una estrategia prudente, a la espera de mayores contingentes desde Cataluña o de los que pudiera reunir el maestre de Montesa. Las fuerzas del gobernador de Valencia custodiarían los pasos que separaban el señorío meridional de don Fernando del resto del reino de Valencia, donde podían poner en aprietos a los castellanos. Los castillos de las fronteras y de las peligrosas marinas, a veces en un estado mejorable, tenían que guarnecerse mejor, prestándole mayor atención.
En este repliegue estratégico aragonés, Requena pudo restañar sus heridas. En adelante, Pedro IV tendría que hacer frente a la invasión de sus dominios por las poderosas fuerzas de Pedro I. Temeroso, el rey de Aragón ordenó emplazar a fines de 1356 una bastida en Siete Aguas, con cincuenta sirvientes o peones que a diario le costaban cien sueldos. Solo años más tarde podrían avanzar las fuerzas de Pedro IV hacia la misma Requena.
Fuentes.
ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.
Real Cancillería. Registros 1148 (ff. 124v-125r) y 1379 (ff. 99v-101v).