Para conseguir hacernos una idea sobre la distribución geográfica de los lugares religiosos en tiempos iberos o de la Edad del Hierro en esta comarca, previamente hay que describir cómo se desenvolvía ésta en el entorno y en el resto de la Península Ibérica.
Buscamos edificios y elementos rituales, que nos ayuden a encontrar una explicación de los hábitats y lugares que utilizan los iberos de la Edad del Hierro, sus ancestros y sus descendientes en la Meseta del Cabriel. Para ello vamos a comparar lo que conocemos sobre estos lugareños iberos, con los datos que hemos recogido de otros autores sobre esta comarca y sobre el resto de la Península Ibérica.
Debo exponer la variabilidad que tienen estas conclusiones conforme vamos averiguando datos, y que según el paso cronológico de los momentos históricos, los hábitos han sido cambiantes, y que un mismo lugar ha podido diferir en sus atribuciones temporalmente, e igualmente que el contacto o las distancias territoriales, hicieron las costumbres más o menos gradualmente dispares. Los expertos más concienzudos científicamente, han logrado diferenciar y concretar estos aspectos. Nosotros vamos a ser más generalistas.
Hay que tener en cuenta que hablamos de datos probables, cuya variabilidad es posible y que cualquiera de nosotros puede manejar datos erróneos o que cambien según nuevas investigaciones. Dicho esto, para avanzar hay que opinar.
En rasgos generales hemos logrado ubicar, en la Meseta del Cabriel, estructuras posiblemente relacionadas con ritos y religiosidad, que podemos identificar con: cuevas, abrigos rupestres, cazoletas o estructuras geológicas modificadas. Nos falta por encontrar estructuras rituales urbanas, pero el nivel de estudios arqueológicos que sufre esta comarca en la actualidad ralentiza esta opción.
El “Estado ibérico” que se ubicó en la Meseta del Cabriel se situaba en un punto neurálgico entre distintos pueblos iberos de los cuatro puntos cardinales. A los cuales, tiempo después, Claudio Ptolomeo (S II d.C.), denominó “celtiberi y lobetani, bastetani, contestani y edetani. Vamos a comparar con estos pueblos vecinos, pero también con el resto de la Península Ibérica. Al haber sido un territorio ibérico situado entre regiones de distinta índole según las fuentes antiguas sobre Hispania y según la arqueología, el forjarnos una proposición concreta única no parece ser lo más conveniente. Para hacernos una idea de la disposición regional de la que hablamos, podríamos acoger lo que nos dice Claudio Ptolomeo. Situaríamos a la actual Meseta del Cabriel en el límite norte dentro de los pueblos bastitanos, con lo cual deberíamos guardar una cierta semejanza con sus hábitos y costumbres. Esto pudo haber sido así, pero como siempre hay que tener en cuenta la cronología, podríamos asegurar que la división en “regiones” en época ibérica no fue tal, sino que estuvieron organizados en una especie de “ciudades estado” que comprendían extensiones territoriales cercanas al tamaño de una comarca actual. Este modelo de organización era repetido asiduamente en otros lugares del Mediterráneo y del resto del mundo conocido, pero su ejemplo más famoso fue el de las “ciudades estado” griegas.
No quiere decir esto que en estos lugares de Hispania ocurriese algo idéntico, sino que en aquellos tiempos en que las variadas civilizaciones mediterráneas no eran tan distintas, aquellos modelos político religiosos, aunque no iguales, tenía su sentido de ser en territorios bastante interrelacionados desde hacía siglos.
Algunos de estos elementos rituales o sacros que debemos referenciar son:
Las cuevas y abrigos santuario ibéricos.
Según los estudios peninsulares de estos lugares, llegamos a ciertas conclusiones.
Cronológicamente parecen haber sido utilizadas como santuario u objeto de ritual, desde épocas muy antiguas. Entonces podríamos decir que muchas de estas cuevas santuario fueron utilizadas con tales fines o parecidos desde el Neolítico, pasando por el Calcolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro y romanización, e incluso algunas desde el Paleolítico hasta la Edad Media y la actualidad.
Respecto a su localización geográfica, según distintos autores, la zona donde más cuevas santuario se citan es en Levante, donde los estudios hablan de gran cantidad de éstas repartidas por todo este territorio, Murcia, Comunidad Valenciana, Comunidad Catalana, y algunas en territorios lindantes. Aunque estudios sobre otros territorios, como las zonas celtíberas o del sudoeste, presentan también algunos ejemplos, como el caso de la cueva de La Griega (Pedraza, Segovia), utilizada ritualmente desde el Paleolítico hasta época moderna. O la posible cueva santuario de La Murcielaguina (Priego de Córdoba). Lo cierto es que este tipo de santuarios en cueva, fue más habitual en la franja mediterránea costera e interior, que en el resto de la Península.
Podríamos definir las características de estas cuevas. Serían lugares aislados y de orografía abrupta, ubicadas a gran altura, a media, en faldas montañosas o en barrancos. La mayoría están en el interior, en la costa apenas se conoce una. Hay grandes y profundas cuevas, medianas o pequeñas. Algunas de 500 metros y otras casi abrigos. Reúnen vestíbulos, galerías y salas diversas. Pueden presentar procesos estalagmíticos, debido a su interrelación ritual con el agua. (2)
Los materiales documentados se localizan, en general, en las zonas más profundas e inaccesibles, junto a antiguos gourgs (pequeñas balsas de agua naturales), o bien en su interior en el fondo cenagoso, relacionados con agua. El elemento más abundante encontrado es el vaso caliciforme . Los recipientes, en unas cuevas abundan enteros, los que estaban colocados en hornacinas de las paredes; en otras algo fragmentados, agrupados boca abajo sobre una capa de cenizas y carbones. En algunos están depositados enteros y fragmentados junto a capas de cenizas y material óseo, sobre todo de mandíbulas de cabras y cerdos jóvenes. Los vasos podrían ser utilizados como libaciones, puesto que servían para beber, aunque también podrían haber contenido otras ofrendas, como frutos u otros. En estas cuevas los restos óseos son muy abundantes. Muchos son huesos quemados de animales, asociados a carbones y cenizas. Es posible que indiquen la existencia de comidas rituales en su interior. (2)
Sobre su morfología. Los podríamos definir como cuevas profundas o ligeramente profundas o abrigos exteriores, donde se celebraba algún tipo de ritual religioso o de costumbres. Se diferenciarían en unas cuevas muy extensas, de otras medianas o pequeñas. También abrigos rupestres de importante extensión a otros más sencillos.
Santuarios urbanos ibéricos
La tipología de santuario ibérico peninsulares incluía lugares de rito y culto dentro de las poblaciones.
Entre los territorios celtíberos tenemos varios ejemplos como Ulaca (Solosancho, Ávila), Arcóbriga (Monreal de Ariza, Zaragoza), Segeda (Calatayud) o Termes (Montejo de Tiermes, Soria) con recintos sagrados en el interior de sus murallas, ocupando los lugares más importantes. O dentro de hábitats domésticos, como en Numancia (Garray, Soria)
a/ Templos o santuarios cívicos: Aquellos lugares de culto ubicados en el interior de centros urbanos que por sus características arquitectónicas o por el tipo de hallazgos insinúan un uso comunal. Forman parte del resto de edificios. (3)

b/ Capillas domésticas : Estancias similares a las del resto del poblado, pero que han revelado objetos: pebeteros, vasos rituales o restos de algún ritual (sacrificios de animales, enterramientos infantiles). Su carácter es restringido o privado. (3)
Santuarios extraurbanos ibéricos
Combinan por una parte la ubicación física del santuario, en su relación con algún centro habitado próximo.
a/ Santuarios suburbanos o periurbanos: están relacionados con poblados cercanos o necrópolis. Pueden estar cercanos o pegados a su recinto amurallado. (3) El de Segeda (Calatayud) está situado a 800 metros del oppidum es una estructura (santuario) aislada rodeada de muros y que está construida en relación a datos astronómicos.

b/ Santuarios de carácter supra territorial: Estarían desvinculados de cualquier centro habitado próximo, en parte por la abundancia de exvotos, en parte por las distintas tradiciones que confluyen en cada uno de esos centros, lo que viene a demostrar la amplitud de radio de acción de sus influencias. Además de otros factores, se vinculan a rutas de comunicación relevantes. (3)

c/ Santuarios rurales. Situados en el campo aprovechando determinados ambientes cerca de la presencia divina (bosques, lagos, ríos, montañas) representarían una de las formas más simples de la religiosidad ibérica, que serviría a toda la población ibérica, volcada a las actividades productivas, agricultura y ganadería. (3)
Su localización topográfica se da en lugares altos y zonas con una gran visibilidad, casi todos situados a una altura superior a los 1.000 m.s.n.m. Este hecho no es exclusivo de la Cultura Ibérica; las cumbres montañosas han sido uno de los fenómenos naturales que han hecho reflexionar al hombre, vínculo de unión entre el cielo y la tierra, escenificando la separación entre fieles y divinidad. Pero en la mayoría de los casos el material no aparece en la cumbre del cerro o colina donde se ubican, sino concentrado en una sola de las laderas, atendiendo a una orientación diferente. Tal vez la ofrenda y/o ritual se realizaría en la parte más elevada, para luego ser arrojado en la ladera, pudiendo explicarse así el hecho de que la mayoría del material cerámico aparezca en pendiente. (4)
Su orientación no parece responder a un patrón único, se da según la conveniencia del lugar elegido.
La distancia que separa estos espacios de los yacimientos más próximos no suele ser superior a los 1000 metros, ya sean asentamientos, oppida, pequeños poblados fortificados o necrópolis. (4)
La funcionalidad de este tipo de espacios; dadas sus reducidas dimensiones, no podrían identificarse con otros asentamientos contemporáneos, como oppida, poblados fortificados, asentamientos rurales en llano, explotaciones mineras. En segundo lugar, la especificidad del material ya estaba marcando una clara limitación en cuanto a sus funciones en estrecha conexión con el mundo sacro, pero se desestimó su interpretación como necrópolis en la medida en que carecían de parte del ajuar cerámico que caracterizaría estas formaciones, compuesta por el grupo urna/plato. A pesar de ello, algunos de los yacimientos, están situados junto a necrópolis, por lo que se producen intrusiones de material cerámico de estos espacios de naturaleza sacra, pero funcionalidad completamente distinta. (4)
Sobre cronología es difícil asegurar fechas ante la escasez de material de estos lugares. (4)
RITOS
Los datos son variables dependiendo de la zona peninsular referida, aunque existen puntos comunes.
– En el sur, sur-este peninsular autores describen los rituales así (5):
a/ Elementos utilizados:
Exvotos (pequeñas estatuillas figurativas) de bronce, cuchillos curvos (representados iconográficamente en material arqueológico). Recipientes cerámicos, de los cuales el más habitual es el vaso caliciforme, pero también globulares y cuencos. El agua es referente habitual, representada en manantiales, fuentes naturales, ríos, balsas.

Simbolismo espacial: viene demarcado por la presencia de elementos naturales, como cuevas y abrigos, que en varias ocasiones se convierten en auténticos templos naturales, y en otros se combinan con edificios de culto.
Estratégicamente, el espacio de culto se puede asociar a una orografía o topografía destacada. Es un hito del territorio circundante que contribuye a potenciar la monumentalidad natural, así como en ocasiones se vincula a la construcción de territorios políticos en los que se juega un papel importante asociado a una vía de comunicación o encrucijada de caminos. (5)
b/ Iconografía representada:
Como protagonistas del rito, hay imágenes de multitud de practicantes y fieles, que muestran actitudes heterogéneas, ofrendas variadas e incluso prácticas específicas. Pocas veces transmiten lo cotidiano, sino rememoraciones del pasado, mitología y fantasía, que transmiten mensajes de la élite. Existen exvotos que representan ofrendas, otras orantes atendiendo a la mirada o a las orejas (en alusión a la divinidad), o a las manos (simbolismo del saludo), y portan objetos como vasos globulares, cuencos, panes, tortas, armas. Otros exvotos representan sacrificios de animales. (5)
c/ Clases de ritos de pasos :(5)
1/ Ritos de iniciación guerrera: Asociados al ámbito masculino y a las élites aristocráticas, con fuerte componente militar. Son guerreros en actitudes diferentes, entre las que destaca el ofrecimiento y exposición de las armas (en unos casos sustituyen la donación de armas y en otros las complementan.
2/ Ritos de paso de edad: Introducción a la vida social activa.
3/ Ritos nupciales
4/ Ritos de fecundidad y fertilidad
5/ Ritos de gestación: Exvotos que lo representan se ven en Collado de los Jardines (Jaén) donde una mujer en cinta pide una gestación y un parto saludable, o en Torreparedones donde un exvoto con desgaste podría implicar su reutilización en el rito, o en Albufereta (Alicante), donde una dama en el momento de gestación sostiene en su mano izquierda un ave, símbolo asociado a la fecundidad. (5)
d/ Ritos de tránsito de edad: Muchachos y muchachas que estaban preparados para adquirir el papel que la sociedad les asigna. Ritos que nacen para la pervivencia de modelos y roles sociales, y para mantener el legado religioso. Se realizan en santuarios de carácter territorial, en los confines del territorio, en un espacio liminal propicio para la narración del mito que acompaña a celebraciones que debieron suponer el “viaje forzado” como parte de la ritualidad de los jóvenes a espacios alejados, lo que podría suponer y una segregación temporal y traslado a los santuarios de frontera, para después reintegrarse al grupo, asumiendo un rol diferente. Es la puerta a los ritos de pareja. (5)
– Hacia el norte y oeste, entre otros, se pueden encontrar estos datos sobre rituales:
Importante debió ser la cultura de los verracos vetones y de sus vecinos. Son representaciones escultóricas de cerdos, jabalíes o toros, habitualmente realizados en granito, que están datados desde del siglo IV a.C. hasta el siglo I d.C. Se han encontrado unos 400 de diversos tipos y tamaños, en lugares de Ávila, Cáceres, Salamanca, Segovia, Toledo, Zamora y norte de Portugal. Tenían principalmente funciones religiosas, protectoras y de señalización de zonas de pastos, aunque en época romana tuvieron principalmente una finalidad de monumento funerario, colocándose sobre las urnas de piedra, las “cupae”, en donde se depositaban las cenizas y los ajuares de personajes destacados. Un ejemplo de la continuidad de rituales en tiempos de Roma.
Las Matres eran divinidades indígenas, bien documentadas en la Meseta Norte. Al igual que en el norte de Europa, debieron ser tres, protectoras de la fecundidad humana y de la fertilidad de los campos. Aparecen representadas en aras votivas latinas, con el teónimo Mater en solitario o añadiendo un epíteto. Otras divinidades indígenas no individualizadas y protectoras de la fertilidad de los campos aparecen también en aras latinas como “Lautteris”, “Ordaceis”, “Overinur” o “Duillis”. El dios celta “Lug”, equivalente para los romanos como Mercurio, tenía como símbolo el cuervo y aparece testimoniado en Villastar y Soria. En Cáceres aparece “Salutorius”, en Portugal y Salamanca “Ilurbeda”, “Epona” en Vasconia, Cantabria, Palencia y Burgos. Algunas estaban vinculadas estrechamente a las comunidades de una comarca, “Cossua” (Bembibre, León), Vurovius (La Bureba, Burgos), “Vaelius o Velicus” (20 aras en Postoboloso, Candeleda, Ávila), “Vago Donnaego” (La Milla del Río , León). La asimilación mutua de ritos y cultos se aprecia aquí claramente, en estas aras hispano-romanas del S II d.C.

Otros ritos o costumbres se vislumbran en la Hispania del otro lado., En fuentes literarias antiguas hablan del ritual de exposición de los cadáveres de los héroes muertos en combate para que los buitres los devoraran y subieran a los cielos, entre los celtíberos y los vacceos, aunque también se representa en Obulco (Jaén). O los posibles sacrificios humanos, aludidos entre los bletonenses (Salamanca) y los lusitanos, que acompañaban con caballos. Sacrificios de animales en los que se utilizaban toros, bueyes, vacas, terneras, cerdos, ovejas, gallos, oseznos, caballos…Quizás enlazados con banquetes sagrados colectivos donde pudieron usar estos sacrificios de animales. Luchas rituales donde después de ofrecer sacrificios a Ares practicaban luchas gimnásticas, hoplíticas e hípicas. Danzas diversas. Juegos taurinos relacionados con danzas y carreras. La heroización, generalizada en monumentos rituales muy extendidos, desde las estatuas de guerreros lusitanos, de celtíberos o el gran monumento funerario jienense de El Pajarillo, Huelma, lugar de peregrinación e hito geográfico. (6)

Los dioses del hogar.
Importantes debieron ser para los hispanos los dioses relacionados con la familia, los antepasados y el hogar, pues así lo dicen los escritos antiguos y esa impresión da la arqueología. Varios textos ibéricos nos hablan de los “gen” o linajes familiares, alguno nombra a los dioses lares de sus antepasados, los “apellidos” derivaban de sus antecesores, e incluso algunas estelas funerarias nombran a los dioses manes, “manibus inferís”.
Este culto a los dioses domésticos no fue algo particular, sino un hábito de muchas culturas contemporáneas. Los persas, los egipcios, los fenicios, los asirios y el resto de Asia veneraban a las sombras de los muertos. Orfeo fue quien introdujo entre los griegos la costumbre de evocar a los manes. Roma y Grecia, erigían altares y les ofrecían sacrificios, y se pusieron bajo su protección los sepulcros. De Roma se extendió la costumbre a toda Italia. Quizás Grecia y Roma extendieron esta costumbre a sus zonas de influencia, pero puede tener más lógica que fuera una costumbre ya existente, y que con el intercambio de culturas el simbolismo fuera cada vez más similar, y con él la denominación de los dioses e incluso el tipo de epitafios.
Una clara definición de estos dioses familiares en la simbología romana aparece entre los autores antiguos en “De Deo Socratis” de Apuleyo:
“El espíritu del hombre después que ha salido del cuerpo pasa a ser o se trasforma en una especie de demonio que los antiguos latinos llamaban lemures. Las almas de aquellos difuntos que habían sido buenos y tenían cuidado y vigilancia sobre la suerte de sus descendientes, se llamaban lares familiares pero las de aquellos otros inquietos, turbulentos y maléficos que espantaban los hombres con apariciones nocturnas se llamaban laruce y cuando se ignoraba la suerte que le había cabido al alma de un difunto, es decir, que no se sabía si había sido trasformada en lar o en larva, entonces la llamaban mane”
La idea que tuvieran los iberos sobre estos dioses familiares no debió diferir mucho de esta definición de los romanos que nombra Apuleyo.

(1) PGOU de Requena.
(2) “Características de las cuevas santuario de Castellón y Valencia”, Julio González Alcalde
(3) “Los lugares de culto en el mundo ibero”. Adolfo J. Domínguez Monedero..
(4) “SANTUARIOS IBÉRICOS EN LA BASTETANIA”, Amparo Sánchez Moreno
(5) “Ritos de paso de edad y ritos nupciales de la religiosidad ibera” ,Carmen Rueda Galán.
(6) La religión celta en Hispania. José María