
(Hemeroteca Digital de la B.N.E.).
Hay aspectos en la obra de Venancio Serrano Clavero que, siendo menores, también son notables. Uno de ellos es el de narrador de cuentos cortos. No consta en su acerbo ninguna novela, tal vez porque su mentor periodístico, Vicente Blasco Ibáñez, era una torre inalcanzable en ese apartado y el discípulo no quiso intentarlo. Sin embargo, en los pocos cuentos que publicó, su estilo narrativo es ágil y ameno, conciso como buen periodista y variado en temas, como buen “cuentacuentos”. Hagamos un recorrido por su producción y veamos varios fragmentos de su narrativa prosística sin olvidar que muchos de sus poemas, como el más célebre, Venganza, son verdaderos cuentos versificados y que de estos los hay de lo más variado, sobre todo en las publicaciones argentinas.
Justo es citar, a este respecto, que los argumentos de poemas y cuentos fueron utilizados por el autor, con frecuencia, para otros menesteres literarios. Así, Venganza, se convertiría en libreto de zarzuela. La Cruz del Olvido, nacida como cuento, sería también poema (Flor de Olvido) y libreto de zarzuela. Y algunos otros relatos que iremos viendo se reutilizarían, al menos en cuanto al tema.
Aquí me ocuparé tan sólo de sus cuentos y/o narraciones breves, en prosa. En otra ocasión veremos sus historias versificadas, pues, entre otras cosas, en ellas surge el más fino humor del poeta y merecen un capítulo simpático.
Estos cuentos en prosa no se prodigan en su literatura, pero cuando aparecen, son como si el poeta que llevaba dentro se resistiera a emerger e hiciera un gran esfuerzo por no versificar lo que, sin duda, habría hecho con facilidad, como demuestran esos poemas antes citados. Son narraciones que entremezclan historias de amor apasionado con escenas de la vida cotidiana en la que aparecen personajes que a diario veía el autor por su Requena natal, resaltando los defectos propios de la gente pueblerina. Veamos el comienzo de uno de sus primeros cuentos publicados, dedicado a su mentor de juventud:
La Lucha (Gerona), 17-X-1889
LOCURA BOHEMIA
A mi muy digno amigo D. José J. Herrero.
Mi amigo Esteban estaba loco.
Ya no se podía abrigar la menor duda respecto a ello.
Aquellos ojos negros, de mirada fija y pertinaz; aquellas dos venas que en forma de V surcaban su espaciosa frente, yéndose a perder entre un mechón de ásperos cabellos que se alzaban como irritados en distintas direcciones; los labios delgados y la barba lacia y entrecana que orlaba aquel semblante, formaban tal conjunto que, sin ser fisiólogo, cualquiera hubiese exclamado al verle:
-¡Este hombre está loco!
Pero la locura de mi amigo era original: se había empeñado en que todos le reconociesen orador y sabio.
¡Pobre Esteban! La verdad es que inspiraba lástima. Apenas terminó la carrera de telegrafista y cuando contaría unos 22 años de edad, casó con una joven hermosísima, hija de un jefe militar muerto en la acción de Bocairente.
…/…
Este primer cuento localizado se extiende a lo largo de tres números del periódico, a modo de pequeño folletín, con un argumento recurrente en las narraciones de Serrano Clavero: el amor desengañado. El asunto de la mujer hermosa y coqueta, que parece una santa y termina por herir o incluso abandonar al marido, aparece a menudo en su literatura, incluso en algunos de sus grandes poemas. Así, en otro cuento de esa primera época volvemos a encontrar un tema similar:
El Eco de la Región (Requena), 7-IV-1895
CUENTO DE LA SEMANA
A los pies de la Virgen
I
Tenían razón las comadres del barrio: el despego que hacia Lorenzo demostraba Gabriela era una traición, traición acabada a aquel amor que germinó en sus pechos mucho antes de germinar la razón en sus cerebros, crecieron amándose, como dos lirios del valle; aún estaban en pie los copudos árboles cuyas ramas sintieron años atrás el leve peso del cuerpo de Lorencillo, pequeño tirano que despojaba de nidos el bosque, cifrando su más íntimo placer en colocar tan codiciada presa en el fondo azul y blanco del airoso delantal de su novia.
Hasta la fuente del pueblo, arrojando tumultuosamente el agua por los desgastados caños, parecía murmurar algo así como un reproche armonioso, del que se destacaban notas graves y monótonas, que encerraban un tono de severa sublevación contra la negra ingratitud de la moza.
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Como sucedería más tarde en sus adaptaciones líricas, tal es el caso de Cañas y Barro, Serrano Clavero supo concentrar la intensidad dramática de las novelas de la época, desde los románticos tardíos hasta Zola y Blasco Ibáñez, en dos o tres escasas columnas periodísticas en las que, con una concisión magistral, retrataba personajes que, de ponerles nombres verdaderos, habrían reconocido, sin duda, sus paisanos. En sus cuentos, tanto en estos prosísticos como en los versificados, son los personajes vivos, cercanos, casi autobiográficos, los que dan vida a la historia:
El Eco de la Región (Requena), 5-V-1895
CUENTO DE LA SEMANA
UN CUENTO DE CHANO
Tuve yo curiosidad de oír lo que contase, porque Chano era un gran tipo, y me preparé.
-Anda- le dije, -comienza.
Po ayá vá. Cuento y cuento po la mayó mentira er mundo, que a porrazo te jundo, que este era un matrimonio. La mujé se llamaba Prijca, y el marío Pelote, y era zapatero remendón y má honrao que Pijolí. Cuando estaba como la uva, se enreaba a lo mejó a mojicone con la Prijca, creyendo que batía la suela o daba lejnaso a un zapatón roto; y repartía los coscorrone a la Prijca de mú buena fe y como si estuviera de verdá en lo der sapato.
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Obsérvese también, en este breve fragmento, la utilización del lenguaje vulgar, que si en Cañas y Barro, de nuevo como ejemplo, sería un castellano valencianizado o, si se prefiere, un valenciano deslavazado con modismos castellanos, aquí es un habla casi gitana, buscando una transcripción fonéticamente literal que, lejos de enredar la narración, le da su verdadera fuerza y obliga al lector a prestar toda su atención.
Serrano Clavero, generoso en la apreciación de sus destacados conciudadanos, incurrió brevemente en el género biográfico, tan apreciado por quien esto escribe, haciéndolo en los breves números que editó de su propio periódico, Cleto, en semblanzas sobre el concertista Gil-Orozco, el pintor Martínez Checa u otros, tan sencillos como importantes para él:
Cleto (Requena), 24-IX-1899
EL TÍO MARQUILLO
I
Le vi al cruzar una de las calles más apartadas de la ciudad. Estaba solo, en esa soledad terrible que en torno del individuo crean la pobreza y la ancianidad, recortando su vacilante cuerpo sobre el muro y recibiendo de lleno la caricia tenaz y vivificadora de aquel sol de Mayo, dorado ya legre, que prestaba su tibio calor a la sangre del honrado veterano.
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Sentí comezón de oír al pobre viejo el relato de algún suceso interesante, propio de aquella época memorable y atajé el camino de tal información acompañando con un cigarro mi afectuoso saludo.
El tío Marquillo aceptó el obsequio y con acento familiar me dijo, encogiéndose democráticamente de hombros:
-No lo conozco a usté. Siendo de la horná de los jóvenes…
…/…
III
Ya murió el pobre viejo. Murió casi ignorado y alguien pudo evitar que su cadáver no cayera en la fosa común. El Ayuntamiento, para honrar la memoria del Abuelo, acordó dar a la calle del Diezmo el nombre del tío Marquillo.
¿Por qué no se hace?
En esta primera etapa de la producción del literato, que denominaremos requenense, la salida al exterior de Serrano Clavero fue a través de las colaboraciones en revistas literarias, en especial catalanas. Una de ellas, Álbum Salón (Barcelona, XI-1897 / I-1907), se anunciaba como la “primera ilustración española en colores”. A lo largo de su singladura colaboraron en ella escritores de la talla de Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez y un largo etcétera de primeras firmas nacionales, con reproducciones de Goya, Rusiñol, Madrazo… e imágenes de los más destacados fotógrafos contemporáneos. Entre todos ellos, el joven Serrano consiguió publicar algunos de sus cuentos y poemas, lo que nos da una excelente idea de la calidad de su prosa:
Álbum Salón (Barcelona), 1-V-1898
REDENCIÓN
Entrés[1]. Ricardo vaciló. En el fondo de su bolsillo quedaba el último puñado de dinero; veinte o treinta pesetas que se revolvían rabiosamente bajo sus dedos enjutos y temblorosos. ¡Oh, qué noche! Primero un billete, luego tres, cinco, todos habían ido cayendo desde la cartera al tapete; siendo allí arrastrados por la implacable raqueta del banquero.
-Entrés-, repitió este, paseando una mirada serena por aquel círculo de carne que le estrujaba.
Cien manos convulsas se extendieron hacia el tapete, abandonando el tributo de confianza que el seis contra el dos exigía. Y Ricardo, contagiado por la fiebre general, murmuró con voz ronca:
-¡Juego!
Cayeron sobre el descolorido paño las últimas monedas, a las que el joven comunicara el fuego de su calentura, y el banquero comenzó a tirar, calmoso e indiferente…
Una vez más, el retrato abrumador del protagonista atribulado es condensado en una sola página de creciente intensidad que, digámoslo para tranquilidad de quien lea, concluye con un rayo de esperanza.
Este relato, completo, fue publicado también en Requena, en el número 25 de El Baluarte (17-VI-1900).
Un tema, el del juego, recurrente en el autor, acostumbrado a ver las timbas locales de los casinos, donde los señoritos y otros que no lo eran tanto, gastaban su dinero. Recuérdese, para quienes lo hayan escuchado o leído, el caso del famoso “doctor Verde”, don Estanislao Masiá, cuyo mote le fue asignado por el color del tapete de juego y a quien el maestro Cervera dedicó su famoso pasodoble.
No es extraño que, casi de forma simultánea al cuento anterior, apareciera otro de temática similar en otra revista catalana:
La Saeta (Barcelona), 27-I-1898
REAÑOS[2]
Resonaban en la taberna las frases poco urbanas de los jugadores, que habían metido en la brisca todo su interés y toda su alma. Ramón y Crisanto parecían querer reproducir la camorra de días pasados, y aprovechaban todos los incidentes del juego para armar alboroto. Y al fin sucedió lo que era de esperar: el odio comprimido estalló con violencia en sus pechos y Ramón se levantó, con los puños cerrados y los ojos echando lumbre, diciendo a su contrario:
-Tú eres un morral indecente, que no puede estar entre hombres.
-Sobre todo entre hombres como tú-, contestó Crisanto poniéndose en pie.
-Ven pa fuera, chillón.
-Más vale que vayas a ver si tu mujer está con el señor Antonio…
…/…
Temas cotidianos que, en sus breves relatos, se convierten en protagonistas de dramas en los que la violencia es invitada especial y personaje principal.
Es ese uso de lo cercano, lo habitual y tangible, dándole protagonismo y extrayendo su capacidad narrativa, uno de los aspectos de Serrano Clavero que más han influido en las generaciones de escritores locales posteriores. Se nota en las Estampas y Acuarelas de Bernabeu, en las Leyendas de Yeves y, si me lo permiten los lectores, en la inspiración que yo mismo obtengo hoy en día en muchos de los temas que trato en mis artículos. Si algo hace a Venancio Serrano profeta en su tierra es la cercanía que establece siempre con el lector al hacer objeto de su narración aquello que tenemos delante a diario y a lo que, por ello, no damos importancia:
El Somatén (Requena), 30-XI-1899
LA TUMBA
Las últimas luces del crepúsculo besaron aquel cuadro, rudamente naturalista.
Desde el hospital, que allá en la altura destacaba enérgicamente su contorno gigantesco, a hombros de cuatro desheredados de la suerte, de cuatro columnas de la miseria, bajaba hacia la ciudad la tumba, un ataúd de madera grotescamente pintada a rayas blancas sobre fondo indefinible.
Aquella caja, falta de adornos, crujiente, con ese crujir de las maderas desvencijadas, era un arca; sí, el arca que la caridad oficial depara a los náufragos de la fortuna…
¿Quién era el muerto? No sé. Uno que no supo ser bastante pillo para reclinar su cuerpo, al morir, sobre féretro lujoso y alcanzar en su último aliento la bendición papal; acaso fuera uno de los pocos tunantes que sufren la justica de la miseria, esa gran irreflexiva, que lo mismo atormenta corazones honrados que premia con aplastante solicitud acciones criminales.
La tumba, sostenida por aquellos hombres de feo aspecto, pasó ante mis ojos, como visión horrible. Nadie ni nada iba detrás. Ni amigos, ni parientes, ni un sacerdote siquiera.
Y yo, dando estúpidamente vueltas entre mis manos al sombrero, vi desaparecer a lo lejos el fúnebre grupo y me quedé pensando qué mala debe ser la pobreza, que ni aún muerta alcanza, aunque fingidas, lágrimas de dolor ni oraciones de piedad.
No se puede dudar, al leer la descripción, que el hospital citado es el de la Loma de San Francisco, en Requena. También son cotidianos sus personajes, descritos cual pinceladas de pintor que hacen innecesaria una imagen o un dibujo porque, sin darnos cuenta, se cuela en nuestra mente:
El Baluarte (Requena), 19-VIII-1900
MI TOCAYO
ESTUDIO DEL NATURAL
Todas las tardes, a las seis, con una exactitud británica, se presenta en la puerta del Casino en busca de las escasas monedas que le dan los parroquianos.
Desde el primer día nos chocó el aspecto del pequeño mendigo. Sus ojos vivos e inteligentes parece como que estudian en el semblante de los demás; la frente, ancha y morenilla, encuentra sus límites en unas caprichosas estribaciones que la tijera ha ido dejando en el cuero cabelludo; no sonríe, no habla; pide la limosna con cierto simpático imperio, como conocedor del derecho a la vida que tienen todas las criaturas. Va descalzo, pero ni su camisilla ni su pantalón muestran un roto, esos rotos característicos que parecen hechos por la garra afilada de la miseria… El pantalón se sostiene alto por medio de un tirante de paño, uno sólo, que cruz como un latigazo la espalda del menudo paria.
Es muy simpático: Pepe Benlliure, en uno de sus cuadros más originales, ha puesto un rapaz pobre que le parece a este…
A finales de 1901, Serrano Clavero se ubicó en Valencia dispuesto a triunfar como periodista. Director del semanario republicano El Progreso y pronto redactor del diario El Pueblo, su concentración en la labor periodística le alejaría de la narrativa por un largo periodo, aunque no de forma definitiva.
Sería durante su periplo americano cuando volviera al género cuentístico, aunque más bien centrado en su versión poética, por la que, ya se ha dicho, no pasaremos en este artículo y tan solo diré que muchas de las poesías que publicó en las revistas bonaerenses como El PBT, Fray Mocho o Sherlock Holmes, son verdaderos cuentos versificados que tendremos ocasión de leer cuando todos estos apuntes se conviertan, en un futuro no lejano, en la recopilación de su vida y obra.
Venancio no dejó de colaborar con la prensa española en la medida en que le fue posible. De 1912 es este fragmento de un relato publicado en un periódico de las Baleares:
La Región (Palma de Mallorca), 4-III-1912
EL PREMIO
Érase un rey…
Un rey en quien se amalgamaba la mezquina y transitoria majestad del poder con la gracia altísima de la sabiduría.
Respetábanle, no solo sus naturales súbditos, sino los monarcas de otros reinos, que al sabio soberano acudían en demanda de buen consejo cuando la paz se turbaba en los respectivos dominios.
Reconocíanse en toda la tierra el recto sentido, la fácil penetración del rey juicioso, y enaltecidos volaron por la fama castigos y justicias impuestos por aquel tan equitativo espíritu, que únicamente en Salomón hallara contacto y semejanza.
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Y justo es señalar como a miles de kilómetros de su patria chica, el poeta y narrador no desaprovechaba ocasión para “colar” en sus relatos alguna referencia a su tierra, situándolos, para el lector avezado, dentro de ella:
Sherlock Holmes (Buenos Aires), 31-XII-1912
BANDIDO Y CABALLERO
La muerte de un “roder”
Entre la llanura desolada de la Mancha y los últimos huertos de la provincia valenciana, álzase, en el Sur de España, una áspera cordillera, prolongada y obscura [sic], cuyo pie lame con rumorosa caricia el río Cabriel antes de unir su corriente con la del caudaloso y poético Júcar.
En los altos picachos de aquella sierra tenían su seguro nido las águilas; profundos precipicios y agreste vegetación eran eternos y fuertes obstáculos a la curiosidad del explorador. Si algún temerario acometió la peligrosa empresa de ascender por aquellos abruptos riscos, o la convicción del imposible le hizo retroceder o la muerte espantosa castigó entre los breñales su loco atrevimiento.
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La tranquilidad de las casucas místicas se turbó cierto día con una noticia aterradora: en la sierra se refugiaba un “roder”, nombre con que en aquella región se designa al bandido de los campos.
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En esta misma revista tenemos otra de las especialidades de Serrano Clavero en su narrativa: los importantes personajes femeninos que, en unos casos comparten cartel principal con los masculinos y en otros, como el fragmento que presento, son protagonistas indiscutibles:
Sherlock Holmes (Buenos Aires), 25-II-1913
EN EL ASCENSOR
Todas las vecinas estaban de acuerdo en que aquella conducta de Regina iba a ocasionar un mal trance el día menos pensado.
El aislamiento que impone la vida en las casas de departamentos, no había podido impedir que se conociese hasta en sus más pequeños detalles la existencia de la familia que ocupaba el nº 9.
Era un matrimonio anciano con dos hijas: Regina, de veinte años, y otra morochita de diez. Regina, inclinada día y noche sobre la máquina de coser, constituía el verdadero sostén de la familia. Nadie negaba a la muchacha sus meritorias cualidades de trabajadora incansable; pero, unida a esta enaltecedora condición iba otra: la coquetería.
Regina gustaba de los “filos”, del escarceo amoroso que pasa, para ser substituido por otro y otro “flirt”, todos fugaces y volanderos.
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Protagonistas de sus cuentos son, además de las personas, los motivos mismos: religión, política, costumbres, infidelidad… Temas recurrentes en cuentos, poemas, dramas y libretos, que marcan a fuego los argumentos, en términos tan cinematográficos, de su extensa producción.
Otro de los recursos literarios utilizados por el poeta fue el de la crónica autobiográfica, utilizada en algunos textos enviados a El Pueblo desde Argentina o, justo al revés, desde España, una vez regresado, hacia Buenos Aires. Algo que había comenzado nada más embarcar en el puerto platense, cablegrafiando desde el barco sus artículos titulados “Con rumbo a España (Crónicas de a bordo)”, con los que, aunque sea de forma breve, ingresaba en su acerbo la literatura de viajes.
Antes, en 1920, la prensa requenense había recibido una colaboración especial, junto con la imagen de un retrato del poeta, hecho por su hijo Justino, de la que extraemos, para terminar, un fragmento emotivo que demuestra el cariño con que Serrano Clavero conservaba los recuerdos de su infancia:
Eco de Levante (Requena), 19-IX-1920
Recuerdos de un desterrado
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Si algún día volviera yo a Requena, imitando a los peregrinos de los Santos Lugares, iría a poner mi beso de devoción en el umbral de la escuela de don Telesforo López. Y si triunfase la República en España y me llamasen para ministro de Instrucción Pública –(se ruega no sonreír)- mi primera disposición sería declarar monumento nacional la susodicha escuela, que fue templo sagrado de la enseñanza y foco terrible de conspiraciones y asomadas en aquellos felices tiempos en que el Pendón y los cohetes de Pataca enardecían al musulmán que cada requenense llevamos diluido en la fogosa sangre.
En cuanto don Telesforo, premeditadamente, como el maquinista que abre las válvulas, nos dejaba solos, operábase en la escuela una rápida y curiosa transformación. Lo que parecía amodorrado hato de inofensivos corderos, trocábase, en el menguado espacio de un minuto, en horda feroz, en manada de retozones y escandalosos jabalíes.
En lo más ardoroso del combate, oíase la voz chillona de un espía:
-¡Que baja el maestro!
Y el incendio que se había producido en un minuto, en otro minuto se apagaba.
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Placía al buen don Telesforo platicar con sus alumnos. Muchas tardes nos dedicaba una sencilla conferencia, cuajada de ejemplos morales, que por su forma clara y familiar se hacía comprensiva fácilmente. Sin embargo, un día, en que el maestro nos inculcaba la importancia de la Fe, diciéndonos que ella era para el alma lo que el pan para el cuerpo, deseoso el hombre de conocer si sus oyentes se habían apoderado de tan alto símil, preguntó a la clase:
-¿Han entendido ustedes lo que digo?
-Sí, sí- respondieron trescientas voces.
-Vamos a verlo. ¡Señor Lacárcel!
El “señor Lacárcel” era un muchachote pelón y renegrido del barrio de la Villa. Púsose en pie y miró atónito a don Telesforo.
-¿Para qué sirve el pan?
-Para comer –dijo sin vacilación el interpelado.
-¿Y la religión?
El “señor Lacárcel” abrió los ojos, miró al techo en busca de inspiración y dijo con el mayor aplomo:
-Pa ná.
Otro día, Federico Jordá metió la cabeza entre dos barrotes de la plataforma central, siendo inútiles sus esfuerzos por librarse de aquel cepo. Para mayor infortunio, el maestro se detuvo ante él.
-¿Cómo ha sido eso? –preguntó solícitamente.
-No sé, señor maestro; fui a hacer así y me colé.
-Mueva la cabeza para arriba…
(Nada)
-Para abajo…
(Sin resultado)
-A la izquierda.
Todo inútil: la cabeza no salía. El muchacho estaba asustado, más que por el accidente por la presencia del maestro, bajo cuyo fruncido entrecejo brilló al fin la idea redentora.
-¿No sale?
-No puede salir –afirmó, consternado, el chico.
-Vamos a ver si ayudando con esto… -dijo el maestro, metiendo mano en su chaquetón y sacando a la luz pública la terrible correa.
Verla Jordá y librar la cabeza fue una misma cosa. ¡Aquella tira de cuero era un argumento mágico!
…/…
Algunos otros relatos, pocos ya, llegarían de la pluma del poeta a las páginas periodísticas tras su regreso a la península, a su Valencia y a su Requena. Quede este último fragmento como colofón.
Debo confesar que al comenzar esta serie de artículos, basé de forma temeraria la obra de Serrano Clavero en tres pilares: poesía, prensa y teatro. Me reafirmo tímidamente en esa postura con el valor de la cantidad, pero si he de ser sincero, apelando a la calidad de su obra, la narrativa sería la cuarta pata, tal vez algo más corta, de una hipotética mesa… la pata coja. Pero solo por falta de apoyo, pues la madera es de igual factura que las otras tres, desde luego.
BIBLIOGRAFÍA
BERNABEU LÓPEZ, Rafael. Serrano Clavero, cantor de la raza. Rosal de España. Requena, Centro de Estudios Requenenses, 1986.
HEMEROGRAFÍA
Prensa Histórica local en el Archivo Municipal de Requena.