SED
Por Rafael Bernabéu López (Cronista de Requena)
EL TRULLO agosto 1955
Si la sed extremada retuerce, abrasa las entrañas, la sequía-sed del agro siembra la esterilidad y la miseria, ensombrece el porvenir, trunca esfuerzos ilusiones…
En descargo de la sequía que, cual plaga bíblica, viene padeciendo nuestra campiña, diremos que el territorio requenense bordea la Mancha esteparia que desciende desde los páramos de Soria y Molina al campo Espartano.
Para justificar que en otros tiempos llovía mucho más que ahora, no estará de más recordar que, el patrimonio comunal de los Montes Blancos, rebosantes de verdor, así como los pinares carrascales del Tejo y sus aledaños, fueron saqueados despiadadamente durante la última centuria.
Y mientras hombres generosos nos enseñaban en nuestra niñez a amar el árbol y a festejarlo con cánticos y plantaciones simbólicas, el hacha devoraba impunemente nuestra riqueza forestal. Y cosa singular: la civilización abría caminos y senderos que facilitaban el despojo.
Hemos de destacar aquí la política forestal de nuestro régimen; política ambiciosa y terminante que está repoblando grandes zonas y de la que se van obteniendo resultados altamente esperanzadores.
El fervor religioso de nuestros mayores reclamó en todo tiempo el conjuro de la peste, de la sequía, de la langosta de otras calamidades. Y surgieron las procesiones de Rogativas en las que alternaban en Requena la Virgen de la Soterraña, del convento del Carmen, y la Virgen de Gracia, del de San Francisco; tras las que resonaban las patéticas invocaciones de los monjes y el rezo de los fieles
En los tiempos en que nuestros montes hallábanse cubiertos de arbolado, los vecinos tenían asegurados gratuitamente la leña de sus hogares y los troncos necesarios para reparaciones de aperos. Solo necesitaban que el Concejo y el Caballero de Sierra diesen su correspondiente licencia y señalasen el lugar.
Agua suplicamos ahora a nuestra Virgen de los Dolores.
Agua que, a la vez que vivifique nuestros campos sedientos, ablande esos espíritus resecos y desesperados que solo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena.
R. B.
Rafael Bernabéu (póstumo)
